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Opinión

Migración y Economía

Michael Vázquez Montes de Oca

La Economía Popular

Todos están al tanto o les interesa el drama humano de las emigraciones desde del Sur hacia el Norte, con sus secuelas de muerte, desamparo y miseria, particularmente agudo de África y Asia hacia Europa, de Europa del Este hacia Occidente, de Centroamérica, México y Cuba hacia los Estados Unidos, sin contar las de América del Sur.

Según Wikipedia, la migración es el desplazamiento que se produce desde un lugar de origen a otro destino y lleva consigo un cambio de la residencia habitual en el caso de las personas o del hábitat de las especies animales. Las migraciones internacionales modernas, implican dos momentos principales: la emigración, salida de individuos de una región para establecerse en otra y la inmigración, la llegada procedente de otro lugar.

El 37% de la migración mundial es desde países en desarrollo a desarrollados, nivel que indica la existencia de grandes incentivos a la misma, en particular aquella denominada Sur-Norte. Se trata no sólo de potenciales ganancias y de bienestar material, sino de aquellas relacionadas con vivir en sociedades con un amplio respeto a las libertades y los derechos humanos.

Los migrantes que se ven forzados a dejar su hogar, su comunidad y sus redes de apoyo para buscar un futuro mejor: en gran medida, jóvenes y en los últimos años se han aumentado los niños y el corredor de América Central-México-Estados Unidos sobresale al multiplicarse por diez.

Las causas socioeconómicas son esenciales en cualquier proceso migratorio. De hecho, existe una relación directa entre desarrollo socioeconómico e inmigración y, por ende, entre subdesarrollo y emigración; la mayor parte se hace huyendo de las penurias, buscando acceso al trabajo, un mejor nivel de vida, mejores entornos y remuneración, o en casos más críticos, por cuestiones de supervivencia, hambre y miseria que obliga a muchos a arriesgar su vida y hasta perderla en multitud de ocasiones, con tal de salir de su situación.

La globalización es íntimamente afín con las migraciones modernas. El proceso contemporáneo, iniciado luego de la Segunda Guerra Mundial y consolidado tras el colapso de la Unión Soviética, estableció un sistema mundial de libre circulación de capitales, bienes y entes e impulsó grandes movimientos de ejecutivos y empresarios desde y hacia todas partes del mundo, la fuga de cerebros, artistas y deportistas de los países más pobres hacia los más avanzados y de trabajadores para emplearse en puestos infravalorados por los ciudadanos nacidos en los ricos (empleo doméstico, recolección de basura, construcción, gastronomía, etc.).

Ello ha llevado a imponer crecientes restricciones a la inmigración de mano de obra no calificada, pero ninguna de las sociedades ricas puede prescindir de ella porque amplios segmentos de los mercados de trabajo la demandan (ni los más descalificados trabajadores nativos están dispuestos a desempeñar ciertas labores), aunque se continúa promoviendo la libre circulación de empresarios y científicos, así como la de capitales.

En las condiciones de la globalización, estas limitaciones presionan más sobre las carencias de las sociedades, aumentando la desigualdad y promueven la trata de personas y la explotación de los inmigrantes, disminuyendo aún más los salarios de los empleos rechazados, lo que ha creado un círculo vicioso de circulación del capital y emigración forzada y parecen incentivarse aún más.

Hay una migración masiva hacia los lugares que tienen tasas de crecimiento bajas y a Estados Unidos especialmente, lo que produce reacciones sociales fascistas, cargadas de odio, racistas y xenófobas, presentes en el discurso estadounidense, pero también en populistas de derecha europeos.

En el mundo de hoy, 821 millones de ciudadanos pasan hambre (12.9% de la población mundial); 2,800 en situación de pobreza (1,100 en extrema); la nutrición deficiente es fuente de muerte del 45% de niños menores de 5 años (8,500 por día); 264 millones no asisten a la escuela y 66 millones lo hacen con hambre que, según Unicef, con 3.2 mil millones dólares se pondría solución, un poco menos que lo que cuesta un destructor de los 64 que tiene la Armada de Estados Unidos, con el fin de desparramar víctimas por el mundo. No tienen acceso a agua potable 2,100 millones y 4,000 carece de saneamiento seguro; sin no considerar que hay alrededor de 350 millones de que no existen (no tienen ningún tipo de registro de su vida y tanto no son sujeto de estadísticas).

La fuga de cerebros, talentos o altamente cualificada (MAC) de profesionales y científicos es inducida principalmente por falta de oportunidades en sus áreas de investigación, motivos económicos o conflictos políticos, generalmente sin regreso, que históricamente, ha afectado principalmente a los en vías de desarrollo o en peligro bélico y si bien se acentúa en ellos, se manifiesta también entre industrialmente avanzados, debido a diferencias salariales o impositivas.

Un elemento de vulnerabilidad lo seguirá constituyendo la condición no autorizada, tanto en los trayectos como en los lugares de asentamiento. En las rutas de tránsito y en particular en las zonas fronterizas, los migrantes continuarán siendo objeto de abusos y violaciones a sus derechos fundamentales, en la medida en que los gobiernos de los involucrados no asuman su responsabilidad.

La más rápida progresión poblacional se encuentra en las demarcaciones más necesitadas, que presentan desafíos adicionales en el esfuerzo para erradicar la pobreza, lograr una mayor igualdad, combatir el hambre y la desnutrición, y fortalecer la cobertura y la calidad de los sistemas de salud y educación para no dejar a nadie atrás. El envejecimiento demográfico tiene consecuencias sobre el mercado laboral y el desempeño económico, así como sobre las presiones fiscales que muchos enfrentarán en las próximas décadas, buscando desplegar y mantener sistemas públicos de atención médica, de pensiones y protección social para las personas mayores.

Desde el 2010 se manifiesta una reducción en el tamaño de sus poblaciones del 1% o más en 27 áreas, causado por bajos niveles de fertilidad y, en algunos lugares, por las altas tasas de emigración y para 2050, se prevé que disminuirá en un 1% o más en 55 zonas.

Resumiendo, en la era actual las migraciones son una consecuencia natural. Sin embargo, una idea debe resaltarse: el fenómeno debe atenderse tanto en el lugar de origen como de destino y las naciones desarrolladas que resultan favorecidas con el atraso del mundo subdesarrollado: tienen mercado para su producción, consiguen precios muy bajos para sus importaciones, su moneda es más estable porque se aprovechan de la mayor inestabilidad de los otros.

La migración se ha consolidado como un gran negocio a través de la trata de personas por las mafias y las remesas de dinero, que representa una enorme ganancia para los bancos; las remesas seguirán subiendo en 2019 y llegarán a 550 mil millones de dólares (20 mil más que en 2018), aunque el grueso de las ganancias que se generan, sigue quedando en los territorios anfitriones. Es un fenómeno mundial establecido hace años, clave para muchas familias y Estados.

La consecuencia de las intervenciones de Occidente en Libia, Irak, Siria y otros ha dejado una estela de emigrantes que intentan escapar para descansar de la guerra. Lo más cercano es Europa, lo que ha llevado posiblemente a uno de los desplazamientos masivos más significativos de la historia moderna, de 2000 al 2017, el número total aumentó casi 50%.

La movilidad de los centroamericanos se modificó radicalmente a partir del decenio de los setenta, mostrando signos de continuidad e incremento sostenido. A partir de los noventa, el determinante de carácter económico sobre la decisión de migrar ha sido mayor y la inestabilidad política y la inseguridad ciudadana gravitan sobre la región y sobre las posibilidades de oferta de oportunidades a sus ciudadanos, especialmente a los jóvenes que están ingresando en forma progresiva al mercado de trabajo.

En términos generales, Centroamérica no ha logrado transformar significativamente sus aparatos productivos y sus estructuras sociales, continúa mostrando signos de vulnerabilidad frente a las fluctuaciones de los precios internacionales de sus productos de exportación y el horizonte se vislumbra preocupante, existen profundos rezagos sociales que constituyen rígidas barreras ante cualquier intento de dinamización.

En los últimos meses, se ha presentado explosivas caravanas de migrantes de Centroamérica que, atravesando territorio mexicano, pretenden penetrar en territorio norteamericano siendo las respuestas del gobierno de Trump levantar muros y amenazar a México con la imposición de aranceles de hasta un 25% para sus exportaciones a Estados Unidos si no detiene la ola migratoria y la de López Obrador proponer un programa de tratamiento integral para el Triángulo Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) con la participación estadounidense. El imperial gobierno de Trump, en una muestra más de su prepotencia, ha planteado retirar o reducir su ayuda a ellos, con lo que sólo logrará agudizar los problemas.

Trump añadió a su campaña para la reelección la promesa de terminar el muro con México y además acaba de declarar que, si se dejara entrar a las caravanas de migrantes, Estados Unidos sería un desastre y que próximamente comenzará a deportar a miles de ellos.

La incorporación de poblaciones que se encuentran hoy en condiciones de escasez, a los beneficios de la modernización requieren la creación de oportunidades de acceso real a los servicios de educación, salud y alimentación, entre otros. En las circunstancias reinantes, dichas provisiones sólo pueden ser asumidas por los estados, en el ejercicio de su responsabilidad social y, por supuesto, no serán atendidas por los mercados, seguramente más interesados en los rendimientos efectivos y a corto plazo de los capitales.

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