Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Mientras la ultraderecha no pierde tiempo en su estrategia desestabilizadora, el régimen de la Cuarta Transformación parece “dormir en sus laureles”. Continuar con esta funesta actitud no lleva a otra salida que a la rendición, sin siquiera haber dado una batalla al enemigo, con lo que al menos podría justificarse la derrota. No decimos esto porque seamos enemigos de la 4T, sino todo lo contrario: nuestra crítica obedece al propósito de frenar su caída, con efectos dantescos para la nación.
Los estrategas de la elite conservadora no descansan a fin de doblegar al presidente López Obrador, quien les facilita su labor de zapa con acciones que lo debilitan. Vale como ejemplo alarmante de ello, la “devolución” de tiempo fiscal a los propietarios de los medios electrónicos cuando no se les ha quitado, según la Asociación Mexicana del Derecho a la Información (AMEDI). Ciertamente, al inicio del sexenio se les redujo la contratación de propaganda vía convenios, situación que afectó principalmente a la prensa escrita. ¿Acaso el mandatario supone que con esta determinación lo van a dejar de atacar?
En los hechos sucedió lo contrario, así lo prueba el llamamiento del magnate Ricardo Salinas Pliego a la desobediencia civil en plena crisis del Covid-19. El Ejecutivo desestimó el zarpazo echando la culpa a Javier Alatorre, “mi amigo”, diciendo que “fue un error” del principal conductor de TV Azteca y asunto concluido. De ahí que Salinas Pliego arreciara su campaña para evitar pagar los más de 30 mil millones de pesos que adeuda al fisco.
Por otro lado, en su gabinete y en la dirigencia de Morena siguen pensando que la 4T no es más que un lema de gobierno muy llamativo, sin ningún compromiso para nadie. Así lo patentizan hechos como la entrega al INE de 900 millones de pesos de las prerrogativas que le corresponden a Morena, dinero que serviría para apuntalar un partido con futuro, como lo hizo el PRI en las primeras etapas de su fundación (PNR y PRM, antes de pasar a su “institucionalización”).
El mandatario permitió a la elite del sector privado pasar a la vanguardia en la promoción de programas de rescate a las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes), más de 4 millones en el país, las cuales aportan 42 por ciento del PIB y 78 por ciento del empleo. Mientras el Presidente otorgaba entre 2 y 3 millones de créditos a los mini empresarios ajenos a la cúpula, quienes recibirán apenas 25 mil pesos cada uno, los magnates se movilizaron con el BID para conseguir 12 mil millones de dólares, conjuntamente con el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, para entregar a 30 mil Mipymes.
El presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Carlos Salazar Lomelín, convocó a debates a través de Internet, bajo el título “Conferencia Nacional para la Recuperación Económica”. Son once las sesiones programadas; no se necesita ser muy perspicaz para saber qué rumbo tomarán dichas conferencias: poner contra la pared al Presidente, blandiendo la espada del golpismo. Cabe preguntar: ¿De qué le han servido los 30 millones de votos y su enorme capital político con que llegó al Palacio Nacional? Hasta ahora la única política firme del mandatario es no endeudar más al país.
Quieren que lo haga, al fin que el neoliberalismo sigue vivo en materia de política económica. La directora del Conacyt, María Elena Alvarez, ¿no afirmó en días pasados que para fabricar en México 700 respiradores, “dependemos de la ciencia neoliberal”?
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