Gerardo Fernández Casanova
La transformación del país, mandatada por 30 millones de votos el pasado 1 de julio, obligadamente afecta los intereses de quienes vivieron los privilegios del régimen en extinción; es natural y hasta legítimo, en algunos casos. Ante esta realidad López Obrador se ha esforzado por procesar la transición con la mayor tersura posible buscando serenar a los afectados, principalmente a los dueños del dinero, para sortearla con el menor daño posible a la estabilidad financiera y a los caprichosos “mercados”. Algunos quisiéramos ver correr las cabezas de tantos malandros corruptos y criminales que han dañado al país; el coraje es mayúsculo indudablemente, pero el costo de así hacerlo sería devastador en su efecto económico; no podemos ignorar que la tecnocracia neoliberal cuenta con un enorme arsenal de misiles económicos con capacidad de causar graves daños a la población. Ya habrá tiempo y mejores formas de lograr justicia.
En esta suerte, el proceso de transición se está dando como una competencia de pulsadas entre el nuevo régimen y sus adversarios. Una primera pulsada es la aprobación de la ley de salarios máximos, en la que el puño de los opositores ya casi toca la superficie de la mesa, aunque todavía quedan resistencias por vencer. Pero la gran pulsada es la que toca a la decisión relativa al aeropuerto para la Ciudad de México, en la que los que se resisten al cambio han querido poner en juego un mayor contenido de su arsenal, apostando a la continuación del que ya se construye en el lago de Texcoco, contra la alternativa, propuesta por AMLO desde la campaña, de hacerlo en Santa Lucía. La resistencia ha empleado desde las amenazas de las calificadoras de inversión, la opinocracia mediática, la manipulación de organismos de la “sociedad civil” y los rumores de corrida de capitales; prefieren compulsar que pulsar. Por el lado del cambio se ha actuado con cautela ofreciendo información veraz e imparcial para que sea la consulta a la gente la que ponga el músculo; mecanismo también objetado por los interesados (con muchos intereses) en Texcoco. Hay encuestas que registran una mayoría a favor de este último, así como también una fuerte movilización social en contrario. El ejercicio servirá también para medir la consistencia de la fuerza lograda en las urnas que, en lo particular, creo que será refrendada.
Está en operación otra pulsada de gran importancia que es la relativa a la democracia sindical. La mesa se puso desde que se nominó a Napoleón Gómez Urrutia como candidato al Senado, tuvo un primer envión con la ratificación del Convenio 98 de la OIT, por el lado del cambio; del lado de la resistencia se registraron también golpes de fuerza: la queja de los patrones por no haber sido consultados, las elecciones en los sindicatos charros, específicamente en la cabeza del sindicato del IMSS y las de las secciones del sindicato petrolero, ambas a la vieja usanza antidemocrática y convalidada en los estertores del régimen aún en vigencia. El proceso no es inmediato; hacen falta adecuaciones legales y trabajo político en las bases obreras, trincheras donde se espera que quede clara la razón de ser de la senaduría de Gómez Urrutia.
Este mismo personaje participa en otra pulsada de gran peso: la minería y sus crímenes contra la naturaleza y los derechos humanos. Esta semana estuvo en Canadá una delegación de varios miembros del gabinete entrante para buscar un mayor acercamiento con ese país socio en el nuevo tratado de comercio. Ya a principio de este año, por presión de organismos ambientales, de derechos humanos y sindicales, Canadá creó una figura de ombudsperson para asegurar que las empresas canadienses que tienen inversiones en el exterior actúen con los mismos parámetros de comportamiento que exigen sus leyes en el propio país (casi un traje a la medida para México); se espera que tal figura pronto comience a funcionar, en cuyo caso será un valioso aliado para meter orden en este sector que fue especialmente privilegiado por el entreguismo tecnocrático.
La ley de ingresos tendrá que ser otra mesa de la pulsada, en la que deberán ser eliminadas todas las figuras de deducción que derivan en la evasión fiscal de las grandes corporaciones, cuyas contribuciones resultan ridículas cuando no negativas (devoluciones de impuestos).
En fin, en estas estamos y no nos caen de sorpresa. Lo importante ahora es garantizar que los votos, además de contarse el día de la elección, deben pesar en todo momento del proceso de cambio. Por eso se llama Movimiento de Regeneración Nacional.
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