Opinión

Asalto oportunista

Por Jorge Lara Rivera

La prisa con que el gobierno de Colombia, encabezado por Iván Duque (ujier de los Estados Unidos en la zona) y el fantoche, autoproclamado presidente, Juan Guaidó, quien pide abiertamente la intervención armada extranjera para encaramarse en el poder, se deslindaron de cualquier implicación sólo despierta suspicacias y hace maliciar mayores sospechas de su participación activa en los hechos en los cuales hasta Perú podría estar implicado.

Por 2 días consecutivos –domingo 3 y lunes 4– han tenido lugar sendas incursiones armadas de mercenarios en La Guaira, costa Norte venezolana vecina de Colombia y próxima de la capital caraqueña, a cargo de supuestos rebeldes –en realidad se trata de mílites desertores al servicio de intereses extranjeros que financian y mantienen a flote la farsa montada con el llamado ‘gobierno’ paralelo de Juan Guaidó Márquez– mediante desembarcos no autorizados en Macuto, Edo. Vargas, aprovechando la cuarentena forzosa a causa del Covid-19 con el doble objetivo de cometer acciones terroristas en el país enmedio de la pandemia para sembrar caos y desestabilizar a la maltrecha sociedad venezolana, haciendo llamamientos a sumarse en el combate al gobierno y, al propio tiempo, asesinar al presidente y jefe de Estado a fin de desatar confusión y una lucha intestina por el poder entre los altos círculos y los mandos castrenses que facilitara el cumplimiento de los designios de Washington.

El caso corre paralelo y tal vez con intersecciones al de lograr una insurrección intestina conocido como Plan Gedeon de ex integrantes, desertores, de la Guardia Nacional que subvencionado desde el extranjero vía el títere Guaidó busca el derrocamiento del régimen. La impaciencia de Washington no debe ser tomada a la ligera. Vista la lentitud corrosiva de su estrategia de ‘guerra de baja intensidad’ enderezada desde hace años contra la República Bolivariana de Venezuela, los halcones de la Casa Blanca han puesto –es un hecho– en marcha la ‘opción panameña’ (como la que usaron para derribar y secuestrar a Noriega) para deshacerse del incómodo régimen de Nicolás Maduro Moros en el Cono Sur latinoamericano.

Por increíble que parezca dada la evidente incapacidad del gobierno de Donald Trump para hacer frente a la pandemia en su propia patria, la cual padece récord mundial de contagios y de víctimas fatales de la ‘gripe de Wuham’, el tipo está dispuesto a jugar el expediente de “inicio de una guerra” para conseguir la reelección luego de que el crecimiento de la economía, su caballo de batalla, y salvoconducto seguro para ello, ha salido seriamente averiado de modo concomitante a la epidemia del Covid-19, poniendo en grave riesgo su permanencia en el cargo por otros 4 años. Precisamente el día previo al primer desembarco el evadido opositor Leopoldo López, guarecido en la embajada de España –que reconoce a la farsa de gobierno alterno que patrocina Washington y cuyo testaferro es el vendepatrias Guaidó– en Caracas se dio el lujo de declarar que “permanecería allí (en esa guarida neocolonialista) hasta la caída del régimen de Maduro, relamiéndose los bigotes quizás porque sabía de que se ponía a punto el operativo golpista. Como en Bahía de Cochinos (nombre ad hoc para la naturaleza de la fallida operación) las cosas no salieron como debían –¿o sí?, recuérdese que en la mente retorcida de los estrategas del Pentágono las confirmaciones como los reconocimientos deben reconfirmarse, incluso si llevan un costo en sangre de vidas prescindibles, desechables– y los implicados que viajaban en lanchas rápidas fueron neutralizados (8 muertos y 2 aprisionados y el decomiso de un Permiso Temporal de Permanencia de Perú) en la primera jornada, mientras que en la segunda intentona, cuya frustración requirió movilizar centenas de policías y soldados, se logró el decomiso de fusiles y ametralladoras con abundante parque y, entre los integrantes del comando, fueron capturados 2 estadounidenses. Por tanto es plausible que el gobierno norteamericano sólo estuviera “midiendo el agua a los camotes”, verificando las posibilidades reales de éxito de una intervención y la base de apoyo popular efectiva con que contaría para su mascarada que pretexta “liberar al pueblo” del por él designado ‘narco’ régimen, así como para calcular los recursos que requerirá sobre la marcha y el cálculo de sus pérdidas, manejables ante la opinión pública de su país e internacional (que no le preocupa tanto porque controla a la OEA, al Grupo de Lima, al Grupo Internacional de Diálogo y al Mecanismos de Montevideo), e incluso sembrar un pretexto legítimo (sus conciudadanos) para actuar por sí propio. No es que le importe demasiado salvar las formas pero Estados Unidos tiene con la captura in fraganti de 2 de sus ciudadanos (léase agentes desestabilizadores) en ese operativo subversivo un motivo para actuar.

Maniobra distractora o no, evidenciada la limitada capacidad de Colombia (desde donde partió el comando, entrenado en ese país con auspicio de Washington, según se informó en teleconferencia al pleno del Movimiento de Países No Alineados) cuyo régimen por estos días solapa el exterminio de 70 activistas y defensores de los derechos humanos; la posibilidad de que la intervención extranjera provenga de la bananera República Cooperativa de Surinam (donde la Exxon Mobil tiene cuantiosas inversiones) que reclama soberanía sobre un área del mar patrimonial venezolano rica en petróleo, y de que cuente con el respaldo efectivo del Brasil gobernado por el fascista Jahir Messia Bolsonaro, alter ego tropical de Trump, y con algún apoyo de Perú, se mantiene abierta. Venezuela y toda América deben permanecer alertas.