
Durante la Semana Santa, una de las tradiciones más llamativas en las iglesias católicas es la práctica de cubrir las imágenes religiosas, como santos, vírgenes y crucifijos, con telas de colores como el morado, negro o rojo. Este gesto, aunque puede parecer sencillo, tiene un profundo significado espiritual y litúrgico que se remonta a siglos atrás.
Un gesto de recogimiento y penitencia
Cubrir las imágenes religiosas busca crear un ambiente de sobriedad y reflexión. Al ocultar las figuras, se invita a los fieles a concentrarse en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, apartando cualquier distracción visual. Este acto simboliza el duelo de la comunidad creyente, que acompaña el sufrimiento de Jesús durante su crucifixión y espera con esperanza su Resurrección.
El significado del color morado
El morado, color predominante en las telas utilizadas, representa la penitencia, el arrepentimiento y la preparación espiritual. Este tono, ligado al luto, refuerza el mensaje de introspección y recogimiento que caracteriza a la Semana Santa.
Una tradición que marca el calendario litúrgico
La práctica de cubrir los santos comienza habitualmente el Quinto Domingo de Cuaresma, también conocido como el Domingo de Pasión, y se extiende hasta el Viernes Santo. Durante la Vigilia Pascual, las imágenes son descubiertas nuevamente, simbolizando la Resurrección y el regreso de la luz y la esperanza para los creyentes.
Un llamado a la humildad y entrega
Además de su simbolismo de duelo, esta tradición también refleja la humildad y la entrega de Jesús durante su Pasión. Al igual que Jesús “se oculta” en su sacrificio, las imágenes religiosas se velan como un acto de acompañamiento espiritual.
Con esta práctica, la Iglesia Católica busca fortalecer la conexión de los fieles con los valores de la penitencia, el silencio y la esperanza, elementos esenciales para vivir plenamente el significado de la Semana Santa.