Opinión

Jesús Solís Alpuche

Hace 43 años, comisionado por la SCT en Baja California Sur, tuve la oportunidad de colaborar con un periódico de contenido político social clasista editado en el mineral de Santa Rosalía. Lo dirigía el Prof. Jesús García Manríquez, a quien llamábamos “El Bobby”. Consecuente con sus ideas sociales, era un hombre intransigente con la simulación, el oportunismo y las complicidades que han caracterizado al sistema político mexicano.

Hicimos amistad en el oasis de Mulegé, bebiendo, después de un certamen literario en el que El Bobby había ganado en poesía y yo en cuento. Me cayó bien su prepotencia cultural e ideológica y su rabiosa tristeza por el sistema que nos premiaba. Así me sumé al equipo de “El Proletario”, no obstante, era colaborador de otros medios a lo largo de la Península bajacaliforniana. No sabía mucho del origen ni el final de “El Proletario”, hasta hoy, que El Bobby me envía estas notas informando que un número estuvo en la Casa de la Cultura en BCS, pero ya no… por lo que hoy nos cuenta:

-La lucha minera de Santa Rosalía se remonta a los años 20 en que los mineros de los Grupos (Santa Martha, Purgatorios, Providencia, San Luciano y Santa Rosalía (central), dieron vida a la insurgencia que puso en un predicamento a la empresa de El Boleo ya que el 17 de abril de 1925 estallaron la huelga que duró 28 días. A los pocos meses de 1926 se organizan mejor y forman el Sindicato Minero al que se le conoció como sindicato rojo por su formación anarco-comunista, influenciados por la lucha de los mártires de Chicago, por la Revolución Rusa y el Manifiesto Comunista. Esto me consta –lo de anarco-comunista- porque por los años del 70, en una remodelación de las oficinas del sindicato un compañero de la dirección me regaló unos cuadernillos que tenían el sello del sindicato rojo y las filiales de los Grupos. Estos cuadernillos eran de filosofía marxista y el Manifiesto Comunista. Con el tiempo estos cuadernillos los regalé el compañero Juan Manuel Romero Gil, doctor en esos menesteres. También le regalé unas fotos.

La huelga fue controlada y el gobierno del territorio del general Agustín Olachea y la empresa la sofocaron a golpe de amagos y destierros, como todavía suele pasar. Para dar vida a los famosos “poquiteros”, inaugurando (así) la era del outsourcing subcontratación, aunque en Cachanía ni a eso llegó, desconocen a los mineros como empleados de la empresa y se inicia el martirio de los “mineros libres” sin patrón.

Para los años setenta me intereso en la vida minera, vuelvo al socavón en vacaciones ya siendo maestro, y empiezo a organizarlos y en una década dimos vida a una lucha férrea contra el gobierno y la empresa que ya era mexicana. La lucha no puede estar sin su órgano de difusión y en 1972 surge a la luz pública El Proletario, tamaño tabloide, ya que unos meses antes se imprimía en mimeógrafo en hojas tamaño oficio. El Proletario, como todo órgano de vanguardia y férreo enemigo de los explotadores, luego es acorralado. Del Eco de California, pasamos a una imprenta del profesor Alfredo Carballo, luego en la imprenta de la Ciudad de los Niños; por último, unos números se imprimieron en Guaymas. No resistimos la represión y El Proletario guardó sus armas en 1979.

No recuerdo la fecha en que dejó de circular porque –ya estando en esta ciudad- un día reacomodé mi archivo con tan mala suerte que lo dejé en un buró, llegó una hija, vio las hojas amarillas y viejas y lo llevó a la basura. Cuando di vida a Rumbo Centro en esta ciudad, coloqué un anuncio solicitando me entregaran un número y daba una gratificación. En un viaje a Santa Rosalía mi padre me entregó un ejemplar. Era el número 33 (la edad de Cristo) Lo coloqué en un cuadro con marco y vidrio y quedó en una pared.

En 2012 un compañero radicado en Mexicali y que participó en la energía de El Proletario —tan es así que dio vida al cabezal o logotipo del periódico. Un logo que refleja meridianamente el principio ideológico de él— me habla y me da la idea de que nos reunamos en Cachanía los fundadores que podamos, hagamos una cena acompañados por la esposa, y, en el acto protocolario les entregue un periódico fotocopiado. Luego la noche bohemia. “Ahora sí te puedo acompañar todas tus canciones ya que aprendí a tocar bien la guitarra”, me dijo. Convoqué a Benito Cañedo, Marcos Núñez, al Ligay, que radica en Guerrero Negro, a Nemesio Fiol, y a Jesús Solís Alpuche le envié un ejemplar hasta Yucatán.

Por razones que no vienen al caso comentar la famosa reunión no se concretó. Hubiera sido muy bonito recordar la gran lucha de los 70. Me quedé con la idea y decidí llevar un ejemplar encuadrado, a las fiestas de octubre, y entregarlo a la Casa de la Cultura. Benito y yo lo develamos. Y quedó colocado en una pared, como mudo testigo de una época irrepetible hasta hoy. Mandé el texto del pie del periódico al compañero Nacho Arce. Lo escribió en una tarjeta y se colocó abajo del tabloide. El texto dice:

EL PROLETARIO. Periódico de combate en la lucha de los mineros, que circuló bimestralmente desde enero de 1972 hasta 1979. Su dueño y director fue el profesor Jesús “Bobby” García Manríquez y el jefe de redacción fue el profesor Benito Cañedo Osuna. Al principio se imprimió en mimeógrafo para después imprimirse en la ciudad de La Paz, B.C.S., en los talleres de El Eco de California, en la Ciudad de los Niños y en la imprenta del profesor Alfredo Carballo. Por su línea férrea contra el gobierno y los funcionarios se prohibió su impresión en la Paz. Los últimos números se imprimieron en el puerto de Guaymas, Sonora. Niños de primaria y jóvenes de secundaria lo vendían y ganaban un peso por ejemplar. EL PROLETARIO FUE UNA VERDADERA ESCUELA DE LUCHA SOCIAL QUE REBASÓ LAS FRONTERAS DE LA ENTIDAD.

En las recientes visitas a mi pueblo, al pasar por la calle y voltear a la pared, no lo he visto. Volví a recurrir al compañero Nacho Arce para que fuera y preguntara dónde está. Le informaron que buscarían en dónde lo guardaron.

La acción de haberlo retirado de la pared es un acto a todas luces injusto que atenta contra la época de lucha minera en mi pueblo. El Proletario es, hasta hoy, la única prensa que se dedicó a fustigar a los malos gobiernos y la acción abusiva de la empresa que, al fin en 1985, dejó a los mineros sin patrón, tirados como trastos viejos. Y la lucha del Proletario tenía como centro, precisamente, la tesis de que la empresa del gobierno era el patrón de ellos. Un documento entregado a la Casa de la Cultura es un documento que obligadamente se tiene que conservar. Convoco al alcalde Felipe Prado para que El Proletario vuelva a su lugar. Fotos históricas también han desaparecido. Alea Jacta Est. 04-04-19- Mi correo: raudel-tartaro@hotmail.com Concluye el Bobby.