María Teresa Jardí
Estoy de acuerdo en muchas de las medidas tomadas por AMLO de cara a enfrentar la crisis sin cargar en los más pobres la responsabilidad de pagar por la pandemia y sin endeudar más al país. Pero hay cosas inaceptables que, además, son muy poco inteligentes. Los enemigos de AMLO están en sus “amigos” y son los que desprecian lo que AMLO hace a favor de los pobres. La palabra ética ha desaparecido del lenguaje político y ha sido suplantada por la palabra moral para combatir lo que la ética no tolera. La moral es individual y la ética es un principio de aplicación universal. La moral, en tanto individual, tiene diversas características que pueden ser buenas o del todo permisivas. La doble moral es claro indicador de hasta dónde se puede usar la misma. La moral adquiere las características de los que la convierten en forma de vida de manera en general impositiva y descalificadora ante los que se consideran enemigos. Condescendientes, ante el actuar corrupto, mentiroso, traicionero, ofensivo, de aquellos a los que considera amigos, a los que todo se les tolera. La historia está llena de ejemplos al respecto y en México no podemos olvidar el perdón otorgado por la Iglesia Católica a Marcial Maciel y a sus Legionarios destapada la pederastia de sus miembros. Lo que ha llevado además a esa Iglesia a transitar probablemente el fin de su tiempo. A nombre de la moral se han justificado aberraciones inauditas, se han cometido incalificables injusticias y justificado innumerables horrores a lo largo de la historia.
En el caso de América Latina es diáfano que México fue el país elegido para convertirse en laboratorio del imperio yanqui o de los consorcios globales que se perfilaban como los amos del planeta teniendo como cabeza visible al que de turno gobierna en el país vecino.
Echeverría y López Portillo jugaron el papel ordenado. En el caso de López Portillo de corromper a la policía, que en México sin ser científica era eficiente y no llenaba las cárceles de pobres. Clara fue también fue la obediencia al mandato de llenar de pobres los penales porque se necesitaban, para impulsar, con Carlos Salinas, la conversión: de esos pobres, injustamente –o no– encerrados, en adictos a las drogas, para ser usados, al ser excarcelados, como vendedores de drogas al menudeo, comandados por policías, para convertir también a México en un país de adictos.
Laboratorio que desde la orden, dada por ese traidor a México que es Felipe Calderón, de salir a la calle al Ejército Nacional y a la Marina, se perfilaba para ser punta de lanza del regreso de las dictaduras del siglo XXI en América Latina.
Y menuda ayuda la prestada por Peña Nieto. No es extraño el perdón otorgado. Menuda ayuda para dar el salto a la concretización del Plan Puebla Panamá, sin importar el llamado de la naturaleza, merced al coronavirus, sobre la necesidad de salvar el planeta para subsistir el humano sobre la Tierra, alargando, del patio trasero a Centroamérica la frontera de vecino yanqui. ¿A cambio de qué?, está por verse, pero la historia acaba por escribirse siempre poniendo a cada uno en su sitio.
Estoy de acuerdo, sí, en muchas de las medidas tomadas por AMLO. Pero hay cosas inaceptables y el mal llamado Tren Maya, que se conocerá como el Tren Covid-19, tendrá tantos migrantes muertos como tiene en su haber: chinos muertos, el tren gringo. Chinos previamente secuestrados para ser convertidos en esclavos hacedores del tren. Deberían leer, al menos, “El Chino”, de Henning Mankell, los que aplauden la concesión hoy para operar ese tren a Fonatur por treinta años.
Empezando de manera clara con Echeverría como poder tras el trono de Díaz Ordaz y luego desde el Poder Ejecutivo, llegamos a los José Córdoba Montoya de Carlos Salinas, a las Marta Sahagún de Fox, a los García Luna de Calderón, a los Videgaray de Peña y a los Alfonso Romo del que será primer y el último presidente votado por millones de ciudadanos de la nación mexicana, que, convertida en cementerio por los anteriores, con el lema de “primero los pobres”, sigue mostrando el mismo desprecio a los pueblos originarios, sin entender que lo imperdonable no tiene perdón.
Las crónicas cuando se anuncian deben ser escuchadas porque las mismas, más temprano que tarde, pasan carísimas facturas a los que no las escuchan y a los pueblos que se dejan indefensos.