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Opinión

Por Jorge Canto Alcocer

Hasta con cierto desparpajo, Andrés Manuel López Obrador desdeñó el pobre pronóstico del FMI sobre el crecimiento de la economía mexicana en 2019 y 2020, aprovechando para hacer un llamado a fortalecer los esfuerzos para reactivarla y así demostrarle a la institución neoliberal que están en un error. “El FMI fallará en su pronóstico”, señaló a voz en cuello en su ya proverbial conferencia matutina, enumerando los indicadores positivos que se han ido acumulando a partir de su toma de posesión, apenas hace siete semanas.

Nuestro presidente, que además de un político sabio es un politólogo crítico y analítico, se mostró –como corresponde a un Jefe de Estado- muy diplomático ante el FMI. Sólo les dijo que estaban equivocados, que cometen un error al revisar su pronóstico a la baja. Pero él conoce perfectamente la realidad: el pronóstico no fue un simple error, sino un posicionamiento político, un señalamiento de política económica. Fiel al neoliberalismo, el instituto que desde 1973 ha hecho cualquier cantidad de esfuerzos legales e ilegales, pero, sobre todo, inmorales para establecer, fortalecer y expandir la visión neoliberal, lanzó su pronóstico considerando influirá en los mercados y en las decisiones gubernamentales, en un intento por evitar que la política económica de AMLO, tendiente al desarrollo endógeno, a la justicia social, a la construcción del Estado de Bienestar y a disminuir la brecha entre ricos y pobres, tenga el éxito que ya se prevé.

Recordemos que el FMI fue una de las instituciones surgidas al final de la Segunda Guerra Mundial con el fin de establecer un Nuevo Orden Mundial que permitiera la reconstrucción del capitalismo y el freno al socialismo y los gobiernos populares en todo el orbe. Recordemos que su sede es Washington, y que todos sus ideólogos, tanto sus administradores como sus economistas, son franca y hasta fanáticamente neoliberales. Recordemos cómo desde 1973, cuando se hizo la reingeniería económica de Chile tras el golpe de Estado de Pinochet, ha propendido por la pauperización de las economías subdesarrolladas, extorsionando a los países con sus deudas externas. Recordemos cómo esa política económica es responsable de más muertes por hambre, desnutrición y enfermedades que cualquier genocidio, convirtiéndose en una auténtica organización criminal, mucho más mortífera que cualquier grupo “terrorista”, gobierno dictatorial o ideología extremista.

Recordemos también cómo el FMI estuvo lanzando pronósticos apocalípticos respecto de la economía boliviana cuando llegó, hace ya 13 años, Evo Morales al poder. Cada año, los pronósticos del FMI castigan al país sudamericano pronosticando las tasas de crecimiento más bajas de la región, cuando, por lo contrario, el pequeño país ha encabezado los indicadores sociales y económicos desde la llegada de Evo, dando un contundente mentís a las fanfarronadas neoliberales, y demostrando que son simples declaraciones políticas.

Hizo muy bien nuestro presidente al contestar el informe del FMI. Lo hizo con la diplomacia que su puesto le recomienda. Nosotros, desde la trinchera popular y con los datos duros de la economía y de la política podemos responder de un modo distinto: se equivoca el FMI al hacer sus pronósticos, pero más se equivoca al pensar que pueden manipular a un gobierno popular que, poco a poco, pero con extraordinaria firmeza, está recomponiendo el desastre que sus políticas y los políticos corruptos que las aplicaron nos provocaron a lo largo de más de 30 años.

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