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Marcha del 2 de octubre en CDMX se mancha con disturbios y violencia

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Opinión

María Teresa Jardí

Pedro Uc dice que: “El corona-virus parece ser un dios que ha respondido al clamor de la sociedad del individualismo, de la indiferencia, de la ingratitud y del egoísmo, una sociedad que ha confundido la unidad con la yuxtaposición. La recuperación de la comunidad podría quizá vacunar esta pandemia.”. Y, sí, el coronavirus está poniendo muchas cosas en su sitio y va a poner muchas más. El coronavirus va dejando en claro, por ejemplo, el papel imprescindible que tienen los médicos y las y los enfermeros. Lo que por lo visto en países educados por la telebasura a modo de los grandes capitales no ha sido entendido.

Quién sabe qué sea lo cierto –las certezas están también en cuarentena– si que los detenidos en la CDMX por agredir a una enfermera sean autores de esa agresión por la profesión de desempeño más importante en este momento en el mundo. O si se haya tratado de una agresión por problemas vecinales, como dicen algunos medios, por un estacionamiento. Quién sabe. Puede ser que aprovecharon la ocasión generada por una antipatía previa para atacar a quien, además, se torna heroína imprescindible en tiempos de coronavirus que a nadie respeta. Pero qué bueno, igual que se les castigue por la agresión a la enfermera.

La importancia de los que eligen ser médicos desde siempre salta a la vista. Entre los mejores luchadores los médicos han estado siempre en primera línea, como está hoy López-Gatell, por cierto.

Pero también los ha habido perversos, que han quedado ubicados en los niveles más altos de la historia de la ignominia, que avergüenza al mundo por las canalladas cometidas por esa especie, que en dueños de la muerte se han alzado, lo mismo en la Alemania de Hitler que en las comisarías para despertar al torturado o vigilar que no se les pase “tanto” la mano a los torturadores contra los que consideran “fauna nociva”. Fauna nociva que sí son los torturadores y los médicos que se prestaron a asesinar madres cautivas para entregar a sus hijos, secuestrados por los milicos, a los milicos argentinos.

En fin, los humanos mierda han sido una constante en la historia perversa de una humanidad cada vez más inerte frente a los grandes laboratorios y corporativos creadores de enfermedades para el gigantesco negocio de la enfermedad esparcida, que la venta de las vacunas y curas significa.

La agresión denunciada, el domingo recién pasado, en nuestro diario POR ESTO!, por un enfermero en un fraccionamiento de Yucatán, da buena cuenta, también, del papel que ha jugado la basura televisiva como conductora de la mente de las personas: clasismo, racismo, xenofobia y mala leche... están detrás de las agresiones a los trabajadores de la salud en México. Sin entender –la telebasura se ha encargado de que así sea– que por esos trabajadores van a ser atendidos los atacantes si se contagian. Taladrada con basura televisiva se ha forjado como cultura del capitalismo la mente de los que dejando de pensar dan vueltas sobre su ombligo sintiendo que son únicos en el universo.

Sin entender tampoco que la naturaleza ha igualado a blancos y a negros, a pelirrojos y rubios, a chinos y lacios, con un virus descontrolado que se les fue de las manos, aunque no del todo, hay que decirlo. En el imperio yanqui son más los muertos latinos y afroamericanos que los blancos porque las condiciones de contagio también tienen que ver con la pobreza.

Los gobiernos tienen sentido porque juegan el papel de proteger a la sociedad de la violencia. Pero cuando se deja crecer la violencia como aquí continúa sucediendo salen los comportamientos inducidos por la basura televisiva. Y el coronavirus está poniendo sobre la mesa la cultura atroz fomentada con la llegada de los neoliberales y ahondada desde la llegada de Fox, tornada en forma de funcionamiento por los del PAN, que de bien común no entendían nada, aunque se hubieran vendido así, pero que de corrupción llegaron a darles clases a sus antecesores del PRI.

Al enfermero le lanzaron una bolsa de basura en un acto de indignidad suprema, gritándole que se fuera de “su” fraccionamiento. Como si de ese el lugar, donde también habita el enfermero, al lado de otros posiblemente trabajadores también, fueran dueños por entero los atacantes. La estratificación social esparcida por la telebasura deseducativa, enemiga de los pueblos y al servicio del capitalismo, cobrando víctimas.

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