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México

'Nunca me voy a ir”

LA MORA, Sonora, 12 de enero (Reuters).- Dos meses después de la tragedia, un incremento de la seguridad ha ayudado a traer calma entre las familias de una comunidad mormona méxico-estadounidense que durante décadas han habitado la región, enclavada en las montañas del norte de México.

Sin embargo, la localidad luce cada vez más vacía a medida que muchos de sus habitantes han decidido abandonar el lugar.

A principios de noviembre, tres mujeres y seis niños de la comunidad fueron emboscados por un comando armado mientras viajaban por un desolado camino de terracería del estado mexicano Sonora, cerca de la frontera con Estados Unidos, en un incidente que despertó indignación en ambas naciones.

“Nunca va a volver a ser lo mismo en La Mora”, dijo Kendra Miller, de 27 años, cuyo hermano Howard perdió a su esposa Rhonita y sus cuatro hijos en el ataque. “Hay familias que vendrán de visita, pero no van a vivir otra vez aquí porque no se sienten seguros”.

Hoy en día, los caminos locales que conducen a La Mora son patrullados por cientos de efectivos de las fuerzas de seguridad y desde el aire un helicóptero sobrevuela la zona, en momentos en que el presidente Andrés Manuel López Obrador realiza el domingo una visita a la comunidad.

“Se tiene información que ha ayudado mucho a la fiscalía general para esclarecer los hechos, llegar a la verdad y castigar a los responsables”, afirmó el mandatario desde un improvisado templete tras reunirse con algunos familiares de las víctimas.

“Va a haber justicia, no solo porque este es un asunto que afectó a familias mexicanas y estadounidenses o porque se dio aquí en la frontera, es una convicción nuestra hacer valer la justicia en todos lados”, agregó.

Pero las promesas de dar con los responsables y el anuncio del presidente de construir un monumento en el sitio para recordar a los niños y mujeres acribillados contrastan con la incertidumbre sobre el futuro de quienes han decidido permanecer en La Mora.

“Yo amo este país y me duele hasta el alma pensar no poder vivir aquí. Esta masacre nos ha dejado perdidos y destrozados y le pido a Dios que no sea lo que defina el destino de nuestra comunidad”, dijo durante el evento Margarita Langford, familiar de las víctimas de la masacre.

Algunos pobladores se quejan de que la presencia policial antes del ataque era prácticamente inexistente, pero desde entonces se ha inundado de soldados y miembros de la recién creada Guardia Nacional.

Más allá de la conmiseración por los familiares de las víctimas, López Obrador ha venido luchando desde su llegada al poder hace poco más de un año por disminuir la violencia del crimen organizado, mientras la cifra de homicidios en el país permanece en niveles récord.

Las familias que habitan la región, apostada entre colinas y ríos, provienen de comunidades mormonas que comenzaron a huir de Estados Unidos hace más de un siglo en busca de refugio para sus creencias polígamas.

Construyeron espaciosas casas con huertos donde sus hijos podían andar en bicicleta y jugar libremente, pero aquella infancia sin preocupaciones es ahora solo un recuerdo para muchos de sus habitantes.

“Yo tenía fecha para casarme aquí una semana después de que los mataron (...) ahora mi novio quiere que vayamos a vivir a los Estados Unidos”, dijo Miller.

Durante un recorrido por el lugar, la joven señala la gran cantidad de casas abandonadas que lucen inquietantemente tranquilas, con sus jardines llenos de maleza.

Otros integrantes de la comunidad que optaron por quedarse narran cómo los niños sufren recurrentes pesadillas y lamentan que sus familiares temen visitar la región.

Con escoltas armados

Hasta ahora, el gobierno mexicano ha detenido a siete sospechosos como parte de las investigaciones, pero las razones detrás del brutal ataque siguen siendo un misterio.

Las autoridades creen que es posible que las víctimas hayan quedado en medio de una batalla entre bandas del crimen organizado que pelean el control de la zona.

A pesar de la mayor presencia de seguridad, algunos miembros de la comunidad que regresaron para la visita de López Obrador optaron por viajar en avionetas. Quienes emprendieron el camino por tierra, lo hicieron escoltados por las fuerzas de seguridad.

Pero para las pocas familias que decidieron permanecer en La Mora, el miedo no es razón para abandonar sus hogares, si bien el temor de sufrir un nuevo ataque sigue latente.

“Yo no me voy a ir para ningún lado”, dijo Mateo Langford, cuya hermana murió durante el ataque. “Cosas malas pasan en todas las esquinas del mundo incluso en Estados Unidos, no podemos correr”.

Atareado, mientras separaba y empacaba las nueces de la cosecha del año pasado, Steve Langford, hermano de Mateo, dijo que él tampoco tiene planes de marcharse. “Le ayudo a mi primo David con la nuez, cada día luchamos por convencerlos de seguir aquí”, dijo.

David perdió a su esposa Dawna y a dos de sus hijos en el ataque. Otro permanece hospitalizado debido a una herida de bala en la mandíbula. “Nunca me voy a ir de aquí”, aseguró Langford.

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