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Alberto Híjar Serrano

En un texto difundido por el trotskista histórico Manuel Aguilar Mora, el más antiguo y más fiel de esta tendencia revolucionaria crecida en México en los años setenta, narra la captura de Carlos Sevilla en Ciudad Universitaria, con las copias del Programa encomendado por el Consejo Nacional de Huelga para discutirlo ese día como punto de partida de un proyecto de organización política. Carlos Sevilla no menciona este proyecto como miembro del Comité de Lucha de Facultad de Filosofía y Letras ni tampoco dice nada del Movimiento Comunista Independiente en su excelente testimonio de la ocupación militar de Ciudad Universitaria y la obligada huida de quienes trabajaban en ella. Registra, en cambio, su preocupación por ordenar las copias para cumplir así con su distribución acordada en la asamblea, todo lo cual explica su renuncia a la retirada, incluida la aceptación de salir en automóvil en compañía de un profesor. El relato narra el pánico, las carreras, el deambular de los policías disfrazados de civiles, los gritos, el aseguramiento imposible de los medios de producción de la propaganda y al fin, la captura y el traslado al sótano del local policiaco central en la Plaza de Tlaxcoaque. En el sótano lleno de activistas, el agua sucia alcanzaba lo suficiente para cubrir los zapatos, los de él, nuevos y de gamuza imposibles de proteger luego de intentar equilibrios insostenibles. La narración llega hasta Lecumberri, la organización del estudio teórico, la cercanía con Elí de Gortari y José Revueltas, y no logra un buen término al perderse en las peripecias del encierro. Una entrevista filmada por Julio Pliego, de la Filmoteca de la UNAM, resulta un brillante y elocuente relato de Carlos Sevilla frente al piso donde no queda huella alguna de la crujía circular ni de su torre central donde Oscar Menéndez logró una bella foto de Revueltas con uno de sus lentes estrellado.

Carlos Sevilla destacó a raíz de orientar la protesta de estudiantes rechazados por la UNAM para que dejaran de exigir solución a Rectoría, a cambio de ocupar salones disponibles, convocar a profesores y fundar la Preparatoria Popular, meses antes de los acontecimientos de julio que derivaron en el Movimiento del 68. La Preparatoria Popular probó la mentira rectoril de la falta de cupo y organizó la educación con maestros y pasantes de las facultades y escuelas. Carlos Sevilla propiciaba ir más allá de pliegos petitorios con la esperanza de ser atendidos por un Estado evidentemente represivo. Tomás Mojarro, en retiro, solía clamar por evitar pedirle al cacomixtle, a nombre de los pollitos, que se volviera vegetariano. La autonomía universitaria, dignamente defendida por el rector Javier Barros Sierra, incluye no sólo el encabezar la primera marcha luego de izar a media asta la bandera nacional frente a la Rectoría en Ciudad Universitaria para escándalo del gobierno culpable de ordenar el derribo con bazuka de la puerta colonial del siglo XVIII de la Escuela Nacional Preparatoria. El Rector orientó el reconocimiento de estudios a la Prepa Popular y la dotó de su primer edificio en la calle de Liverpool casi esquina con Orizaba, en la frontera de la Zona Rosa y sus galerías, cafeterías y restaurantes para la crema y nata de la intelectualidad mafiosa.

Nunca conoceremos la propuesta programática de Carlos Sevilla. Nadie la menciona y la urgencia condensada en la consigna “presos políticos libertad” evita profundizar en las causas de la represión. Hasta los ochentas, el Comité del 68, emprendió el proceso legal y logró años después, la presentación de Luis Echeverría Alvarez en un juzgado y su aseguramiento en reclusión domiciliaria ante la decisión judicial de no avanzar en el proceso.

Asombran ahora los testimonios y las arengas de los miembros del CNH afirmando su aportación a la democracia en abstracto. Algunos de ellos fueron incorporados a los regímenes y gobiernos de Estado, y ahí siguen rompiendo récordes de permanencia como Pablo Gómez, quien luego de participar en la liquidación del Partido Comunista Mexicano, ha ido de dirigencia en dirigencia y de curul en curul, hasta la fecha. Lo de Carlos Sevilla era para ponerle calificativo a la democracia y clarificar el tránsito al socialismo con la crítica necesaria a la fase histórica y al Estado.

Salió de la cárcel con resentimiento profundo y su sarcasmo se tornó defensivo hasta renegar de todo lo que defendió con brillantez y argumentación política precisa. Se perdió en la docencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, tradujo libros, pintó copias de Klimt, tuvo no menos de tres parejas y una hija. Optó por el suicidio. Su programa es irrecuperable. Qué pena. El diario POR ESTO! publicó su testimonio a los 40 años del Movimiento, cuando aún vivía.

Lo propio de los movimientos es permanecer sin más programa que las demandas al Estado y la negociación con los poderes burgueses. En 1968 y después de Tlatelolco, hubo reuniones y asambleas que optaron por la vía armada. Encuentros en la sierra de Chihuahua, de Guerrero, de Chiapas, de Oaxaca y Jalisco, en la capital, en Monterrey y Yucatán, construyeron acuerdos, tácticas y estrategia de programas de liberación nacional en tránsito al socialismo. Había que ser radicales, esto es, ir a la raíz. He aquí las aportaciones económico-políticas en los alrededores del espectacular Movimiento del 68. Bueno es que ahora, a la par de la conmemoración del 2 de octubre, haya libros, películas y coloquios sobre la Liga 23 de Septiembre y se haya colocado una placa en un acto público con exposición en los muros del patio de la casa de Nepantla donde fueron ejecutados cinco miembros de las Fuerzas de Liberación Nacional. En pie siguen las Normales Rurales con la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas que orientó la participación en 1965-1966 en la Marcha por la Patria que recorrió la Ruta de Hidalgo y participó contra viento y marea en el Congreso de Morelia, fundador de una organización nacional de estudiantes. En su proclama, a la par de las exigencias nacionales, se apoya la lucha de la Escuela Antonio Narro de Saltillo, a los trabajadores en lucha, a los pueblos de Cuba y Vietnam en resistencia contra el imperialismo yanqui. El embrión de partido concretado en el Partido Estudiantil Socialista (PES) en Ciudad Universitaria, con alcances a otras escuelas, alimentó la participación consciente más allá del Pliego Petitorio con alcances de largo plazo impedidos por el reformismo oportunista manipulado por el Estado. Todavía.

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