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Alvaro Cepeda Neri

Conjeturas

I.- Los del PRI y el PAN no hallan cómo quedar bien con el presidente electo y lo llenan de obsequios. Como el bat, pelota y guante “diseñados con adornos mexicanos” (El Financiero: l/X/18) que le regaló quien fue su enemigo desde el gobierno de Hidalgo: el priísta Omar Fayad. Lo mismo hizo el desgobernador de Sinaloa. Y AMLO los ha recibido gustoso, tan afecto a ese deporte muy diferente al golf que practica Peña y su camarilla. Lo cierto es que los regalos que se hacen a funcionarios es una práctica para “ablandar”, facilitar un favor, tramitar una dispensa o agilizar trámites en las oficinas administrativas, es una vieja maña que debe desterrarse. Se ha establecido que los obsequios de cierto valor serían enviados a resguardo y luego vendidos; pero las obras de arte con las que algunos contribuyentes saldan sus impuestos, están en las casas de los funcionarios. Y, por ejemplo, Videgaray (quien amenaza con “retirarse de la política”), no ha podido probar cómo se hizo de pinturas con las que dijo haber pagado sus mansiones y campos de golf.

II.- Y es que desde el alemanismo, llenan de regalos a los presidentes en turno, quienes los reciben como parte del botín sexenal. Fayad no le regaló la cachucha beisbolera, pero en Sinaloa sí; estando presente el viejo pelotero “Toro” Valenzuela. Esos regalos son parte de la corrupción oficial y debe AMLO cortarla de raíz, pues ni siquiera son pagados por los funcionarios, sino con cargo al erario público. Y ya que la esperanza del pueblo es que no haya corrupción y prevalezca la honradez como demandan las leyes, ningún regalo debe recibirse, para empezar a imponer la honradez y austeridad republicana que tanto pregona el presidente electo. Y donde no entró la boda “fifí” de César Yáñez –semejante a la de Peña-Rivera– que exhibió la revista: ¡Hola! (11 de octubre pasado), y de cuyo acto quiso deslindarse López Obrador al decir: “yo no me casé”.

III.- Ahora nos enteramos que los senadores y diputados se repartirán un último botín, recibiendo por estos cuatro meses –de septiembre a diciembre– más de 300 mil pesos del que bien hubieran podido marginarse los de Morena. Eso quiere decir que la austeridad es para el uno de este diciembre; y quién sabe, ya que la corrupción no quiere irse. Concedamos el valor de la duda y esperemos a la entrega del poder presidencial, para que Peña se vaya a París y López Obrador despache diario en el Palacio Nacional desde las seis de la mañana. Parecía que ya no habría botín como en los mejores tiempos de los 78 años del PRI; rematados por la impunidad de Peña-Videgaray. Pero la mano dura de la austeridad aún no se presenta y eso ha permitido que los legisladores federales se lleven, como San Nicolás, un costal al hombro con sus más de 300 mil pesos y otras prestaciones por cumplir con su labor (Enrique Méndez y Roberto Garduño.- La Jornada: 10/X/18), en un acuerdo entre los ocho partidos de la Cámara (en la de senadores es la misma gata, sólo más revolcada). López Obrador dijo que no habría “gatopardismo”. O sea, cambiarlo todo para que todo permanezca igual. O peor.

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