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Opinión

Entre balidos y alaridos

Jorge Lara Rivera

Mientras un infortunado twitt de Jorge Mario Bergoglio Sívori, alias Papa ‘Francisco’, con motivo de la efeméride mundial conmemorativa de la Mujer (8 de marzo) hacía patente de nuevo que el cargo de Obispo de Roma, maltrecho tras tanto escándalo y sin glamour, ha dejado de ser lo que solía, perdido el ‘toque’ en el mundo de la “era de la información y de la comunicación”, otra mala nueva llegaba al Vaticano desde la Francia, aunque laica, reducto del catolicismo europeo. (El breve mensaje del Sumo Pontífice que pretendió ser elogioso resultó contraproducente a ‘Francisco’, al parecer, ofensivo a muchas mujeres de ‘pro’ desatando su ira al punto de que fue replicado acremente por celebridades hartas de que las féminas sean vistas como objetos decorativos y pasivas ante un destino social como simples incubadoras y fatalmente condenadas a la servidumbre.

Ámpula que no ha dejado de crecer en las ‘redes’ respecto a ‘seguidores’ y mal tono, manando ácido contra la opinión tradicionalista y ultraconservadora de la Iglesia católica –corresponsable, si no culpable del todo de la generalización de tales acepciones en su grey– expresada por su líder espiritual; especialmente en momentos políticos álgidos como el que vive Argentina (tierra natal de ése) donde su legislación encara de nuevo la posibilidad de reconocer “el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo” y cuando el oscurantista revisionismo patente en el Congreso de Nuevo León por su involución, donde hasta una diputada de MORENA se pronunció por proscribir ese derecho y criminalizar a mujeres violadas que pretendan abortar el fruto de la violación; y patente con desvergüenza sin límite, en la increíble posición de la controversial periodista y conductora radiofónica y televisiva de la conservadora TV Azteca, hoy senadora morenista, Lilly Téllez, quien amenaza presentar una iniciativa en ese mismo sentido en el Legislativo federal).

Una inopinada (por la cuestionable posición de la Fiscalía), pero anodina condena a 6 meses de prisión –pero sin pisar la cárcel–, por “culpabilidad de no haber denunciado malos tratos” ha sido la resolución del Tribunal Correccional de Lyon en la causa seguida contra el encubridor Philippe Barbarin, cardenal desde 2002 y arzobispo de Lyon, poderoso jerarca de la Iglesia gala, tras omitir informar a la autoridad entre 1986 y 1991 con respecto a 1 cura depredador sexual de chicos boys scout; la cual inició en enero 7. Sin duda un duro revés para el catolicismo europeo. El caso remite tanto a las violaciones masivas contra niños y jovencitos irlandeses por integrantes de la asociación de Boys Scouts que hiciera públicas la ministra de protección a la infancia de ese país europeo católico, como al del fementido cardenal australiano George Pell, de 77 años, ‘Prefecto de la Secretaría de Asuntos Económicos’, muy cercano al Papa Francisco y considerado el número 3 de la jerarquía clerical, declarado culpable en diciembre por el jurado de un tribunal de Melbourne por abuso sexual contra 2 menores, tras haber mentido reiterada y contumazmente negando las denuncias, pese a que enfrentaba numerosas acusaciones por negligencia y omisión ante abusos sexuales perpetrados por sacerdotes contra menores durante su ministerio en la isla continente de Oceanía, además de un juicio por encubrimiento de pederastia por el que en julio de 2018 fue condenado a prisión domiciliaria que cumplía en casa de su hermana, en Central Coast.

Y es que, luego de los regateos mezquinos a la Ley francesa (por parte del clero) en septiembre de 2018 el Vaticano rehusó que el crucial –a decir de las víctimas– testimonio del cardenal español Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, fuera rendido ante la Justicia gala, arguyendo ‘inmunidad diplomática’, pese a que se sabía que Barbarin lo consultó sobre cómo debía proceder frente a las denuncias de pederastia en 2015); algo que pasmosamente la fiscalía francesa apoyó con sórdida obsecuencia, pudo entablarse el juicio contra uno de los más importantes jerarcas de la iglesia en Francia y 5 miembros de esa diócesis, acusados de encubrir por años delitos sexuales perpetrados por el cura Bernard Preynat contra menores –boys scout, como en Irlanda– entre 1986 y 1991, y enfrentar posibilidad de prisión de hasta 3 años y multas que podrían alcanzar 51 mil 500 dólares (45 mil euros).

El hoy ex cardenal Barbarin aceptó que hubo “algunos errores en la gestión y nombramiento de ciertos sacerdotes”, pero negó, una vez tras otra, encubrimiento alguno, lo que ante las pruebas le valió ser tachado de mendaz en el 3er día de audiencia por el abogado de las víctimas, Jean Boudot (“Yo le digo, cardenal Barbarin, que usted es un mentiroso cuando dice que se enteró en el 2014 del daño causado”), dado que se comprobó que desde el 2010 al menos, este príncipe de la iglesia supo de señalamientos al padre Preynat por comportamiento inadecuado anterior a 1991. El sucio ‘affaire’ se originó en 2015 cuando 9 víctimas del pedófilo denunciaron sus abusos y acusaron a Barbarin porque sabiendo de ellos, no sólo no informó del caso a las autoridades del Estado, sino que permitió a Preynat oficiar en la parroquia de Saint-Foy-lès-Lyon, con niños a su cargo y en colonias vulnerables, hasta que en 2015 se retiró. El cura Preynat quien no hizo declaraciones públicas al respecto, acepta sus abusos en cartas a familiares de víctimas y enfrenta proceso por violencia sexual contra varios menores. Inculpado y detenido, aseveró que sus superiores clericales estaban al tanto de sus inclinaciones sexuales por los niños. Esto motivó que se interrogase al cardenal quien dejó entrever a los medios que fue advertido de los comportamientos del cura desde hacía tiempo. Pese a ello, negligente, sólo se reunió formalmente con una víctima hasta noviembre de 2014 luego de lo cual por fin envió un correo a la Santa Sede comunicando lo que sabía, la cual sólo hasta enero de 2015 le instruyó separarlo de su parroquia, algo que el purpurado no cumplió sino 6 meses luego.

Pese a todo eso, el sesgo prejuiciado de la Fiscalía, encabezada por Charlotte Trabaut, en la Francia presidida por Emmanuel Macron, para favorecerlo, fue notorio al descartar por anticipado la solicitud de cárcel para el cardenal; actitud consonante con el favoritismo seguido en el verano de 2016 cuando luego de 6 de meses de pesquisas y un interrogatorio al prelado de 6 horas, desechó el caso aduciendo que el crimen de “ausencia de denuncia” de los hechos por el cardenal galo no estaba probado. Incluso durante el proceso, resultó ilustrativo de parcialidad el insólito alegato de la fiscal con base en aquellas investigaciones, insistiendo en que el cargo de no ayudar a una persona en peligro había prescrito y se carecía de pruebas suficientes como para condenar a los implicados por no denunciar violencia sexual contra un menor. Fue sólo porque algunos de los más de 70 agraviados promovieron un procedimiento de citación directa que en Francia permite a las víctimas recurrir directamente a un tribunal penal que se pudo reabrir el caso, aunque cuando por fin llegó a la corte en Lyon, habían prescrito varios cargos.

Existen antecedentes de crímenes de tan deleznable índole perpetrados por altos jerarcas de la Iglesia: 2 obispos han sido condenados pero, igual que ahora, a penas de cárcel exentas de cumplimiento, por haber ocultado los comportamientos pederastas de curas que tenían a su cargo: a 3 meses el primero (en 2001) y a 8 meses el segundo (noviembre de 2018). Barbarin ha tenido que presentar su renuncia tan pronto se supo de su condena y esta vez tuvo que ser aceptada por el Papa, pues ya la había presentado en septiembre pero ‘Francisco’, imprudentemente, prefirió esperar el fallo de la Corte, exponiendo su papado y a la Iglesia al descrédito consecuente de la sentencia de culpabilidad, y por más que el crimen ha quedado sin castigo real envía un potente mensaje simbólico.

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