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Califican deuda de México en moneda extranjera en BBB+; ¿qué significa?

Opinión

Nada es verdad ni mentira

León García Soler

A la mitad del foro

Tres informes, tres. Y en el Palacio Nacional supo el pueblo de México que se controló, que se redujo a nada, el delito del huachicoleo. Y que Pemex será nuevamente la clave del desarrollo. Cosas del decreto de la Cuarta Transformación que declaró concluida, ida para siempre, la llamada economía neoliberal que ha hecho tanto mal. Así sea. O así ha de ser cuando concuerden las cuentas del gabinete legal y ampliado con las otras cuentas que tiene el presidente del triunfo apabullante del 1º de julio.

Como puede que sí, puede que no. Porque este sábado amaneció la noticia, de primera plana, en la prensa escrita nacional que informa del aumento en ordeñas de gas LP; y que el número de tomas clandestinas a duras penas cambió de 8 mil 706 a 8 mil 655, entre enero y julio del año primero de la 4T. No todo es asunto de policías y ladrones en el oficio de gobernar que, según el Presidente López Obrador, no es gran ciencia. Pero las cuentas no salen si se usan ábacos y se les pierden las bolitas a los expertos de empresa tan importante como es Pemex. Resulta que dieron a conocer el plan para el año segundo y ahí sostienen que la obra de la refinería de Dos Bocas no es negocio viable, que más valdría volver a la importación de gasolinas, etc., etc. Y ahí mismo, las líneas encriptadas por considerarse material secreto, son perfectamente visibles en los sistemas de uso común.

Compló, dirían los veteranos de la larga marcha al poder.

Rebelión legal, dirían los oidores de las mañaneras, enardecidos por el alto número de amparos presentados por los conservadores empeñados en detener la marcha hacia delante, para volver a gozar de privilegios y aviones que ni míster Trump tiene. Los suspicaces ven a Pemex y los datos de las calificadoras de todos tan temidas, Y tiemblan. Los nostálgicos del nacionalismo revolucionario ven las ruinas de las instituciones destruidas durante el vuelco finisecular. Y lloran. Hay todavía interesados en la cosa pública que añoran modos y modismos del ruizcortinismo y le dan la razón al viejo veracruzano: ¿Inteligente para qué?, cuentan que preguntaba don Adolfo cuando elogiaban a quien fuera.

Y eso habría que preguntar ahora sobre el director de Pemex, paisano del Presidente, hombre de toda su confianza y con largo trayecto en las tierras y aguas de Garrido Canabal. Por algo lo nombro director de Pemex López Obrador: “... el Presidente no se equivoca cuando decide” dijo la señora Polevnski al aplaudir la decisión de no elegir por voto directo al futuro presidente del CEN de Morena, sino hacerlo a través de una encuesta, como aconsejaría AMLO en reunión con sus correligionarios y harto de asistir al desastre del motín a bordo, tanto en las bancadas del Congreso como entre “dirigentes” y aspirantes a serlo de Morena, el movimiento que se inmoviliza sin llegar a partido político, aunque alcanzó el poder en los faldones de la guayabera del hombre en campaña interminable.

El neoliberalismo padece el agobio de sus propios postulantes y beneficiarios desde el poder. Tanto insistir en que el populismo era una ideología que amenazaba a la democracia del libre mercado, para topar de golpe con la ascensión de la extrema derecha al poder, en todas las latitudes de la Tierra. Desde el retorno italiano del Norte que siguió a la enloquecida brújula del signore Berlusconi, para desplazar al dinero y hacer gobierno al fascismo que está en Roma sin marcha mussoliniana. Hasta la victoria del gesticulador de las estafas, Donald J. Trump. El que saltó del reality show de la televisión a la tragedia de la Casa Blanca y el envilecimiento del lenguaje político. America First. Make America great again, repetidas millones de veces en los tweets de vocabulario ignaro y prepotente.

Aquí tendríamos que agradecer al proceso histórico, a la Insurgencia, la Reforma y la Revolución que construyeron la Nación, las normas constitucionales y las instituciones del Estado moderno, sobre las ruinas de guerras intestinas y religiosas; de invasiones del poderoso imperio expansivo y vecino; y de la farsa de Napoleón el pequeño que envió su emperador de opereta. Y del porfiriato. Y de la demolición de la obra constituyente en los largos años del priato tardío. Porque aquí estamos. Y algo queda de las luchas del pueblo mexicano. Tras el paréntesis del PAN que no se come y el acoso y derribo de los servidores de la riqueza.

Tendríamos que festejar la derrota del sistema plural de partidos que se suicidó en el altar del becerro de oro. Y así llegó el gobierno del caminante que recorrió el país con la bandera de “por el bien de todos: primero los pobres”. Así, ni hablar. Pero el fenómeno del cambio, decíamos, es global y a la amenaza de Trump se sumaría la del capitán de Brasil amparado por los torturadores y matones de uniforme que vuelven a someter al poder civil, de los muy ricos y dueños de la tierra, de los medios de comunicación, los bancos, vidas y haciendas de los pobladores del País del Futuro que soñara Stephen Zweig. Lula en la cárcel y Bolsanaro escupiendo insultos y amenazas, entre loas de admiración a Pinochet. Y, desde luego, a míster Trump, quien las corresponde.

Allá, reducción del impuesto sobre la renta de los más ricos. Acá nada de aumentar impuestos. Por eso inquieta más que la contradicción al sistema de calificadoras de crédito, la concesión a las exigencias de Trump y el reconocimiento presidencial a la labor de Marcelo Ebrard. De un Canciller a la manera alemana, sin semejanza alguna con el talento y visión política de Angela Merkel. Trump aplaude la labor de México en la contención y reducción de migrantes centroamericanos, caribeños o africanos que llegan a la frontera Norte, a la ribera del Río Bravo. Veintitantos mil “soldados” ha desplegado México, dice el ignaro candidato a la reelección de la Presidencia de los USA. Son de la Guardia Nacional que ya ha padecido la primera baja en combate con los del narco. Con los mismos sobre los que preguntó indignado un michoacano: “¿...son pueblo, señor Presidente?”

Trump aplaude. Y Ebrard informa de su labor de servicio que nos permitió evitar el pago progresivo de aranceles y no firmar acuerdo de Tercera Nación Libre. A costo de serlo de facto, ser policías migratorios al servicio de míster Trump. Eso y más. Lo único que pone a salvo de la condena generalizada al Presidente López Obrador es la inflexible confianza manifiesta en el respaldo popular; y en los mítines matutinos, seguidos de los del recorrido por el territorio nacional, en campaña política; labor constante de promoción de su incontestado mando en el gobierno de un hombre solo. Y en la divulgación de los lujos palaciegos del pasado, en contraste con la humildad y honradez propia. Que nadie pone en duda. Ni siquiera cuando se hacen compras sin licitación.

Después de todo, aseguró que se le caería la cara de vergüenza de actuar como sus correligionarios en el penoso asunto de Baja California y en el conflicto de senadores y diputados por el control que los permita llegar al Palacio y decir de hinojos: Misión cumplida.

Cómo no avergonzarse del intercambio de lenguaje parlamentario, palaciego y al mismo tiempo popular, entre Mario Delgado, “líder” de la bancada mayoritaria de la Cámara de Diputados, y el prócer del proceso democratizador, según la leyenda del “Porfirio Valiente callaste al Presidente”. Muñoz Ledo diría antes y ante micrófono abierto que sus compañeros de Legislatura eran nada: “...vayan a la chingada”. Y en tono mayor se unió al coro de ¡Es un honor, estar con Obrador!, con un alegre: “¡Es un delirio estar con Porfirio!” Finalmente una diputada del PAN asumió la presidencia, Y entonces Mario Delgado lo despidió así: ¡Eres Batman! Y tú, Robin, se escuchó en voz del aspirante a la medalla Belisario Domínguez.

Correcto. No hay crecimiento, pero tampoco hay recesión. Todavía. Y mientras no tome posesión del cargo de Gobernador de Baja California por un período de cinco años y no dos, su compadre Jaime Bonilla; y no se ponga a prueba la revocación como medio de prolongar y no únicamente reducir el mandato, Andrés Manuel López Obrador podría cumplir su sueño y propósito de ser el mejor Presidente de la Historia.

Ahí queda la sentencia antañona de los años del maximato: “Para Presidentes de altura, ministros de cabotaje”.

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