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MADRID, España, 29 de junio (ElDiario.es).- Aunque cada vez es más evidente el desastroso impacto del plástico en el planeta, falta mucho por saber sobre la contaminación de este material dentro de los propios humanos. De forma reciente, dos estudios científicos han tratado de estimar cuánto plástico entra hoy en día en nuestro organismo. Uno de ellos, elaborado por la Universidad de Newcastle (Australia) para la organización ecologista WWF, llega a calcular que una persona ingiere de media aproximadamente cinco gramos de microplásticos a la semana, cantidad que compara con una tarjeta de crédito. ¿Qué supone realmente esto para la salud de las personas?

“Ojalá todo lo malo fuese comer tanto plástico como una tarjeta de crédito, pues eso se expulsa en las heces”, señala Nicolás Olea, investigador y catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, que lleva más de 30 años estudiando el efecto en la salud de determinados compuestos del plástico. “Lo importante es el tamaño de la partícula, pues si tiene un tamaño mínimo, puede interaccionar con algún sistema orgánico”.

El segundo de los trabajos, realizado por la Universidad de Victoria (Canadá) y publicado en Environmental, Science and Tecnnology, estima el consumo de plástico humano en Norteamérica en un rango que va de 39 mil a 52 mil partículas anuales, dependiendo de la edad y el sexo. Esta es solo una aproximación, pues se basa en estudios anteriores de algunos alimentos (como marisco, pescado, sal, azúcar, miel…) que cubren apenas el 15 por ciento de la ingesta calórica habitual. Lo llamativo de esta investigación es que la cantidad de plástico que se estima que llega al interior del organismo aumenta a 74,000-121,000 partículas si se consideran las que pueden ser inhaladas y se añaden 90 mil partículas adicionales si se bebe normalmente agua embotellada en plástico.

“No se sabe qué toxicidad tienen estas partículas”, recalca Olea, que explica que en este caso se está hablando de plásticos de unas 130 micras (0.13 milímetros), más grandes que una célula humana.

“Son tres veces el tamaño de una célula y nadie sabe ni su comportamiento intestinal, ni qué pasa cuando las bebes. Se sabe muy poco. Hay una sospecha de que las partículas al ser plásticas e hidrofóbicas –no se disuelven en agua– están sirviendo para atrapar otros contaminantes ambientales.