Opinión

Por Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

La gira que está haciendo el presidente electo por el país, denominada de agradecimiento, es la culminación del compromiso de Andrés Manuel López Obrador con el cambio de régimen. En cada entidad federativa, así lo estamos corroborando, puntualiza los planteamientos hechos durante la campaña, y de manera particular los que corresponden al estado que visita. Se trata de una estrategia inédita, demostrativa de la madurez que tiene como político el líder social más carismático en medio siglo.

En Durango, la entidad norteña más atrasada en todos los aspectos, cuyo nivel de pobreza es casi similar al de los estados del Sureste, logró lo que parecía imposible: sacudir la apatía de un pueblo ensimismado y apoltronado en su vida monótona, enajenada por atavismos centenarios que han sido paliados por la constante migración hacia Estados Unidos. En las visitas que ha hecho López Obrador a la tierra de tres grandes figuras de cada una de las tres transformaciones que ha tenido México: Guadalupe Victoria, Francisco Zarco y Francisco Villa, se ganó la confianza ciudadana como lo demostró una votación inédita.

En esta visita a la capital duranguense, reiteró que el cambio que viene para el país será radical porque se arrancarán de raíz las causas de los grandes problemas nacionales. Dijo que “no se le debe tener miedo a esta palabra” ya que el cambio será sin violencia, mediante una transformación pacífica. El ciudadano común sabe que sólo así podrá ponerse en marcha un proceso gigantesco que requiere la participación colectiva, en busca de un destino común como es la erradicación de la pobreza endémica, la corrupción que todo lo invade, y la ausencia de perspectivas para la mayoría de los jóvenes mexicanos.

La ciudadanía se ha estado dando cuenta que el proyecto de nación de López Obrador es viable y realista, no se trata de promesas demagógicas ni de ilusiones para crear falsas expectativas. Los cambios que vienen están basados en un diagnóstico preciso de la realidad nacional y tienen objetivos muy concretos que se van a ir viendo en el corto y mediano plazos. Su realización, a medida que se vayan dando, tendrá como resultado el desprendimiento estructural del andamiaje neoliberal, sin tener que recurrir a presiones ilegítimas contrarias a la Carta Magna, como sí lo han hecho los tecnócratas a lo largo de los últimos treinta y cinco años.

Lo que se busca con lo que López Obrador llama La Cuarta Transformación de México, no es otra cosa que abrir las puertas de la democracia participativa, una vez que quedó plenamente demostrado el fracaso de la democracia representativa. Están dadas las condiciones para dar este paso trascendental, al fracasar de modo rotundo un régimen caduco incapaz de mirar al futuro. Así lo entendió el pueblo y se volcó a las urnas en julio pasado, a sabiendas de que la continuidad de los neoporfiristas sería dar margen a una crisis sin solución.

La clave para el éxito del nuevo régimen está en la firme interrelación que se está dando entre el gobierno de López Obrador y la sociedad mayoritaria, factor que hizo posible la transformación que lideró el presidente Lázaro Cárdenas. La confianza del pueblo en el liderazgo del político tabasqueño, mientras se mantenga, será el puntal de la nueva estructura que se habrá de construir en los próximos años. El compromiso de éste de decretar la revocación de mandato en el tercer año del sexenio, crea condiciones para que la confianza sea un acicate mutuo.

Asimismo, abrir las puertas del gobierno al escrutinio ciudadano es otra demostración de que el cambio va en serio. En Durango afirmó que la evaluación será constante de los ciudadanos a las autoridades. Lo que no seguirá es la “injusta evaluación” al magisterio. “A los maestros se les tratará con respeto, se les capacitará para hacer su trabajo”. La mal llamada reforma educativa se va a la basura, al igual que las “leyes” permisivas que facilitan a políticos corruptos enriquecerse impunemente.

(guillermo.favela@hotmail.com)

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