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Opinión

De cómo se dilapida la elección más legítima

María Teresa Jardí

Independientemente de que se haya tomado la decisión de que llegara AMLO a la presidencia, avalada por los evangelistas yanquis que también apoyan a Trump en el imperio que está al servicio de los grandes capitales, y que al mundo han convertido en rancho propio acabando con la naturaleza y asesinando de múltiples maneras a las personas, como infernal deporte, exterminan también al resto de especies animales, pero con bunkers construidos para ellos ¿en Nuevo León, por ejemplo?, en los que hasta creen que se van a salvar de empezar una nueva época de las cavernas si logran sobrevivir a la respuesta de la naturaleza que va a ser implacable también con los muy, muy ricos.

AMLO llegó a la Presidencia de la República –que jamás fue del todo república y que con MORENA ha ido dejando de ser del todo, aunque mintiendo se diga lo contrario– con el voto de millones de mexicanos que, a pesar de estar conscientes, muchos de los que votamos por él, de que llegaba rodeado de personajes con pasados vinculados a actos faltos de ética cuando no inaceptables y hasta delincuenciales, votamos por esa opción porque ofrecía un cambio.

Bartlett tumbó el sistema de cómputo para darse el tiempo de “legitimar” el fraude que contra el pueblo mexicano cometía para imponer a Carlos Salinas cuando los ciudadanos mexicanos –los mismos que por AMLO lo hicimos– salimos a votar por Cuauhtémoc Cárdenas. Bartlett es responsable de haber permitido la continuidad del neoliberalismo, impuesto, desde la llegada, acordada también, de Miguel de la Madrid, luego del desastroso gobierno de José López Portillo. ¡Y vaya que el neoliberalismo ha costado sangre a los mexicanos!

Ni qué decir de Alfonso Romo, que es aún un peor acompañante de la cuarta transformación, retrógrada, ya sin la menor de las dudas, al priísmo echeverrista. Alfonso Romo, asesor financiero del dictador chileno Augusto Pinochet, aplica aquí las mismas políticas que hacen reventar, con el represor Piñeira, al pueblo de Chile. Políticas de muerte que, como la crónica anuncia a MORENA, van a ser las enterradoras del gobierno que pudo ser del cambio y responsables de que AMLO no vaya a pasar a la historia como un estadista.

Bartlett aceptó tumbar el sistema de cómputo para legitimar la llegada de Carlos Salinas, y Alfonso Romo es, de López Obrador, el José Córdova de Carlos Salinas. Romo, tumbando árboles milenarios para sembrar árboles maderables, que necesitarían cientos de años para crecer y que ni siquiera van a sobrevivir porque no tienen agua las comunidades. Comprada la miseria, con “Sembrando vida”, que hasta se exporta a Centroamérica, y así cumplir otro capricho del imperio yanqui. Ante todo el negocio. Es el capitalismo, señores, no nos equivoquemos, lo que por MORENA se aplica.

Y luego querrán justificarse diciendo que se equivocaron dejando ya preparado el suelo sin árboles para más complejos habitacionales. La mentira como regla que es la corrupción más perniciosa.

Cientos de miles de asesinados, de desaparecidos, de torturados, de feminicidios ha costado a los mexicanos la decisión de Bartlett de convalidar el fraude que se cometió contra Cuauhtémoc Cárdenas. Aunque se pudiera entender, en pago, el nombramiento –que no el perdón ni menos aún el olvido– porque ese fraude fue antecedente para la copiosa votación con la que Andrés Manuel llegó como Presidente legítimo de México. Lo de Romo es del todo imperdonable. Y grave error de impredecibles consecuencias el de no escuchar a los pueblos originarios que ni ve ni escucha AMLO, emulando a Carlos Salinas, quien lo mismo hacía con los de MORENA cuando eran oposición y no gobierno de la imposición, dilapidadora de la única, quizá, elección para Presidente de México convalidada por millones de votos ciudadanos que en este país se diera desde la Conquista.

Mala consejera es la soberbia y, peor aún, lo es la necedad de repetir lo que probado está, que sólo funciona a beneficio de unos y en perjuicio de la mayoría.

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