Jorge Alberto Gudiño Hernández
El regreso del otrora anhelado período vacacional vino a enfrentarnos con un abanico por demás variado de posibilidades educativas. Enumero sin ser exhaustivo. Hay escuelas que, incluso antes de Semana Santa, ya mandaban material para que sus alumnos trabajaran desde casa. Ahora son muchas más. Algunas optan por someter a los alumnos a la conexión cotidiana. Así, pasan tres, cuatro, cinco o seis horas al día frente a la pantalla mientras los profesores se acostumbran a tener a sus interlocutores a la distancia. En los niveles de educación básica son las menos. El siguiente nivel es el de las escuelas que diseñan estrategias educativas para que los alumnos trabajen sin que se requiera que estén conectados todos a determinadas horas. Si bien puede haber videoconferencias, lo más común es seguir con un plan detallado de trabajo en el que el alumno va cumpliendo con lo exigido. Se parece más a una tarea extensa que a estar en clase. Luego vienen otras en que les mandan recomendaciones de actividades, algunas lúdicas, otras presuntamente educativas. Éstas se pueden o no llevar a cabo y, de hacerse, bastará con un par de horas para tener todo listo. Existen escuelas que optaron por la desconexión, toda vez que no tienen la certeza de que sus alumnos se pueden conectar de forma virtual o sus maestros no cuentan con la infraestructura necesaria para dar seguimiento a estos planes educativos modificados. También las hay las que se suman a los programas que se televisan y, sí, tristemente, al fondo, están aquellas instituciones que, por ciertas precariedades de uno y otro lado, no han podido seguir brindando la educación que se necesita: abandonaron el curso.
Casi todos los casos tienen elementos extra para considerar. Éstos amplían aún más el espectro de posibilidades en relación con el aprendizaje de los alumnos. Algunos estudiantes tienen a sus padres en casa, disponibles para que les expliquen. Otros no. Ya sea porque están fuera, trabajando, ya porque trabajan en casa y no tienen tiempo, ya porque no tienen idea de lo que se les pide a sus hijos y son incapaces de explicarles. Ahí, además, entra otro factor que bien podría ser polémico. Si los papás no solemos estar en los salones de clases, a la espera de un resquicio para ayudar a nuestros hijos, tampoco deberíamos estarlo en la casa. Sin embargo, también es cierto que los más pequeños requieren atención y compañía o que las computadoras de una casa no se multiplican a voluntad.
Ya que andamos sumando variables, quedan pendientes los métodos de evaluación: exámenes en línea, tareas acumuladas, la fotografía de un ejercicio que se adjunta, la buena voluntad de unos y otros. A saber. En una de ésas, este ciclo escolar no hay reprobados.
Mis dos hijos van en primaria y ha sido tan emocionante como motivo de tensión su proceso de incorporación a la escuela en casa. He escuchado a padres amigos y conocidos quejándose de una u otra cosa. Es difícil que una escuela y un maestro determinado pueda satisfacer las expectativas de todos. Me queda claro, sin embargo, que este asunto es a nivel mundial. Entonces, todos los niños que en el 2020 estaban en primero, en cuarto o en sexto semestre, tendrán algo diferente a la educación de otras generaciones. Me parece que no necesariamente será para mal, toda vez que también se están aprendiendo otras cosas. La clave del asunto es que son todos. Todos en el mundo. Esta generación entendida en un sentido amplio, asumirá las posibilidades educativas de otra forma.
También es cierto que acentuará las diferencias y la desigualdad. Si acaso se compensaren será con mayor oferta y oportunidades educativas. Con suerte, encontraremos en estos nuevos sistemas y adaptaciones, formas para cerrar la brecha en un futuro.
Un asunto más en torno a lo educativo. Ayer escuchaba a unos sujetos en la televisión polemizando sobre el momento en que podrían reiniciarse las justas deportivas profesionales (sí, a veces el cansancio me obliga a ver esas cosas). Me pareció un tanto irrelevante el asunto pese a que se discutía en torno a los mecanismos para garantizar la salud de jugadores y público. Es justo en eso en lo que se deberá trabajar, pero fuera de los estadios. Cuando se levante el confinamiento, con qué garantías se mandará a los niños a la escuela. Es imposible que entre ellos mantengan la distancia, que los salones de clases sean lugares asépticos, que no haya contacto entre los niños, toses o estornudos, sándwiches pasando de mano en mano.
Si algo mostrará que hemos regresado a la normalidad, va a ser justo eso: el regreso masivo a clases. Ya veremos.
(SIN EMBARGO.MX)