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Opinión

Huir del acoso y la miseria

Jesús Peraza Menéndez

Abre los ojos, no había dormido bien hace tiempo. Tendida en el cálido piso en una plaza amplia techada con láminas sobre una estructura metálica en una población chiapaneca. Compartió el sueño real con el ideal con cientos de hondureñas, con hondureños envueltos con la bruma del bosque, con la pertinaz llovizna del trópico húmedo mexicano.

Toda la existencia es como el sueño. Es todo de la nada, “chingada madre”, desea, es la vida de trabajar duro, de Sol a Sol cada día para tener una mochila usada, la encontró en un tianguis de segunda que ofrecen lo que desechan en los Estados Unidos. Carga una playera, una muda de ropa íntima, con una blusa cuidada porque es la única, la usará cuando busque empleo en los Estados Unidos, no vayan a pensar que es pobre. Unas cuantos lempiras, que no alcanzan 100 ahorradas en varios años, las cambió por su equivalente en dólares escondidas en un cierre que no hallara nadie. Un celular rematado por su hermano en una más de sus penurias financieras que hay que abonar, es de la trasnacional mexicana Telcel que lo indaga, no lo sabe, lo sigue lo ubica, él piensa en mandar saludos a los que se quedaron y los que los esperan.

No se levanta, contempla el entorno humano, las familias abigarradas sobre una sola manta extendida. Los niños con las niñas juegan silenciosos para dejar descansar a sus padres que los han cargado tramos de cientos de kilómetros, un bebé en carriola duerme acurrucado amarrado al pie de la madre. Van de la pequeña Honduras a Guatemala, viene de “esos países de mierda”, escuchó decir en la radio del celular al rubio magnate que regentea los negocios de guerra estadounidenses. No comprende lo de “mierda”, porque realmente son bellísimas sus selvas, montañas, la costa caribeña, sus islas, si no los jodieran tanto, si el pago fuera justo o por lo menos los servicios de salud, educación, o sin violencia ni bandas ni ejército...

Aroma de sudores apretados con la caminatas a pleno Sol las renegridas pieles tostadas, con llagas y magulladuras en los pies. Son “bienvenidos”, han de tener sus papeles en regla, les dicta un magna voz tras haber roto el cerco de policías a pedradas, pocas, más bien fue el impulso de los miles que reventaron las cercas de la frontera con México, este país de nómadas laborales maltratados en los Estados Unidos, es incomprensible en un mundo global en el que circulan libremente todas las mercancías de las empresas monopólicas. Los esperará el ejército, es una invasión asegura Donald Trump, nadie le cree, se encabrona, está por reelegirse para otros cuatro años con la apatía absoluta de sus ciudadanos rutinarios sedentarios desplazados del dominio mundial. Asegura, sobre los centroamericanos, 7 mil hasta ahora, “si tiran piedras recibirán disparos”.

El cobro de deudas lo hace el ejército o envía a un M 13 cuando el territorio no ha sido controlado por el narcotráfico que gobierna a sus anchas con el apoyo militar y financiero gringo, cada mujer es objeto potencial de violación, 7 de cada 10 que cruzan la frontera con México son violadas.

Imagina, se ha vaciado Honduras. Nadie quedó, bueno sólo los finqueros con su ejército, la M 13, banda criminal que opera con el tráfico de las multinacionales de las drogas, seres humanos, órganos, los acosadores, los de la “renta del piso”, el pago por “protección”, la estrategia finquero-militar, ha sido comprar más armas por si acaso vuelven los fugitivos desplazados. En Honduras, como en toda América, el transporte que es tan caro que prefieren dormir por ahí para ahorrarse el pasaje, más si es el de la familia entera que trabaja, mejor acampan en almacenes de fuerza de trabajo de las fincas o en los portales, en los cobertizos de la periferia urbana sufriendo el acecho, el acoso, descansan a medias. Se le antoja un churro de marihuana, se fuma como el pan de cada día, no para salirse de la realidad hondureña o mexicana o estadounidense sino para sobrellevarla, pero es cara, está reservada a los intelectuales de buró a la confortable casta burocrática de fascinados, se queda con las ganas, la esperanza y el sueño.

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