Jorge Lara Rivera
“Navegaré por las olas civiles con remos que no pesan” (‘Suave Patria, de Ramón López Velarde. Y no será un vals, si acaso una simple balsa. Las noticias relativas a la existencia de varias cepas del coronavirus causante del SARS Covid19 y de algunas mutaciones que afectan a jóvenes con síntomas específicos y a niños e incluso pueden causar recaídas en pacientes recuperados, son frustrantes, más cuando se abriga la ilusión de una pronta vacuna. Esta situación remite a premoniciones provenientes de la literatura y el cine que cobran vigente actualidad tras la confirmación de veracidad a los reportes sobre la existencia de la legendaria ‘Area 51’, largamente –negada por el gobierno estadounidense hasta 1990– aportada por el científico y físico militar en altas tecnologías Byod Bushman, jubilado de Aeroespacial Lockheed Martin –principal proveedor militar de los Estados Unidos; así como del estudio de naves, cuerpos y tecnologías de alienígenas capturados, su distintas razas y, además, de su presencia y tratos entre y con los terrícolas; a su vez convalidada con la desclasificación de información el 28 de abril relativa a 3 incidentes de pilotos con OVNIs (UFO en inglés) ocurridos 1 en 2004 y 2 en 2015 (cuyos videos circulan en Internet desde hace 1 par de años) por la Marina estadounidense; aceptando, oficialmente, su autenticidad y falta de explicación razonable. Resulta que los informantes de los llamados ‘ufólogos’ aseguran que cada raza alienígena se ha acercado a los líderes de las naciones humanas y juntos dirigen actualmente la Tierra.
Esos expertos refieren además que la República Popular China se ha entregado a los extraterrestres, a cambio de la tecnología alienígena y de que la dejen cogobernar con ellos al mundo. A propósito, en la película ‘La quinta ola’ (‘The 5th wave’) de J. Blakeson la cual se estrenó en el 2016, basada en la novela homónima de Rick Yancey publicada en el 2013 que trata de la conquista de la Tierra por seres del espacio exterior, la invasión extraterrestre sólo tiene lugar en una oleada posterior a una serie de calculados y devastadores ataques previos a la Humanidad (el vasto pulso electromagnético que dejó inservible toda tecnología electrónica o que requiera de electricidad y la producción de un gigantesco terremoto que provoca múltiples tsunamis los cuales sepultan las pequeñas y grandes ciudades costeras –y con ellas la mayoría de las principales capitales del mundo dejando acéfalos a muchos gobiernos y propiciando el caos– serán la primera y segunda olas, mientras que una pandemia de gripe aviar letal cuyo vector fue un virus ‘modificado’ para hacerla más contagiosa y mortífera será la tercena…
Rumores aparte, es precisamente la extraña conducta del coronavirus que las suspicacias despertadas en el mundo inducen a señalar culpables o en este caso a relacionar la cinta con nuestra realidad. (De la 4ª. y 5º olas, consisten en una ‘ocupación’ por ‘Los Otros’ –los alienígenas– de los cuerpos humanos instalándose en sus cerebros haciéndose indistinguibles del hombre y finalmente, la 5ª. sería el control total del planeta con la eliminación de los supervivientes y la esclavización de los niños y adolescentes tempranos mediante una programación o adoctrinamiento). Puestos en el terreno de las especulaciones todo cabe, incluso lo más disparatado (que sea de ‘reptilianos’ la familia real británica; que los iluminati y sus opositores se valen de todo para imponerse, etc.). Peor cuando ocurren hechos que difícilmente puedan considerarse casuales como la muerte a tiros en Estados Unidos del científico chino Bing Liu, profesor asistente e investigador en la Universidad de Pittsburgh, a cargo de los estudios del coronavirus por cuyos avances se estimaba que se hallaba “a punto de lograr un hallazgo significativo” al respecto quien fue ultimado en su casa y cuyo presunto asesino aparentemente se quitó la vida en un área cercana al domicilio.
Sin embargo, dejando de lado la digresión, hay que poner cara a la compleja crisis múltiple –de salubridad, económica, social (por el confinamiento y el retroceso de los derechos humanos y la miseria que es caldo de cultivo del crimen) y política por la insubordinación de estados en federaciones (como en Estados Unidos, México y Brasil) y de estados nacionales (España, Alemania, Francia, Italia) frente a estados supranacionales (el Consejo de Europa) por inacción de los bloques– inimaginada (incluso los servicios de inteligencia y los bancos centrales de las grandes potencias occidentales la subestimaron –hasta Rusia está tratando de capear el temporal) la cual se enfrenta estragados y con desventaja de 4 décadas de depredación del capitalismo neoliberal global que erosionó y desmanteló los sistemas públicos de salud y los privatizó desregulando y sin vigilancia en aras del axioma de menos gobierno; propició insultantes contrastes sociales en los pueblos alrededor del mundo, ampliando miseria y desigualdad con la precarización del empleo y aumento del paro obligado, y causando una catástrofe ambiental y ecológica.
Se puede o no estar de acuerdo con el tratamiento, pero en el diagnóstico el Presidente acierta: es imperativo implementar un SOCIAPROA sencillamente porque se le está pidiendo a los más pobres quedarse en casa para cuidar la salud de los demás; es decir, se les pide renunciar a su único y precario ingreso para dar tranquilidad a quienes suelen vivir con certidumbre, empleo y acceso a servicios de educación, vivienda, salud y seguridad –más o menos– que no les comparten, mientras sobre aquéllos otros se ceban las taras ancestrales más la violencia y el abandono. Y eso es una enorme injusticia. Una vileza y una inmoralidad que no puede aceptarse ahora que resultan ciertas como nunca las palabras del Papa Francisco acerca del pasaje bíblico de ‘el milagro de la tempestad calmada’ que evocó en su inédita bendición Urbi et Orbe: “Nadie se salva solo”. Sería un genocidio por razones económicas no atender primero las necesidades ingentes de esta considerable porción poblacional.
La agenda 2020/2030 de la CEPAL tiene como meta primordial disminuir la insultante brecha de desigualdad que hay en los países del hemisferio occidental y que se acrecienta al interior de cada uno de ellos. Las consecuencias económicas por desempleo, hambre, enfermedades oportunistas, déficit de servicios asistenciales, inseguridad por auge de la delincuencia, parecen prefigurar un escenario catastrófico como no se ha visto en más de 1 siglo en todo el planeta y con ese marco de pretexto puede resultar tentador cancelar aquélla para seguir fórmulas viejas y díscolas con el cuento de mantener la planta productiva y el crecimiento económico –¿más?, ¿de quiénes?–. Sería un error fatídico. Toca a los políticos, a los empresarios y a los científicos ser creativos en las nuevas circunstancias, a la sociedad en su conjunto colaborar y al Estado coordinar el esfuerzo y realizar inversión pública responsable pero abundante. Ahora sí que por el bien de todos, primero los pobres. Se precisa algo así como un pacto de salvación nacional para no excluir a nadie. No se puede renunciar a ese compromiso.