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Opinión

Vida-viva contra la agonía neoliberal

Jesús Peraza Menéndez

Nada va a quedar igual tras la pandemia. El virus no se va, cuando mucho lo planchamos y lo reducimos a inofensivo con una vacuna que todavía no existe, está en proceso en distintos centros de investigación propiedad de trasnacionales o universidades financiadas por la industria farmacéutica.

Y bueno, quedó claro que a los propietarios monopólicos globales unos cuantos grupos empresariales con pocos dueños que han vencido con la combinación de guerras comerciales y militares.

Creando crisis o invadiendo países, financiando golpes de Estado, bombardeando pueblos para ocupar sus territorios es el gran negocio global.

Una aristocracia de la elite propietaria mundial reina, no gobierna. Siguen algunos círculos de privilegiados socios menores ricos, una selecta capa de empleados tecnócratas, técnicos administrativos con sus burocracias clasemedieras aspirantes permanentes a la corte neoliberal.

Debajo de estas selectas capas sigue una masa o multitud de miles de millones de trabajadores-consumidores-generadores al mismo tiempo del tributo fiscal para mantener a los gobiernos serviles a la elite dirigente y dominante con sus ejércitos regulares y particulares como los de los monopolios de drogas, lavado de dinero, armas, socios de los dueños del planeta.

La pandemia ha puesto al descubierto que los ejércitos provistos, armados y entrenados por Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña, controlan el planeta. El ejército es la institución capitalista más financiada, ocupan más del 50% de los ingresos totales del planeta y la mejor organizada y que obedecen al mando de la elite del poder mundial.

El COVID-19 mostró la vulnerabilidad biológica para contraer una infección viral como el catarro pero mortal, fulminante. Los brotes, contra lo que pudiera imaginarse, no vienen de la profundidad de la miseria como el ébola, en Africa, o el cólera moderno en América Latina, se desarrolla en zonas insalubres oprimidas, marginadas, con concentraciones de trabajadores mal pagados, semi empleados o desempleados.

El foco de infección se da en Wuhan, una ciudad china comercial-industrial para contagiar a regiones como Lombardía, Italia, Nueva York y sus alrededores, Londres, CDMX, Río de Janeiro, Sao Paulo en Brasil, para mencionar donde el impacto mostró su letalidad.

El golpe pandémico atacó a los grupos acomodados en parte importante, millonarios de la farándula, empresarios, políticos y, luego por la falta de atención oportuna por anteponer los cálculos económicos de cuánto y quién pagará la atención de los contagiados, el costo del paro total de actividades (nunca generalizado, sólo algunos países, Cuba, Vietnam) se habló de las “actividades económicas esenciales” para las necesidades biológicas, médico, hospitalarias, los servicios de energía, agua, combustibles y la banca con el ejército y las policías.

El paro ha lanzado a cientos de millones de trabajadores al desempleo con o sin derechos, las empresas cierran, se declaran en quiebra, o proponen mayor sacrificio al salario y pasar el pago de impuestos a los trabajadores, el sistema no funciona más, se ajusta a las trasnacionales globales.

Para no detenerse, la banca mundial y sus sucursales nacionales ofrecen préstamos con las más variadas tasas de intereses, pero todas más allá del 50% y de ahí al infinito con deudas fraudulentas bajo leyes de usura con especulación, que comprometen a las nuevas generaciones, los ecosistemas, las culturas, la organización social, todo ser humano es un deudor de la banca monopólica mundial, objeto del consumismo de supermercados provistos por monopolios de alimentos chatarra, pandémicos: cáncer, diabetes, hipertensión, estrés, deformaciones congénitas.

Donde operan formas precapitalistas o cooperativas, u otras formas de economía socialmente eficientes, los monopolios con sus ejércitos bloquean, invaden, promueven golpes de Estado, hacen guerra abierta en regiones donde resisten comunidades y pueblos, puede ser en La Montaña de Guerrero, en Michoacán, Chiapas, Oaxaca, en Venezuela, en Bolivia, en Palestina, contra los kurdos, o contra Irán o Afganistán.

Bueno, un aspecto es este que nos hace “dependientes” del orden militar que ocupa la mayor parte de los ingresos económicos y esfuerzos de la humanidad, ser-un-productor-consumidor-, o un prestador-de-servicios sometido al orden mundial de consumo igual de la vacuna para el COVID-19, que para lavarnos los dientes, para consumir en la misma tienda de conveniencia o supermercado o jalar la palanca del WC al mismo drenaje que lleva al mar o al subsuelo contaminantes que ya ni vemos, gracias a las redes ahora nos muestran los efectos de esta economía de la destrucción de la máquina de la muerte que habitamos.

O proponernos la auto-organización para dejar la guerra con y los gastos militares, el pago de ejércitos.

Dedicar los esfuerzos al cambio de energías de forma de vida en las concentraciones urbanas desbordadas en todas sus capacidades como espacios humanos que se han vuelto inhumanos.

Organizar la rehabilitación y habilitación de ecosistemas con biotecnologías benéficas -orgánicas- para la producción de alimentos nutritivos, para reducir las jornadas de trabajo, para disfrutar las mejores producciones, las que nos hacen felizmente humanos.

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