Georgina Rosado Rosado
Mi amiga Mónica Marcos abrió sus enormes y hermosos ojos enmarcados en cejas gruesas y en una calle de Sevilla me espetó indignada: “¡Los tuyos, los Rosado son los que se fueron a América a jooo… mis ancestros nunca salieron de España!”, y así calló para siempre mis reclamos sobre el daño provocado por sus paisanos a mi querida tierra y al gran pueblo maya, al menos los dirigidos hacia ella. Y resulta que es verdad, mi pasado genealógico se remonta hasta aquel capitán Rosado que junto con los Montejo vino a este tierra a invadir y apropiarse, de la peor manera, de lo que no era suyo para después asentarse en Zací, hoy Valladolid, propiciando surgieran legiones de Rosado en el Oriente del estado. Aunque también es cierto que heredé buena parte de los rasgos de mi bisabuela Martina, una hermosa mestiza de Cacalchén producto de ¡quién sabe cuántas mezclas de sangre! ocurridas en varios continentes.
Así que viéndolo bien, considerando que el concepto de razas humanas ya ha sido desechado por la ciencia dado que no existen razas puras y se ha comprobado que mientras más rico y variado es el contenido genético de un grupo social, más fuertes y sanos son sus descendientes. Enfoquemos el problema de mejor manera y reconozcamos que lo negativo no fue que llegaran personas de otro continente, ya de por sí muy mezclados racialmente y con una religión sincrética, sino las políticas de los poderosos que los enviaron de invadir, saquear y robar, como fue y sigue siendo hasta hoy.
Eso sí, tampoco hay que olvidar que los invasores justificaron las masacres y el despojo que ocasionaron en América con su supuesta superioridad racial y cultural y los métodos que utilizaron para imponer esta concepción, falsa y perversa, fue tan efectiva que si hoy en día nos abocamos a analizar la pirámide socioeconómica de la población nos encontraremos sus demoledores efectos en la estratificación social. Así, los grupos socioeconómicos de hoy, con su diferencial acceso a privilegios, oportunidades y al bienestar, están determinados por su cercanía o alejamiento al estereotipo impuesto socialmente por los invasores sobre lo que es bello, culto o superior.
Y resulta tan demoledora la imposición de esta ideología racista que hoy podríamos contestar a las siguientes preguntas: ¿Cuant@s grandes empresari@s tienen rasgos fenotípicos y apellidos mayas en Yucatán? ¿Cuántos directores o directoras de Universidades? ¿Cuántos y cuántas funcionarias de gobierno? ¿Cuántos estudian o viven en lugares asignados a las personas con mayores recursos? Y la respuesta será siempre la misma: muy pocas personas o ninguna. Entonces nos estamos enfrentando no sólo a un pasado sangriento y destructivo ligado a una invasión, sino a un presente, producto de ese pasado, que sigue generando desigualdad, exclusión, discriminación y violencia.
Pero si bien el concepto de raza humana ya ha sido rechazado para la ciencia, no el de etnia: conjunto de personas que tienen rasgos culturales en común, idioma, religión, valores, costumbres y que comparten nexos históricos y territoriales. En dichos grupos podríamos encontrar ciertos rasgos fenotípicos predominantes, pero lo fundamental es la identidad o sentido de pertenencia de sus integrantes que se identifican con determinados rasgos culturales.
Y aquí regresamos a como la historia nos explica las grandes injusticias que se viven hoy, ya que los invasores, además de enfermedades, ideología machista y prejuicios de toda clase, nos trajeron sus modelos de desarrollo basados en el dominio y destrucción de la naturaleza. Su idea equivocada de no ser parte de la naturaleza, tener el derecho a dominarla y destruirla a su antojo es contraria a la que tenían y aún tienen los descendientes de los pobladores originarios de este territorio que se saben parte de un mismo ciclo donde el agua, la tierra y todos los seres del monte están interconectados y se requieren para la perpetuación de la vida. Esta visión impuesta desde fuera sobre el derecho de los poderosos a enriquecerse a costa de destruir el medio ambiente nos está costando a todos y todas al margen del color de nuestra piel, pues afecta nuestra salud y posibilidad de vida futura. Y son los grupos étnicos, como los mayas, que aún controlan partes de sus territorios los que actualmente custodian y defienden la naturaleza contra la depredación de los grupos mezquinos del poder. Un ejemplo claro de quienes resisten dignamente a la depredación lo tenemos hoy en el heroico pueblo maya de Homún que defiende uno de los mantos acuíferos más importantes del mundo.
La situación se hace aún más compleja si tomamos en cuenta que del otro continente también nos llegó la ideología liberal y el capitalismo que, en la lógica del gran capital, es un sistema anti naturaleza, anti mujeres, anti pueblos originarios y anti todo lo que impida su acumulación y que nos impone una idea del progreso donde se desprecia cualquier forma de vida y de bienestar que no sea la que nos marca sus fines mercantilistas consumistas y que tienden a homogenizar a la sociedad borrando la gran riqueza de nuestra diversidad cultural.
Cuando se intenta imponer los grandes proyectos capitalistas en nuestro estado, ya sea una mega granja, paneles solares, o un tren de lujo para turistas, se nos olvida que además de que destruyen el medio ambiente también invaden e interrumpen la vida de las comunidades que son depositarias y guardianas de una gran riqueza de formas culturales. No se pretende que dichas comunidades queden aisladas ni estáticas en el tiempo, pero sí que sean respetadas sus formas de vida y que tengan la posibilidad de dirigir su propia transformación. Pero de nuevo se intenta intercambiarles con espejitos sus grandes riquezas y, en vez de socios igualitarios del supuesto progreso, se les convierte en sirvientes en su propia tierra y a cambio de saquear sus recursos y romper con sus formas de vida, se les dan sobras o las migajas de los grandes beneficios que se generan con esos mal llamados caminos del progreso.
Este mes de octubre debemos tener presente que la lucha del pueblo maya de Homún estuvo apoyada por personas de diferentes tonos de piel y procedencia social, lo que nos indica que el proceso de liberación de los pueblos, de las mujeres y de todos los grupos que hoy sufren dominio y subordinación ya no es una lucha entre naciones o continentes, mucho menos entre razas, es entre los que detentan el poder y los que defienden los derechos de las mayorías. Debemos conmemorar y reivindicar la lucha a favor de la descolonización ideológica, de erradicar las formas de dominio heredadas por nuestros antepasados (incluyendo los míos como mestiza que soy) como son el machismo, el racismo y la homofobia. Es una fecha para reivindicar la defensa de nuestros recursos naturales, la pluralidad étnica y cultural, y el derecho de los pueblos originarios a mantener el control de su cultura y territorio.