Víctor Flores Olea
(IV)
Junto a la pandemia y la cuarentena que vivimos, sigue siendo un problema de preocupación general el asunto del cambio climático, que parece por lo pronto olvidado en vista de las preocupaciones por lo inmediato, que se han multiplicado. Pero por supuesto sigue ahí, enteramente vivo y, diría, motivo también de excepcional preocupación, incluso a causa del COVID-19, porque ahora sabemos que si no se respetan ciertas reglas que nos impone la naturaleza, los efectos sobre la sociedad humana pueden ser absolutamente devastadores. Lo sabíamos bien pero la pandemia actual nos lo ha recordado dramáticamente.
Desde luego, debe recordarse que el principal responsable del cambio climático es el ser humano y sus emisiones de gases de efecto invernadero que calientan el planeta. El gas más conocido es el CO2, causante del 63% del calentamiento global, pero existen otros como el metano o el óxido nitroso. Así, los gases se acumulan en la atmósfera (hoy hay más de un 40% de gas acumulado) provocando un excesivo calentamiento en la tierra, según informaciones del Parlamento Europeo y de la Organización Meteorológica Mundial (Internet). Las principales causas del cambio climático y del calentamiento global serían las siguientes:
Una generación excesiva de residuos sería una de las principales causas del cambio climático y del calentamiento de la tierra. En su último informe, el Banco Mundial nos dice: “con más del 90% de los desechos que se vierten o queman a cielo abierto en los países de ingreso bajo, son los pobres y los más vulnerables quienes se ven más afectados”. En los últimos años, nos dice el Banco Mundial, los deslizamientos de basureros han enterrado a viviendas y personas bajo montañas de residuos. Y son los más pobres los que suelen vivir cerca de los vertederos de basura y alimentan el sistema de reciclado de su ciudad a través de la recolección de desechos, lo que los hace además susceptibles de sufrir consecuencias graves para la salud.
Desde luego, la deforestación no tiene solamente un impacto en su entorno: el efecto repercute en todo el planeta. Los árboles tienen la virtud de transformar el CO2 en oxígeno y es, precisamente, el CO2 el gas que más emitimos, pero si en lugar de cuidar nuestros bosques nos dedicamos a eliminarlos, la concentración de este gas en la atmósfera será mucho mayor.
Por último, para terminar ya con esta breve referencia a las causas del cambio climático, nos enfocaremos al hecho de que la agricultura y la ganadería, de la manera en que se llevan a cabo en la actualidad, resulta un sistema alimentario absolutamente incompatible con el cuidado del medio ambiente. De hecho, si la población europea consumiera la mitad de la carne que consume, estaríamos ahorrándole al planeta Tierra entre un 25% y un 40% de emisiones de efecto invernadero. Todo ello sin mencionar el hecho de que es un sistema profundamente injusto, ya que 800 millones de personas sufren hambre en todo el mundo y, paradójicamente, 2,000 millones de personas padecen sobrepeso (Internet, Las principales causas del cambio climático y del calentamiento global).
Sin embargo, resulta todavía una incógnita el tipo de sociedad que resultará de esta pandemia. “Debe decirse, en todo caso, que la repentina prueba de las incapacidades y distorsiones del régimen dominante, de su profunda inmoralidad, ha llegado a las élites. Un inesperado editorial del diario británico Financial Times exige reformas radicales “que inviertan la dirección política predominante en las últimas décadas”, porque se trata de “forjar una sociedad que funcione para todos”. El editorial plantea que “los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía”, pero con otro sentido, porque los apoyos gubernamentales que se han estado dando empeorarán la situación. “La redistribución tendrá que volver a la agenda” y salir de ella el privilegio de los ricos. Uno de sus más sólidos defensores entierra así, con elegancia, el evangelio neoliberal” (Ignacio Ramonet).
Iván Ilitch, al aplicar sus reflexiones “heterodoxas” al campo de la medicina, en 1975, denunció que la medicina institucionalizada había llegado a ser una grave amenaza para la salud y que vivíamos ya bajo la dictadura de la profesión, que formula las normas sanitarias, las aplica y penaliza a quienes no se ajustan a ellas –como se hace ahora al utilizar la fuerza pública para someter a quienes no cumplen las normas formuladas por los expertos médicos–.
Illitch consideraba que “el impacto del control profesional de la medicina, que inhabilita a la gente, ha alcanzado las proporciones de una epidemia”. Y concluía: “se trata de volver a ser lo que somos, lo que expresa el dharma entre los hindúes, o la comunalidad entre los pueblos indios de Oaxaca: personas, nudos de redes de relaciones concretas, que sólo pueden ser lo que son cuando esas redes forman comunidad, cuando tienen entre sí obligaciones recíprocas” (Gustavo Esteva, Revista Ibero. “El día después: Se está produciendo un despertar”, abril, 2020).