El Presidente de la República califica al aparato de la administración pública actual como un elefante echado, reumático y mañoso, al que hay que empujar para que funcione. Con esta analogía explica las dificultades que enfrenta su gobierno para alcanzar la celeridad requerida para que sus programas logren el grado de cumplimiento deseado. Agrega el Presidente que, además, el aparato no estaba diseñado para servir al pueblo, sino que sólo funcionaba como facilitador de los negocios de la minoría rapaz.
Un paréntesis. Recién vi la serie documental titulada 1994 de Netflix, compuesta por una serie de entrevistas con personajes cercanos al asesinato de Luis Donaldo Colosio; el caso es que me pareció muy reveladora la respuesta de Carlos Salinas de Gortari a la pregunta de cómo había conocido a Colosio, a la que respondió: “alguien me habló de un joven que estaba terminando su doctorado en una universidad en los Estados Unidos, que mostraba inquietudes de orden social y político; lo entrevisté y de inmediato lo incorporé a mi equipo”. Lo revelador del caso es que confirma la forma en que se reclutaba al personal para el servicio público con base en egresados de postgrado de universidades gringas (egresados de la UNAM o el IPN, favor de abstenerse) y, por consiguiente, su perfil ideológico. Incluso se creaban puestos inexistentes para poder capturarlos. Así el aparato de la administración pública adquirió el profundo sello neoliberal, que adormeció y reumatizó al elefante que hoy se necesita recuperar y sanear.
Pero hay otro problema no mencionado: el dicho elefante está tumbado junto a un precipicio, de manera que no es sólo empujarlo sino que hay que dirigirlo en sentido contrario al que naturalmente tomaría al levantarse. Me refiero a que la situación en que dejaron al país los tecnócratas neoliberales es ruinosa, al grado de que un mal paso del elefante puede derivar en un desastre mayúsculo, de ahí que el nuevo régimen se vea obligado a respetar fórmulas neoliberales en materia de mantener el equilibrio en las variables macroeconómicas y la autonomía del Banco de México, reducción del aparato burocrático, entre otras, que no son del talante de un gobierno progresista.
La renuncia de Germán Martínez Cázares a la dirección del IMSS pone sobre la mesa el conflicto con la Secretaría de Hacienda, reduciéndolo a una simple disyuntiva entre prioridades: la garantía de la salud popular o la ordenación del gasto público. En realidad la gravedad es mayor a una simple contradicción: se trata de superarla y conducir el proceso en simultáneo; no es una u otra, sino las dos. El Presidente otorga todo el respaldo al Secretario de Hacienda; se conocen bien y trabajaron juntos en el Gobierno del DF y en condiciones parecidas: con todas las apuestas en contra y pudieron salir airosos de la adversidad. Urzúa es un soldado de AMLO en su trinchera, su mejor carta para navegar en el proceloso mar de las finanzas y en el furibundo control del gasto, lo que incluye su racionalidad y, principalísimamente, su honestidad.
Es importante destacar que no se trata de una contención del gasto al estilo neoliberal tradicional, sino de otro estilo de gobierno austero por convicción (“no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”) pero lanzado a la inversión productiva de los recursos públicos al máximo posible. PEMEX es en este sentido la gran apuesta y la más clara liza contra el neoliberalismo auto castrado; se trata de que en la segunda mitad del sexenio la empresa vuelva a ser el gran motor del bienestar del país, a costa de severos sacrificios en la primera mitad; no tantos como para olvidar los otros proyectos de desarrollo ni mucho menos los programas de beneficio social directo.
Conste: austeridad en el gasto corriente y liberalidad en la inversión. La derrama de recursos de los programas sociales, sin demérito de su sentido justiciero, es un enorme impulso al mercado interno y deberá verse reflejado en el aumento de las actividades comercial e industrial; por su parte los proyectos de inversión en PEMEX operados por trabajadores y empresas mexicanos constituyen el mayor incentivo para la producción industrial de insumos.
Con el elefante trotando en la pradera también el orgullo nacional va en prenda y hay líder para recuperarlo. ¡Se cansa gansa!
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