Jorge Lara Rivera “En momentos en que vivimos en un mundo malo y desagradable” ha dicho Mike Pompeo, Srio. de Edo. del gobierno norteamericano que encabeza Donald Trump, tras su reunión en Washington con el canciller turco, en lo que parece ser la confirmación de que Washington se apresta a hacer frente si es necesario al mundo poniéndose junto a su más importante socio y aliado árabe en el Cercano Oriente.
Pompeo ha sido claro –Estados Unidos protege a sus ciudadanos y a sus intereses estratégicos– en vísperas de conocerse el reporte de las agencias de inteligencia norteamericanas acerca de la presunta implicación de funcionarios en los más altos niveles de la monarquía saudita en el asesinato de Jamal Kashoggi por un comando especialmente enviado para quitarle la vida. Sus declaraciones subsiguen a las del comunicado del mandatario estadounidense en el sentido de preservar a cualquier costo su alianza con Ryad, con miras a beneficiarse de los contratos milmillonarios por venta de armamento a ese país y de las inversiones por más de 400 mil millones de dólares de tal nación que crearan empleos en la Unión Americana.
El rapto de pudor desplegado hace unos días por el presidente estadounidense al negarse a escuchar el audio de las grabaciones que registran los últimos y aterradores momentos del periodista saudí refugiado en Norteamérica y asesinado en el consulado árabe en la ciudad turca de Estambul contrasta con sus conspiraciones para derrocar al presidente Nicolás Maduro de Venezuela (cuya invitación a México eriza la doble moral conservadora de farsantes como Fox, Calderón y Marko Cortés) y sus acres críticas al dictador nicaragüense Daniel Ortega.
La muerte de Khashoggi que en octubre malogró el foro ‘Future Investment Initiative’ (el llamado Davos del Desierto) desairado por celebridades del mundo empresarial global y mandatarios y economistas de renombre mundial, tras conocerse las dudosas circunstancias de su desaparición; dando al traste con la imagen cuidadosamente creada por cabilderos profesionales y que zarandeó a la arrogante Casa Real saudita puesta bajo sospecha de la peor atrocidad por la calculada malicia con que el gobierno turco, su amigo/rival, encabezado por Tayyip Recep Erdogan ha ido filtrando a la prensa detalles y sospechas (reveladoras por otra parte del espionaje turco a la sede diplomática saudí), requirió la intervención personal del propio rey Salman Ben Abdelaziz al Saúd negando las acusaciones, en especial las enderezadas contra su hijo, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, ofreciendo colaboración de su país para el esclarecimiento de los hechos e intentando contener los daños producidos por la crisis. Y es que Ankara ha usado la información con cálculo político dejando saber a cuentagotas lo mismo detalles escabrosos como la amputación de los dedos, la colocación de una bolsa de plástico en la cabeza del periodista a sabiendas de que era claustrofóbico, la ‘limpieza’ posterior de la evidencia por 2 expertos químicos y la participación de un forense; como sus sospechas de que, primero, el cuerpo fue disuelto en ácido, y, luego, que se le sacó destazado en el equipaje de personal diplomático saudí al amparo de su inmunidad. En una medida desesperada para evitar el agravamiento de la crisis el Fiscal general de Arabia Saudita ordenó la investigación de 20 personas, la detención de 17 de ellos y la solicitud de pena capital para 5 de los implicados, mientras niega vigorosamente que el príncipe tuviera conocimiento, ni parte en la planeación y ejecución de Khashoggi, y mucho menos que ordenara su asesinato. Pero más allá de prohibir la entrada a Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania a los 17 implicados la cosa no irá a mayores.
Entre tanto, la doble partida librada por Moscú y Washington en la península arábiga –la guerra civil siria y la contención de la rebelión de los hutíes en Yemen– empieza a arrojar sus primeros resultados preliminares con una inesperado desenlace que permite al régimen del dictador sirio Bashar al Assad proseguir impunemente su carnicería contra su pueblo con el apoyo de la Rusia de Vladimir Putin y la teocracia fundamentalista que desde Teherán dirige el enfrentamiento de Irán con la Casa Blanca, mientras la coalición multinacional árabe que lidera la monarquía wahabí del desierto ha logrado frenar a los hutíes al punto de que éstos han declarado un cese unilateral del fuego desde sus posiciones contra territorios sauditas y de los aliados intervencionistas de Ryad, justo cuando millones de yemeníes empiezan a padecer los efectos de la peor hambruna del siglo. Se trata simple y llanamente de números, cuentas, ganancias e intereses financieros por encima de principios morales, ¡qué se le va a hacer! Lo resume con cinismo el comunicado “América primero”.