Armando Hart Dávalos
Correo desde la Isla de la Dignidad
Octubre nos trae tres fechas imprescindibles que se entrelazan en nuestra memoria histórica: el alumbramiento de la nación, el 10 de octubre de 1868; la cristalización de la cultura nacional, el 20 de octubre de ese mismo año y la proclamación del programa de la Revolución por Fidel en La Historia me absolverá, el 16 de octubre de 1953. En esas fechas se concentran tres luces que convergen en un solo haz: la forja singular de nuestro destino.
La Guerra de los Diez Años, comenzada el 10 de octubre de 1868, es la fecha del natalicio de nuestra nación y ella marca los límites de dos épocas. Antes, anexionismo y reformismo eran las corrientes ideológicas que se imponían; después de la guerra el anexionismo naufragó y el reformismo devino históricamente en una concepción política cada vez más reaccionaria. Y algo muy importante, el oprobioso régimen de la esclavitud recibió el tiro de gracia final con el levantamiento de la Demajagua.
Cuando las tropas de Carlos Manuel de Céspedes tomaron el 20 de octubre de 1868 la ciudad de Bayamo y Perucho Figueredo, montado en su caballo, le dio letra a la música de lo que después sería el himno patrio, cristalizó el ideal de cultura nacional que tenía un rico antecedente en el pensamiento abolicionista e independentista de Félix Varela, en la escuela de José de la Luz y Caballero y en un intenso movimiento pedagógico, literario y filosófico que acabó articulándose con la lucha abolicionista y de amplios sectores populares contra el régimen colonial y la infamante explotación del trabajo esclavo.
La identidad lograda desde los inicios de la Guerra de los Diez Años alcanzó plenitud y síntesis superiores en la concepción del Partido Revolucionario Cubano, fundado en 1892 y el Ejército Libertador reconstruido por Gómez, Maceo y Martí. Esa identidad estuvo marcada por la conjunción de una alta cultura de raíces populares, capaz de alentar y orientar la movilización social y la lucha heroica del pueblo por sus derechos y libertades. Esta síntesis entre lucha político-social e ideal cultural está en el centro del patrimonio espiritual de la nación cubana; porque en nuestro país fraguó una cultura de raíces afrolatinoeuropea de vocación universal, que es parte inseparable de la gran patria bolivariana a la que Martí llamó “América trabajadora”.
Cuando hacemos un repaso de La Historia me absolverá, nos deja impresionado la fuerza histórica y cultural de aquel documento. Puede parecer extraño que me sorprenda con su relectura porque hace ya medio siglo que se había grabado profundamente en mi conciencia. Es que el tiempo transcurrido ha iluminado aún más su dimensión y me inspira, por tanto, nuevas reflexiones.
Permítanme una evocación personal que puede dar la medida de cómo el Moncada había impactado entre los jóvenes de mi generación. En plena dictadura, acompañado por Haydée, colocamos en el Instituto de Segunda Enseñanza de la ciudad de Camagüey, un retrato de su hermano Abel, en un acto que contó entre sus promotores a Jesús Suárez Gayol, quien era dirigente estudiantil en la tierra de Agramonte y después fue uno de los héroes de la guerrilla boliviana del Che. Allí dije entre otras palabras:
“Locos, y han escrito en el único lenguaje que entienden Ios llamados cuerdos, en el lenguaje de los hechos, que Revolución es algo más que cambio de mando, que Revolución es transformación radical de nuestras condiciones de vida. Locos, y hoy miles y miles de jóvenes miran hacia el 26 Julio, porque el 26 de Julio ha escrito la tesis de la nueva generación revolucionaria, que hoy por hoy es la única fuerza que enfrenta a la dictadura.(…) El mejor homenaje que yo pueda hacerle a Abel Santamaría en este acto, es el de decir que él comprendió mejor que nadie, porque sintió más que nadie, que el problema cubano no es político, como quieren los partidos plantear, que es esencialmente económico, es social, es también forjación de conciencia ciudadana”.
El célebre discurso de Fidel ante el Tribunal de Urgencia se presenta en el nuevo milenio como uno de los alegatos revolucionarios más importantes del siglo XX cubano, y tiene, por sus concepciones, un alcance latinoamericano y mundial, se trata de uno de los documentos de mayor trascendencia jurídica y política de toda nuestra historia política y social.
Tanto ante el mundo amenazado de exterminio por el imperialismo voraz y en proceso de decadencia, como de cara a los desafíos que asume la nación cubana, la línea de pensamiento y acción trazada por Fidel entonces sirve de guía para el esclarecimiento de los caminos dialécticos entre la táctica y la estrategia que la Revolución debe transitar. En las luces que nos proporciona nuestra memoria histórica, de las cuales estas de octubre resultan harto elocuentes, se transparentan los lazos indisolubles que trenzan las ideas de emancipación, soberanía, resistencia, verticalidad revolucionaria, justicia social y vocación de futuro a las que no renunciaremos jamás.
1 Este trabajo del Dr. Hart fue publicado originalmente en el periódico Granma, el 2 de octubre del 2008.