María Teresa Jardí
El gobierno ejerce el arte o, en su defecto, mutila o pervierte la política y para México se avecinan tiempos de recobrar el contenido de la política como el arte de hacer lo correcto.
MORENA recobra el derecho de asilo para los perseguidos políticos como ejercicio correcto del arte de hacer política. Los mexicanos recobramos ese derecho con la actitud del actual gobierno mexicano, ante el fascista golpe de Estado dado en Bolivia, rescatando a Evo Morales y traído a México, y supongo, quiero suponer, que brindándole el derecho a optar en México, por convertirse, aquí, si así lo hubiera deseado, en asilado político. Pero el mismo gobierno, llegado con MORENA, ha mutilado ese derecho para convertir a México en tercer país de asilo y expulsando a inmigrantes que quieren llegar a los Estados Unidos de Norteamérica para cumplir el falso sueño de alcanzar una vida mejor.
El gobierno de MORENA ha optado en pervertir el arte de hacer política por continuar aplicando el sistema neoliberal. El capitalismo es el promotor de las modernas conquistas en manos de falsos redentores, desde Luis Echeverría, que a mí me conste, quizá empezó antes incluso, otorgando el permiso de injerencia en México al colonizador Instituto Lingüístico de Verano. Y con MORENA también se está pervirtiendo la política, que no aplicándola como arte, en Tapachula, donde los inmigrantes, que no son deportados, hacinados esperan para ser usados como esclavos en la construcción del Tren Maña, que no Maya, que los megaproyectos de muerte necesitan, en aras de cumplir otro capricho de imperio que asesina al planeta encabezado por el impresentable que para salvarse del juicio político no duda en desatar otra guerra, una más, que afectará, que nadie lo dude, al patio trasero de los yanquis. Convertido México en patio trasero del imperio yanqui, por los antecesores de AMLO, también hay que decirlo.
Pervertido ejercicio de la política contra seres humanos obligados a salir de sus países de origen, porque el imperio yanqui ha impulsado, cuando no, ha ayudado a imponer o ha impuesto, con la CIA a la cabeza, de manera criminal y con absoluta indecencia, dictaduras a modo, en aras de los intereses imperiales incluso de locos como Trump.
El capitalismo es demoledor. Demoledor, incluso, de la más elemental de las inteligencias. Productor de bonanza inaudita para unos cuantos y de miseria lacerante para las mayorías. El capitalismo manipula y deseduca, y con la ayuda de la enajenante televisión, coloniza y enferma con la Coca- Cola a la cabeza, cuando no envenena con los pesticidas que también son negocio de los mismo dueños del dinero, que por cabeza, servil, tienen hoy a Trump, quien, con su última decisión, quizá logre adelantar el fin de la humanidad y, desde luego, la caída del imperio, lo que debía alegrarnos si la crónica no adelantara el costo de sangre que traerá consigo la última declaración de guerra de los yanquis.
Brutal error, el cometido por Trump, en aras de ser reelegido. No tienen llenadera los señores del dinero. Trump ha logrado que la amenaza se extienda con pasar factura también a Israel. Lo imperdonable no tiene perdón y el sionismo es imperdonable.
Más valdría que el gobierno mexicano se desmarque de Trump de manera rauda porque de no hacerlo así, la crónica también anuncia para los mexicanos una escalada del horror de incalculables consecuencias.
Muy clara tendría que ser la postura de no apoyo al yanqui en su escalada propiciadora de una nueva guerra, más terrible que las muchas instauradas por el imperio, incluida la falsa, de Calderón contra el narcotráfico, que sigue en México cobrando victimas. Una guerra que, quizá, va a adelantar el fin de la humanidad. Inimaginable horror que, dada nuestra cercanía con el maldito imperio asesino, si el gobierno mexicano no cambia de estrategia y continúa siendo tan “amigo” del impresentable Trump, se va a vivir aquí, que nadie lo dude. Desmarcarse de manera rauda, como demanda la más elemental de las inteligencias, tendría que ser el propósito de inicio de año de AMLO y de MORENA.