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Opinión

La reforma educativa para la Cuarta Transformación

Jorge Canto Alcocer  

Como en otros temas cruciales, el gobierno popular electo está realizando foros de consulta para la reforma educativa en todas las regiones del país. En ellos, de manera simbólica, el próximo secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, escucha un puñado de propuestas, sintetizadas en un máximo de cinco minutos, para luego emitir un posicionamiento sobre el tema. Los principales actores educativos han planteado y seguirán planteando a lo largo de las próximas semanas sus propuestas, un ejercicio democrático sí, pero de proporciones tan hercúleas como el problema que lo convoca.

El marco de esta convocatoria es claro: la abrogación de la reforma laboral, con afectación a los derechos de los profesores de educación básica, que el PRIAN aprobó en 2012-2013, y fue festinada en su momento como una de las principales reformas estructurales. Conviene enfatizar que esos ordenamientos únicamente atentaron contra los derechos laborales de los profesores de educación básica al servicio de la SEP, y que NO contribuyeron en lo más mínimo a mejorar, bueno, digamos, ni relación tenían, con el problema educativo del país.

Ante este importante cambio, que fue compromiso de campaña de AMLO, nos queda a todos los mexicanos la tarea de construir una verdadera reforma, que desde sus cimientos permita la innovación, mejora, estabilidad, expansión y democratización del proceso educativo formal desde el nivel preescolar hasta el superior, tanto en el sistema público como en el privado, considerando tanto los formatos tradicionales presenciales como las opciones virtuales. De ningún modo, eso nos debe quedar claro a todos, se trata de un retroceso ni de opciones conservadoras, mucho menos de una nueva simulación. La reforma educativa y, por ende, el nuevo sistema educativo mexicano, será el pilar de la Cuarta Transformación.

Nos parece, pues, necesario partir de algunos elementos respecto de este formidable tema: tenemos que reconocer, en primera instancia, que el sistema educativo está pasando por la peor crisis de su historia, tras el fracaso de la pretendida reforma anterior, el crecimiento de la corrupción y el clientelismo, la división e incluso enfrentamiento entre los diversos gremios de profesores y, sobre todo, el colapso de los valores que vivimos aún como país; es importante también considerar que TODO el sistema está en crisis, no únicamente la educación básica pública, como se nos ha querido hacer creer. En muchos aspectos, el problema es mayor en el sector privado; en otros lo peor se detecta en la educación superior, incluso en las instituciones de mayor prestigio. Cerrar los ojos a ello sólo hará naufragar cualquier intento serio por superar la situación actual. Otra premisa básica en este debate parte del hecho de que no hay un solo sistema educativo en el mundo que no esté pasando por una situación crítica. Son los efectos de 40 años de neoliberalismo, de los intentos de los gobernantes de derecha por desmantelar el Estado Benefactor, de la influencia de los pensamientos reaccionarios, contrarios a la ciencia y al progreso, que aún dominan muchas áreas educativas y otras instancias de poder. No se trata de adoptar el modelo francés o el escandinavo: se trata de construir un modelo con todas las voces teóricas, las experiencias empíricas, los valores humanos universales, la sabiduría de los pueblos originarios, el respeto a todas las diversidades.

En el fondo, la educación formal no es otra cosa que uno de los elementos fundamentales de la socialización. La construcción de una nueva ciudadanía, con los valores de la democracia, la transparencia, la participación, la tolerancia y el respeto sólo será posible con una nueva socialización. La palabra clave es ética, madre de todas las virtudes y requerimiento imperioso para salvar a nuestra Nación de la demolición en la que nos han dejado cuatro décadas de capitalismo salvaje y degradación global.

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