Guillermo Fabela QuiñonesApuntes
Entre fuertes presiones de sectores reacios a que México salga de su postración, el presidente López Obrador se encuentra en medio de una tormenta mediática que complica aún más su estrategia de cambios estructurales, situación que agrava él mismo por su estilo personal de gobernar al que la Derecha ha sabido sacar el mayor provecho. De ahí que el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) no ceda en su ambición de doblegar al mandatario para que acepte sus propuestas, supuestamente con el fin de “sumar esfuerzos”.
La experiencia histórica es muy obvia para creerle al máximo organismo empresarial. Jamás ha sumado esfuerzo alguno con el pueblo, mucho menos a partir de que Vicente Fox no tuvo empacho en afirmar lo que la tecnocracia quería ocultar con demagogia barata desde que llegó a Los Pinos, en 1983. Con la mayor desfachatez, el primer presidente surgido del PAN dijo: “Mi gobierno es de empresarios para empresarios”. Y vaya que lo cumplió, a grado tal que los mandatarios quedaron como meros “general managers” al servicio de éstos.
Esta realidad la pudo sortear el presidente López Obrador los primeros seis meses, con la fuerza que le daba el voto masivo y su prestigio de luchador social. Hoy la situación es diferente, no dejan de acusarlo de “autoritario”, y lo seguirán haciendo mientras no deponga su actitud zigzagueante y contradictoria. Lo vemos ahora en plena crisis por el Covid-19, cuando en vez de ser el más firme defensor de las recomendaciones sanitarias, coquetea con la idea de recomenzar las actividades económicas lo más pronto posible.
Ha convertido en un fetiche las “libertades democráticas”, la “madurez del pueblo”, cuando tomar decisiones de gobierno con realismo y objetividad es la única alternativa para salir de la emergencia y superar la crisis económica, atribuible no a la pandemia sino al modelo neoliberal que está naufragando en el mundo. En una falsa e irreal apreciación de los valores del pueblo mexicano, afirma que “su grandeza” es superior a todas las adversidades. La realidad es muy diferente en la actualidad, luego de varias décadas de acelerada descomposición social.
Condenó la campaña de las agencias publicitarias desplegada la semana pasada en la Ciudad de México, “Quédate en casa, quédate vivo”, con el argumento de que no respetaba la capacidad del pueblo para tomar decisiones sin ser coaccionado y ser autoritaria. La verdad es que dicha campaña, con frases sin duda muy impactantes, cumplía su objetivo de infundir temor a la población irresponsable que sigue creyendo que la pandemia es pura “propaganda”. Esto a pesar de que la capital y su área metropolitana son las más contagiadas del país.
¿Será que el mandatario pensó que tal campaña lo perjudicaría al usarla la oposición como un arma acusatoria de su “autoritarismo”, al fin que el pueblo no sabe discernir el origen de la misma? El hecho incuestionable es que la Derecha lo seguirá acusando de lo que sea, porque se irá desgastando al navegar entre dos aguas; es decir, no disgustar a los organismos internacionales como el FMI, menos aún al inquilino de la Casa Blanca; y por otro lado soportar las presiones de la cúpula empresarial, a sabiendas de que el pueblo mantiene la esperanza de que cumplirá sus promesas.
La interrogante a responder pronto es qué tanto podrá resistir esas presiones, internas y externas, y seguir diciendo frases que alientan esperanza pero infunden enojo en las elites. A ver qué dice el lunes.
Twitter: @VivaVilla_23