Difícilmente la gente olvidará el 11 y 12 de diciembre de 2020. Por primera vez en la historia moderna, el santuario mariano más visitado del mundo cerrará sus puertas a más de 10 millones de fieles que acostumbraban acudir en las fiestas de la Virgen de Guadalupe.
Así como la foto del Papa Francisco ante una plaza de San Pedro vacía se convertirá en una de las estampas inolvidables de la pandemia, seguramente así será también el día en que más de 14 mil veladoras representaron a millones de mexicanos en el Atrio de las Américas de la Basílica de Guadalupe; el día en que no hubo acceso a peregrinos, pero en su lugar, hubo un santuario vestido con una enorme ofrenda floral, que tendrá en el centro un tapete elaborado por artesanos de Huamantla.
La ausencia de los peregrinos no significa la prohibición de la fe, es más bien un mensaje de responsabilidad y solidaridad con una sociedad a la que hoy une el dolor y la incertidumbre por más de un millón de contagios, 110 mil muertes, pérdida de empleo, crisis económica e inseguridad.
Este 12 de diciembre también será histórico porque no habrá millones de danzantes, jinetes, ciclistas, antorchistas, peregrineros y cantantes en la Basílica, pero sí miles de hogares en el país en los que, con oraciones y altares, recibirán a la Guadalupana.
Incluso, el papa Francisco se ha unido para invitar a todos los fieles a que sean parte de este acto de amor, concediendo la indulgencia plenaria para aquellos que decidan celebrar a la Virgen desde sus hogares y participando de las celebraciones litúrgicas del santuario, ya sea a través de Facebook o Youtube, o por radio y televisión, siempre y cuando se cumpla con las condiciones para recibir este beneficio.
Cerrar la Basílica es una decisión difícil que también afecta las finanzas de una Iglesia, ya de por sí muy lastimada por la pandemia, que dejará sin su mayor ingreso a los comerciantes de la zona de La Villa, y que disminuirá la derrama económica por turismo a la que estaba acostumbrada la Ciudad de México en diciembre.
Sin embargo, este es un contundente mensaje de que nada está por encima de la vida de las personas. Cuidémonos y cuidemos al otro, es la clave para superar este desafío lo más pronto posible.
La invitación está hecha para toda la sociedad, para que cada uno, desde su trinchera, ponga de su parte y lleguemos a la Navidad con un escenario más esperanzador que sombrío.
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Por Javier Rodríguez Labastida