Max Lesnik
Lo que va a definirse en las elecciones presidenciales norteamericanas del próximo año 2020 en las que el Presidente Donald Trump aspira a su reelección, es si los votantes deciden que esta nación sea gobernada por un Partido Republicano controlado por su extrema derecha que propugna el racismo de los supremacistas blancos, que están contra la inmigración, contra una reforma de salud para beneficiar a las empresas farmacéuticas –el trust del dolor– y las compañías de seguros, oponiéndose además al control estricto de las armas de fuego para complacer a la “Asociación Nacional del Rifle”, o por el contrario prefieren un cambio de gobierno con los Demócratas en la Casa Blanca, un Partido que define a los Estados Unidos –al decir de sus aspirantes presidenciales– como un país multirracial y multicultural, con salud universal para todos, con un estricto control de las armas de guerra, donde ser inmigrante hispano o de cualquier país o raza o tener determinada preferencia sexual no sea motivo de rechazo o discriminación.
Ese es el debate y esa es la cuestión. Estados Unidos es hoy por hoy un país dividido en profunda crisis política que anda en busca de un mejor destino.
El dilema está planteado entre dos corrientes de pensamiento contradictorias e irreconciliables. El supremacismo blanco racista que conduce al fascismo y al predominio en el poder de los más ricos o un país con derechos e igualdad para todos, eso que la derecha extrema reaccionaria con pérfida intención califica de “socialismo” y que no es otra cosa que una simple democracia capitalista a la europea. La suerte está echada.