Jorge Lara Rivera
Algunos analistas afirman que Venezuela carece de valor geoestratégico real para la Casa Blanca, que el desmedido afán mostrado por cambiar al régimen por un gobierno a modo de sus intereses, no tiene que ver con apoderarse de los recursos minerales, petrolíferos y auríferos del país. Pero tal tesis no se sostiene vista la avidez y celeridad con que puso en acción todo el variado repertorio de la “guerra de baja intensidad” (o “golpe de estado blando”) enderezado contra Caracas: sabotaje a servicios públicos de importancia vital como energía eléctrica y suministro de agua, bloqueo a la adquisición de alimentos y medicinas, congelamiento de recursos financieros en el exterior, el secuestro de sus reservas de oro y activos, entorpecimiento a las exportaciones, agitación social remotamente dirigida, brotes levantiscos, financiamiento a opositores, aislamiento internacional, ‘campaña negra’ en los medios convencionales y redes virtuales.
Entre lo más reciente, el anuncio de Washington de abrir una Oficina para Asuntos de Venezuela (que trate y acuerde con el espurio “gobierno encargado” de su títere Juan Guaidó, autorpoclamado ‘presidente’), en la vecina Colombia en momentos en que la relación entre las 2 naciones suramericanas es tirante, constituye una arrogante provocación sólo equiparable al consecuente informe que el autoproclamado ha hecho en el sentido de que comenzará a operar ¡un gobierno venezolano paralelo! cuya dirección ha delegado al evadido Leopoldo López, actualmente residente en la embajada española con estatus de “invitado”, mismo que funcionará ¡desde la sede de la embajada española en la República Bolivariana! Cabe recordar la incompatibilidad del estatus que López detenta en esa representación diplomática con tarea tal y lo riesgoso e injerencista para el gobierno español de tolerar la misma sin hacerse ingrato al gobierno constitucional, legal y legítimo del país que preside Nicolás Maduro Moros, aunque lo haya desconocido. Este nuevo teatro –literal– de operaciones montado por Washington y sus secuaces en Canadá y Europa, con apoyo de vasallos en el Grupo de Lima e infiltrados en el llamado Grupo de Contacto Internacional auspiciado por la Unión Europea, en realidad busca torpedear las conversaciones intravenezolanas de gobierno y grupos opositores e impedir el éxito de una solución negociada de la cual Guaidó y su equipo no saldrán bien parados por la fragmentación imperante entre los grupos opositores al régimen, cada cual con sus propias ambiciones, que no le garantiza la victoria en las urnas de unos comicios que antes demandaba y ahora exige sea anterior a la renovación de la Asamblea Nacional cuya legislatura, que es su base de apoyo, está a punto de expirar.
Se trata de otra treta para acorralar y doblegar al gobierno y al pueblo de la patria del Libertador Simón Bolívar, concomitante a la retórica guerrerista de su ujier a cargo del gobierno colombiano, Iván Duque, y la estridencia de sus acusaciones a Venezuela con relación a su propio conflicto con un segmento insumiso de las FARC, creando la atmósfera necesaria que justifique una agresión militar contra su vecina, para materializar el proyecto intervencionista acariciado por Donald Trump y John Bolton desde hace un año, según reveló la prensa norteamericana y que Washington fracasó en lograr, vía provocaciones de la República Cooperativa de Surinam.
Desde el otro lado de la frontera el desmentido tajante ha llegado por voz de Diosdado Cabello, el número 2 en la jerarquía oficial del régimen chapista, quien ha tenido a bien recordar a Duque que lo que está ocurriendo en Colombia y el riesgo de la continuación de 60 años de violencia tuvo origen en la alevosía criminal de los oligarcas colombianos, que Venezuela nada tuvo que ver con ella, aunque sí le tocó recibir a “más de cinco millones de hermanos colombianos”. Por su contraparte, el presidente Nicolás Maduro ha respondido con ejercicios militares en toda la frontera con Colombia, lo que eleva la crisis a punto de gravedad.