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Opinión

Medios y transparencia

Diego Petersen Farah

El Presidente de la República puso sobre la mesa un debate tan añejo como controversial: ¿deben los medios de comunicación revelar sus fuentes de información? A su estilo, López Obrador soltó la piedra para ver quién la recogía y llevó la discusión ya no sólo al derecho de los periodistas a no revelar sus fuentes, sino a si los medios están o no obligados a la transparencia.

Los medios, lo hemos dicho en otras ocasiones, son empresas privadas de interés público. Como empresa privada tiene obligaciones que implican dar a conocer su información financiera al Gobierno a través de sus declaraciones fiscales, pero hasta ahí, y el Gobierno está obligado a proteger esa información que es de carácter privado. Al ser una empresa de interés público, cada medio decide, en aras de generar confianza, qué procesos hace del conocimiento de su audiencia. Algunos deciden hacer explícito su compromiso editorial, otros su libro de estilo, o incluso tener mecanismos de defensoría de la audiencia. Pero eso, que es una decisión propia, es también visto, de una manera amplia, una estrategia de vinculación con el mercado, en la que el Gobierno no tiene incumbencia alguna.

Con el Gobierno pasa exactamente lo contrario. Éste está obligado a transparentar toda su información salvo aquella que explícitamente, por razones de seguridad o de protección de datos personales, la ley le permite reservar. Y la razón es muy sencilla: los dueños de la información somos los gobernados porque nosotros pagamos con nuestros impuestos cada peso que ejerce el Gobierno y, por lo mismo, tenemos derecho a saber cómo y por qué se gastó (que no existan, por ejemplo, documentos de los planes y programas de Gobierno como el de fomento a la lectura o de combate al huachicol no es un asunto menor, puede tener consecuencias serias al momento de explicar el gasto ante la Auditoría Superior de la Federación).

Buscar meter a los medios a la lógica de revelar sus fuentes como un mecanismo de transparencia no sólo es un despropósito, sino un atentado a la libertad de expresión. Es entendible que a los políticos les caigan en el hígado las filtraciones de información y nada les hace más daño en el ejercicio del poder que quedarse con la duda de quién fue el “traidor” que pasó a la prensa un documento. Pero eso sólo le importa a él. Dicho de otra manera, eso que López Obrador llama transparencia en los medios no es sino una forma de control de información que han buscado todos los hombres de poder y que algunos logran en mayor medida que otros, pero, por suerte, ninguno completamente.

Que los medios transparenten la forma en que construyen su información ayuda a generar credibilidad; que se les obligue a dar a conocer sus fuentes de información, limita la capacidad de construir más y mejor información.

(SIN EMBARGO.MX)

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