Opinión

Precisiones sobre la Revocación del Mandato

Jorge Canto Alcocer

De un modo nuevamente ridículo, sin argumentos, con retórica vacía, Marko Cortés, el patiño que dice dirigir al Partido Acción Nacional, lanzó lo que llamó “alerta internacional” contra la iniciativa de revocación de mandato para el Poder Ejecutivo, aprobada en días pasados por la Cámara de Diputados y que se discutirá en los próximos días en el Senado de la República. Cortés y las voces de la derecha han adelantado su oposición a esta reforma, argumentando que, en virtud de la popularidad del presidente López Obrador, en vez de ser una revocación ser convertirá en el primer paso para la reelección. También señalan que se siguen los mismos pasos que Venezuela y Bolivia, lo que ratifica, según el decir reaccionario, que la iniciativa tiene ribetes anti-democráticos.

No es posible establecer un auténtico debate con quien no muestra seriedad ni congruencia, pero sí nos parece conveniente precisar el sentido de esta reforma política, vieja propuesta de la izquierda mexicana y latinoamericana, que, paradójicamente fue apoyada en 2011 por el PAN. El procedimiento es reconocido internacionalmente como parte de la llamada democracia directa o participativa, ya que contribuye a fortalecer la decisión del ciudadano, así como el compromiso de la autoridad electa con sus votantes.

En menor o mayor medida, la revocación popular del mandato existe en más de una treintena de países de todos los continentes del mundo, en algunos de ellos desde hace siglos. En Suiza, por ejemplo, fue introducida a nivel local desde mediados del siglo XIX, y en Estados Unidos desde principios del siglo XX, siendo la última vez que fue utilizada con éxito hace 15 años en California, cuando le fue revocado el mandato al gobernador Gray Davis después de unos cuantos meses de ejercicio, en los que notoriamente contradijo la mayor parte de sus promesas de campaña.

En efecto, y de manera reciente, la revocación fue impulsada en Venezuela y Bolivia por gobiernos eminentemente populares, que llegaron al poder no a través de los partidos oligárquicos tradicionales, sino de movimientos contestatarios y anti-neoliberales. En ambos casos, los partidos conservadores aprovecharon la reforma para intentar revocar los mandatos de Hugo Chávez y Evo Morales, respectivamente, siendo ampliamente derrotados en las urnas. Incluso contra Maduro lo intentó la oligarquía venezolana en 2016, pero no pudieron cumplir con los requisitos en tiempo y forma. Ante ese fracaso, como sabemos, han intentado todo género de acciones, siendo la pretendida usurpación de Guaidó, apoyada por Trump, la más reciente.

Entonces, la derecha realmente sabe que la revocación es una herramienta de la democracia y de la decisión popular, y por ello la rechaza en términos filosóficos, pero históricamente ha intentado utilizarla para el logro de sus fines. Y lo que ha sucedido en Nuestra América recientemente es que los pueblos consultados han salido a las urnas para defender a sus gobiernos, dando certera bofetada a quienes han buscado engañarlos con sus cantos de sirena para luego, ya en el poder, desplegar de nuevo toda su política corrupta y mentirosa.

Si la derecha se mantuviera unida en su postura contra la revocación podría lograr frenar esta reforma, lo sabemos. Pero también sabemos del oficio político de Ricardo Monreal, un negociador hábil hasta la genialidad, y que pondrá todo su capital para lograr el avance de la nueva ley. Pero, insistimos, hay que develar claramente la posición de la derecha: no le tienen miedo ni a la revocación en sí, ni a AMLO. A quien le temen, como siempre, es al pueblo, y por ello se niegan a entregarle una herramienta favorable a sus intereses.

Creemos, por otra parte, que la iniciativa, como está en el momento, sólo contempla a los depositarios del Poder Ejecutivo, debe ampliarse a todos los poderes, e incluso, como está vigente en otras naciones, a los funcionarios no electos, pero que desempeñan una responsabilidad pública y cobran un sueldo que emana de los impuestos que pagamos todos. Son aspectos perfectibles, por lo pronto, saludemos este importante avance y observemos con atención las negociaciones en el Senado. No sería raro que la habilidad y persuasión de Monreal logre vencer al patiño Cortés y su “alerta” que no engaña a nadie.