Opinión

Dos Bocas: un balazo en el corazón

Por Adrián López Ortiz

Confieso que nunca pensé que López Obrador se atreviera a cancelar el aeropuerto de Texcoco. Incluso si en la “consulta” ganaba Santa Lucía. Me parecía un balazo en el pie. Y se lo dio.

Esa decisión sigue siendo el peor precedente en la relación del Presidente con el sector privado. Si había elementos de sobrecostos y corrupción, lo sensato era intervenir el proyecto, no cancelarlo. La cancelación enseñó que nuestro presidente es capaz de llevar sus posturas al extremo. Sin importar si tiene razón o no. Eso genera incertidumbre y destruye la confianza.

Un dilema similar se presenta ahora con la construcción de la refinería de Dos Bocas en su terruño, Tabasco. Como sabemos, la licitación se declaró desierta pues las empresas invitadas, los consorcios Bechtel-Techint (Estados Unidos, Italia-Argentina), WorleyParsons-Jacobs (Australia-Estados Unidos), Technip (Francia) y KBR (Estados Unidos) no encontraron manera de hacer una refinería de ese tamaño (400 mil barriles diarios), en ese tiempo (3 años) y a ese costo (8 mil millones de dólares).

Es decir, para las empresas especializadas en construir refinerías en el mundo, Dos bocas es imposible como lo quiere el presidente.

Ante el diagnóstico experto, lo lógico hubiera sido reconsiderar el proyecto; pero no, López Obrador encargó la obra a la SENER y a PEMEX. “Y tenemos mucha capacidad técnica. Hay refineros expertos mexicanos que nos dan la seguridad de que vamos a poder tener la tecnología, los elementos técnicos para construir la refinería”, dijo.

El anuncio generó reacciones negativas en el sector empresarial y financiero de inmediato, básicamente por dos razones: primero porque el pronóstico presidencial de tiempo y costo es demasiado optimista y, segundo, porque invertir en Dos Bocas comprometerá fuertemente la situación financiera de PEMEX y su calificación crediticia.

Según un estudio reciente del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) el proyecto costaría cerca de 14,470 millones de dólares. Casi el doble de lo estimado por Presidencia. Además, otro estudio del IMCO considera que el proyecto tiene apenas 2% de probabilidades de éxito y a eso agregue que PEMEX no ha hecho una refinería en 40 años.

Pero nada de eso importa porque, como dijo el senador Ricardo Monreal sobre el tema: cuando el presidente se propone algo, lo consigue.

Y aquí volvemos a un fondo reiterado en la actitud presidencial: el desdén por los datos, el conocimiento experto y la evidencia. Tenemos un presidente que pone la retórica por encima de los hechos y eso, en el caso de esta refinería puede salirnos carísimo. Tanto, que más de un analista considera que la refinería de Dos Bocas puede ser uno de los grandes errores de su sexenio. Y yo coincido.

La economía de México no está “requetebién” por más que se insista desde el púlpito presidencial. Tenemos estabilidad macroeconómica pero la desaceleración del crecimiento es innegable. Todas las instituciones financieras coinciden en que vienen al menos dos años de un crecimiento muy magro e insisten en la necesidad de generar certidumbre para incentivar la inversión privada.

En ese contexto uno esperaría que el presidente apoyara a su equipo en Hacienda para fortalecer la estrategia de rescate de PEMEX, pero la necedad de construir Dos Bocas va justo en la dirección contraria por inviable, cara y riesgosa.

Dos Bocas no solo es un sinsentido en épocas de transición mundial a energías renovables, sino que en el mediano plazo su impacto podría ser todavía más grave: si fracasa en tiempo, costo y resultados, arrastraría la calificación de PEMEX a la baja y eso afectaría fuertemente la economía de todo el país.

Se entiende que la refinería representa una de las principales promesas de campaña de López Obrador, pero una cosa es la congruencia y otra la necedad. El fracaso de Dos Bocas podría ser no solo otro balazo en el pie, sino uno en el corazón de la Cuarta Transformación. Ojalá se recapacite, hay tiempo.

(SIN EMBARGO.MX)