Max Lesnik
Si bien la situación en Venezuela se ha tornado difícil para el gobierno constitucional del Presidente Nicolás Maduro debido al cerco diplomático y mediático a que ha estado sometido –además de la amenaza de una invasión militar– por el gobierno norteamericano del Presidente Trump y sus obedientes aliados incondicionales, no es menos cierto que también los enemigos de la Revolución Bolivariana se han colocado en una disyuntiva incierta de la cual tampoco pueden escapar a menos que se imponga la sensatez –algo posible pero poco probable– en las altas esferas de Washington.
El Presidente Trump de manera insólita, y para este Duende irresponsable, le entregó la política exterior de su gobierno para América Latina a los más radicales extremistas de derecha del Partido Republicano, como lo son el Senador de Miami Marco Rubio, el Congresista Mario Díaz Balart y los viejos “halcones” de triste ejecutoria como John Bolton y Elliot Abraham, cuyas historias los presentan como arquitectos de la guerra, la muerte y el exterminio.
Al fracasar el “Plan A”, según el cual el Ejército Bolivariano se rendiría ante el chantaje de una confrontación militar con fuerzas extranjeras, traicionando así al gobierno Bolivariano del Presidente Maduro, ahora la alternativa que se les presenta no es otra que una invasión militar desde el exterior, encabezada por los Estados Unidos como se hizo en Irak con el falso pretexto de unas “armas de destrucción masiva” que nunca existieron –ahora se trata de “ayuda humanitaria”– o de lo contrario, de no producirse la intervención militar norteamericana, toda esta explosiva situación a que ha estado sometida Venezuela se convierte en una derrota política de grandes proporciones para Estados Unidos como la que se produjo en Cuba en Playa Girón que consolidó a la Revolución Cubana.