CIUDAD DE MEXICO, 28 de abril (SinEmbargo).- El doctor José Porras padecía diabetes y obesidad. A pesar de que las dos enfermedades lo volvían más vulnerable ante el COVID-19, no dejó de atender enfermos en el Hospital General de Zona 30 en Iztacalco, en la Ciudad de México. El coronavirus lo infectó. Murió.
Un video compartido en redes sociales muestra que sus compañeros del Hospital General de Zona 30 lo despidieron con aplausos la semana pasada. Su rostro ahora vigila la entrada del nosocomio, donde se atiende a pacientes que enfermaron con el virus que se originó en Wuhan, China.
Era un médico querido. Le gustaba el futbol y sonreír en las fotos. Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y era originario de la Ciudad de México, de acuerdo con la información que él mismo compartió en sus redes sociales.
Decenas de mensajes de personas que lo conocieron lo describen como alguien que ponía la salud de los demás antes que la suya. Y así lo hizo, hasta el final.
“Con profundo dolor y con mi corazón partido despido a mi amigo y excelente compañero, el querido doctor Pepe Porras, un médico excelente, con una calidad humana como pocos, una persona con valores, con ética, con profesionalismo. Ayudar a quien lo necesitaba era su primera intensión”, escribió en redes una persona que lo conoció.
“Lamentable la pérdida del doctor José Porras. Muy conocido en la colonia Morelos, Janitzio, 20 de noviembre y Tepito. Falleció en cumplimiento de su deber”, agregó otra persona.
Pepe Porras, como lo llaman sus conocidos, estaba casado y tenía hijos. Medios reportan que recientemente le habían diagnosticado la diabetes.
“Siempre lo vamos a llevar en el corazón, doctor Pepe Porras, gracias por su amistad, por darlo todo siempre, por los compañeros y los pacientes”, escribió otro de sus conocidos.
Después de ser diagnosticado con COVID-19, Pepe fue llevado al Centro Médico Nacional. Ahí, a sus 38 años de edad, el doctor perdió la vida.
“Fue el primero en recibirme en el servicio de urgencias, el primero en auxiliarme, en apoyarme y ayudarme con los pacientes más graves. Es un médico que siempre se queda a guardias extras, días festivos, horas extras y no se va hasta que termina con todos sus pacientes. Sensible, cálido, humilde, siempre sonriente, siempre positivo, jamás dice ‘no puedo’, ‘no tengo tiempo’, ‘ya terminó mi turno’”. Así lo describen.