Sorpresiva, pero no injustificada, es la renuncia de Germán Martínez a la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social. Se trata del más duro golpe que se haya asestado al neoliberalismo de la Secretaría de Hacienda en lo que va del presente sexenio, lo que ha despertado las iras de los fundamentalistas de Morena, quienes están cubriendo al renunciante de improperios, no por las sólidas razones de su retiro, sino por su pasado panista.
El Seguro Social padece grandes problemas que se evidencian en las interminables colas de fracturados, heridos y otros pacientes que ocurren al servicio de urgencias; en la inhumana espera a que se somete a los necesitados de una operación inmediata, en las aglomeraciones que suelen formarse ante la falta de personal, en la frecuente escasez de medicamentos indispensables, en la falta de camas y en otros fenómenos que conoce cualquiera que se haya asomado a una clínica u hospital del Instituto.
Esas deficiencias no son producto de la casualidad, sino el resultado de 36 años de gobiernos neoliberales, los que se empeñaron en sabotear el funcionamiento del sector público en áreas tan sensibles como la salud o la educación. Esa política depredadora convirtió en chatarra las instalaciones de Pemex o de la Comisión Federal de Electricidad.
En su permanente embestida contra el sector público, el neoliberalismo estimuló la corrupción, desalentó a los servidores públicos, privó a las instalaciones de insumos y otros elementos indispensables para su buen funcionamiento. El propósito era acabar con las instituciones y empresas públicas y orillar a la privatización de todo.
Por supuesto, el IMSS nunca se ha librado de ciertas lacras, pero el burocratismo, la improductividad, las raterías o las insuficiencias fueron siempre marginales hasta que llegaron los acólitos de Milton Friedman, quienes hicieron todo para llevar al desastre lo construido por varias generaciones de mexicanos.
Germán Martínez, a quien nadie puede acusar de extremista de izquierda ni cosa parecida, ha sido contundente: “Algunos funcionarios de la Secretaría de Hacienda –dijo con toda claridad– tienen una injerencia perniciosa en el IMSS y ponen en riesgo la vocación igualitaria, de justicia y, concretamente, de prestación de servicios de salud que tiene el Seguro Social.”
La injerencia perniciosa a la que se refiere Martínez Cázares, se resume en el credo de la pandilla tecnocrática de “ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal”, justamente del personal que atiende a los derechohabientes en jornadas agotadoras, muchos de ellos sin plaza de base.
Por Ley, el IMSS tiene autonomía técnica, pero la tecnocracia pretende colocar “delegados administrativos”, una especie de policías administrativos de Hacienda en cada estado, pasando por encima de los acuerdos y nombramientos realizados por el consejo técnico del propio Instituto, lo que convertiría en autoridad suprema del Seguro Social a los embajadores del vicepresidente Carlos Urzúa.
El jefe del Ejecutivo, lejos de sopesar las contundentes razones de la renuncia, respondió que para sustituir a Germán Martínez “afortunadamente hay muy buenos servidores públicos en el país” (¿El renunciante era malo?) y que “vamos a que el Seguro Social mejore y que se acoplen Hacienda y el Seguro Social”, sí, sometiéndose a los dictados de la pandilla de los “neos”, ante los cuales AMLO se dijo “muy ortodoxo, muy respetuoso de las decisiones que toma Hacienda”, o en su caso Urzúa, el profesor del Tec de Monterrey con casi nada de experiencia en funciones de gobierno.
El mandatario agregó algo innecesariamente ofensivo para Germán Martínez, pues refiriéndose a la precariedad en el abasto de medicamentos, dijo que “no hay que dejarse intimidar por ningún proveedor”, lo que sugiere que al ahora ex director del IMSS le faltó carácter ante los proveedores.
De este modo, el responsable de los despidos masivos en el sector público, de la caída de la actividad económica, de la drástica reducción de recursos a las instituciones, seguirá gobernando de acuerdo con los dictados de los organismos financieros internacionales, aunque Donald Trump no le agradezca. No votamos por eso.