Víctor Flores Olea
Sin duda Noam Chomsky es uno de los intelectuales más conocidos y reconocidos de la actualidad. Desde luego, por su participación apasionada y sumamente inteligente en los Mass Media de hoy, por lo que ha cobrado una fama mundial. Pero además lo ha hecho por sus aportaciones históricas a la lingüística y por su figura de guía mundial en la reflexión política y moral, más allá de sus incontables batallas políticas que comenzó muy joven, en el año de 1959 y tal vez antes.
Pero su extraordinaria autoridad como filósofo la adquirió en el campo de la lingüística, en el que ha hecho aportaciones tal vez imborrables. En alguna ocasión expresó. “La persona que reclama la legitimidad de la autoridad siempre soporta la carga de justificarla. Y si no pueden justificarla, es ilegítima y debería ser desmantelada. Si te digo la verdad, realmente no entiendo el anarquismo como mucho más que eso”.
El 7 de diciembre de 2018, Noam Chomsky cumplió 90 años. En una encuesta del Reader’s Digest de 2013 sobre “Las 100 personas en las que más se confía en Estados Unidos”, Noam Chomsky, un autodenominado anarquista, se encontraba en el puesto nº 20 (tras la nº 19, Michelle Obama, pero por delante del nº 24, Jimmy Carter). Dado que a lo largo de la historia de EEUU los antiautoritarios han sido habitualmente rechazados, económicamente castigados, psicopatologizados, criminalizados y hasta asesinados, la supervivencia y pujanza de Chomsky son de destacar.
A principios de los años 60, cuando pocos estadounidenses criticaban la guerra del gobierno de Estados Unidos en Vietnam, Chomsky fue de los primeros en cuestionarla enérgicamente y luchar contra ella. Se arriesgó a acabar en prisión y a la pérdida de una carrera académica en lingüística, en la que había llegado y era altamente estimado por sus innovadoras contribuciones. Durante más de medio siglo, Chomsky ha utilizado su posición para cuestionar a todas las autoridades ilegítimas, incluyendo al Gobierno de Estados Unidos y regímenes opresores en todo el mundo. Ha dado voz a un constante desprecio al dominio de la elite –por sus atrocidades así como por su ánimo de liquidar la autonomía de la clase trabajadora.
Aunque Chomsky aborrece cualquier adoración de los héroes –especialmente de sí mismo–, valora lo que se puede aprender de los experimentos humanos en la vida. Con este espíritu, examinar la vida de Chomsky tiene valor para los antiautoritarios que buscan entender cómo sobrevivir. Chomsky sabe muy bien que la suerte ha sido un factor principal en su victoria contra las probabilidades, pero ni siquiera una suerte fantástica es suficiente para que un anarquista estadounidense sobreviva y tenga un impacto profundo. Chomsky también posee inteligencia extraordinaria, racionalidad del tipo de Spinoza, y gran sabiduría para la supervivencia.
Examinando las vidas de antiautoritarios estadounidenses tanto trágicos como triunfantes en Resisting Illegitimate Authority (Resistiendo a la autoridad ilegítima), puede verse que aquellos antiautoritarios que han prosperado han tenido, además de buena suerte, sabiduría sobre autoayuda, incluyendo sabiduría sobre relaciones humanas y sobre finanzas. Los antiautoritarios con vidas más trágicas a menudo han complicado ataques autoritarios sobre sí mismos con sus propios ataques autodestructivos.
En realidad estas palabras sobre Noam Chomsky tienen también una base personal. En el año de 1995 ó 1996 tuve la fortuna de ser invitado a Cuba por conducto del Ministro de Cultura de aquel entonces en Cuba Abel Prieto, y claro, de asistir a dos conferencias extraordinarias que dictaba Noam Chomsky sobre la posibilidad de las transformaciones sociales profundas, y posteriormente a una de esas conferencias a una cena íntima que ofrecía Fidel Castro a sus reducidos invitados, de hecho solamente Noam Chomsky, Pablo González Casanova, un servidor y nuestras esposas. No hace falta decir que, por razón natural, la conversación se concentró fuertemente en el estadounidense y en el Jefe de Estado Cubano, es decir, entre Noam Chomsky y Fidel Castro, con intervenciones también contadas y discretas de Pablo González Casanova y de un servidor.
Hasta donde me alcanza la memoria, el punto central de aquella discusión tuvo que ver con algunas afirmaciones de Chomsky que Fidel Castro se proponía refutar. La afirmación central de Chomsky es que en el mundo de hoy resultaba prácticamente imposible organizar una mayoría opositora coincidente y consistente, entre otros motivos a causa de la gran influencia de los medios de comunicación masiva que hacían ya su aparición imparable en aquel tiempo, y que según Chomsky hacían prácticamente imposible lograr mayorías de opinión y muy difícil la militancia coincidente de partidos y movimientos. Ante estas afirmaciones, a todas luces pesimistas, Fidel Castro argumentaba con optimismo (y pasión) que las mayorías desvalidas siempre tenían la posibilidad de actuar unificadamente en un sentido práctico e ideológico coincidente. En otras palabras, mientras Fidel Castro creía firmemente en la revolución, Chomsky dudaba radicalmente de sus posibilidades.
Chomsky lingüista, Chomsky filósofo, Chomsky analista y activista en el corto plazo político: tres facetas de una personalidad independiente y arrolladora. Heredero de la filosofía racionalista de la Ilustración y del pensamiento anarquista, crítico acerado e infatigable y escéptico militante: un Sócrates de nuestro tiempo, sabio lúcido e irónico, maestro de miles de personas a lo largo y ancho del globo, a quien la revista norteamericana Foreign Policy y la inglesa Prospect eligieron en marzo de 2006 como el intelectual más influyente del mundo.