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Opinión

Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

Tal parece que hay visos de una tregua entre la cúpula empresarial y el presidente López Obrador, hecho alentador si el régimen de la Cuarta Transformación aprovecha esta situación para fortalecerse internamente y afianzar su voluntad de cambios verdaderos en el sistema político nacional. Los dirigentes de mayor peso del sector privado ya entendieron que lo mejor para ellos es negociar, no imponer como lo hacían en el pasado.

Con la objetividad que significan las ganancias, saben que no hay probabilidad alguna de que el mandatario sea vencido con bravuconadas, ni mucho menos con presiones directas de los neofascistas incrustados en sus filas. De ahí que empiecen a ceder en un tema ineludible: el pago de impuestos mediante negociaciones que a final de cuentas los favorecen. Lo importante es saber si en éstas no se ha puesto en riesgo el futuro de la 4T, ni mucho menos la viabilidad de que México alcance un nivel de desarrollo que nos libere del déficit social acumulado en décadas.

Porque una cosa es la política asistencialista que puso en marcha el gobierno federal, y otra la estrategia que conviene al país en esta etapa para poner los cimientos de un régimen democrático incluyente y con futuro. Es plausible que se esté avanzando en el combate firme a la corrupción, pero sin que se corten sus raíces el flagelo volverá a brotar tarde o temprano. Ciertamente, es mucho pedir teniendo en cuenta lo profundo que dichas raíces están incrustadas, pero es ahora o nunca.

No es para festinar que los magnates cumplan sus obligaciones con el fisco, mucho menos cuando no lo están haciendo como lo hacen los causantes cautivos, sino para preocuparse porque esta práctica no se vuelva una costumbre, en detrimento del pueblo. No debe olvidarse que han sido al menos cuatro décadas las que la elite oligárquica ha lucrado con cientos de miles de millones de pesos que le corresponden al erario público, aparte de los enormes privilegios de que ha disfrutado con el amparo de gobernantes corruptos.

El saqueo a la nación no tiene paralelismo alguno con otros países de América Latina, es hora de frenarlo con firmeza. Si no fuera por la solidaridad de nuestros connacionales que trabajan en Estados Unidos, México estaría rebasado en lo coyuntural, además de estar hipotecado por una deuda externa impagable, cuyos intereses son una sangría que no permite un crecimiento básico. Las remesas sumaron 45 mil 338 millones de dólares de enero de 2019 a marzo de este año, mientras que la inversión de empresas nacionales en el extranjero ascendió a 29 mil 423 millones de dólares. Los pobres envían dinero, los ricos lo sacan.

Es preciso aprovechar sin pérdida de tiempo el capital político que aún se conserva, no hay otra opción para dar pasos adelante en la dirección correcta, aunque ello signifique tener que decir a las cosas por su nombre. La verdad siempre sale a flote, de ahí que Churchill haya pasado a la posteridad por decir al pueblo británico que para ganar la guerra había que darlo todo, “sangre, sudor y lágrimas”. Es lo que ahora se requiere, no sólo para superar el COVID-19 sino para vencer al terrible “dragón” cuya codicia es insaciable.

Vamos bien, pero es mucho lo que falta por hacer. La pobreza y la desigualdad siguen aumentando porque el modelo neoliberal se mantiene intacto, sólo se ha sacudido su basura. Será más difícil el futuro en la medida que no se le diga al pueblo la verdad.

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