Síguenos

Última hora

Nueva masa de aire polar provocará bajas temperaturas en el norte del país

Opinión

¿Regresar a la normalidad? ¿Cuál?

Claro que por supuesto, que desde luego, que No…

¿En qué consiste la “Normalidad”? ¿Regresar a la inercia colectiva de esta “normalidad” enferma? ¿A rutinas fatigosas para vidas planas? ¿A la repetición de esta cotidianeidad que no altera un ápice nuestros hábitos perezosos? ¿A seguirnos justificando con excusas gastadas? ¿Al encuentro de un trabajo sin alegría? ¿A la reiteración de conductas mecánicas obedientes de mediocridades sin reflexión, sin meditación alguna? ¿Ensayando cabizbajas y meditabundas actitudes? O bien, ¿intentando alguna dinámica interior que pueda ayudarnos al reencuentro personal?

Podríamos anquilosarnos en esta “normalidad” habituada a la pereza intelectual, a la incuria habitual, a la acostumbrada indigencia que inhibe sin mayor esfuerzo nuestra participación en tequios económicos, sociopolíticos o culturales que propician la raigambre comunitaria. Porque lo normal es que vea a mi compañero como una amenaza y no como una promesa; que lo advierta como mi rival, como compañero de partido que va a quitarme oportunidades de tener, de poder, de reconocimientos, dinero, posesiones o status.

Una “normalidad” que se fortalece en la hostilidad, en la agresividad, en el rechazo del otro, mi competidor. Una “normalidad” que no tiene que ver con la cooperación, con la solidaridad, con la ayuda mutua; que desdice y contradice la natural disposición del mexicano a ver por el prójimo, aproximándose a su necesidad para saber qué se le ofrece y en qué se le puede auxiliar.

Afortunadamente se han creado movimientos sociales ejemplares. Uno de ellos lo constituyen 500 personalidades de la Ciencia y la Cultura que firmaron un manifiesto en favor del clima. Es cuestión de supervivencia, dicen, y al menos eso llama la atención porque la participación es hoy más que nunca urgente.

El manifiesto se llama “Contra una vuelta a la Normalidad”, una iniciativa de la actriz Juliette Binoche y el astrofísico Aurélien Barrau firmada también por veinte premios Nobel de Física y Química y el premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus. El texto deja clara la denuncia de la explotación de la tierra y pone el foco en las consecuencias del “colapso global” que estamos viviendo: “El balance es simple: los ‘ajustes’ no son suficientes, el problema es estructural. La catástrofe ecológica en curso revela una meta crisis: la extinción de la vida sobre la Tierra está fuera de duda y todos los indicadores apuntan a una amenaza existencial directa.

“… se trata de un colapso global cuyas consecuencias no tienen parangón. Hacemos por eso un llamamiento solemne a dirigentes y ciudadanos… para trabajar en una reforma profunda de los objetivos, los valores y las economías”.

La transformación radical que se impone a todos los niveles exige audacia y coraje y no tendrá lugar sin un compromiso masivo y determinado. El manifiesto pide que no se vuelva a la normalidad si por esto se entiende toda esta destrucción de tan alto coste humano y ambiental. Por esto,

“…ante el crecimiento continuo de las desigualdades, nos parece impensable volver a la normalidad”. Esta… “transformación radical… se impone a todos los niveles… exige audacia y coraje y no tendrá lugar sin un compromiso masivo y determinado. ¿Para cuándo vamos a dejar la acción? Es una cuestión de supervivencia tanto como de dignidad o coherencia”.

Un pueblo siempre generoso y desprendido. Aquí van otros ejemplos que reafirman que la solidaridad siempre es del fuerte al débil, todo lo demás, como dice el vulgo popular, son mamadas. Esto a colación porque una vez más el pueblo –ese ente utilizado para los discursos soberanamente demagógicos, pero ahora sí, absolutamente específico y concreto–, el pueblo, repito, tomó bajo su responsabilidad a los grupos más desfavorecidos y necesitados compadeciéndose de todos ellos y haciendo tareas que ayudan a paliar esa urgencia.

Frei Betto en Brasil, ha constatado semejantes iniciativas y las ha llamado: Consecuencias positivas en medio de la crisis. Nos dice: La palabra crisis –del griego– tiene que ver con el verbo acrisolar, que significa perfeccionar. La crisis –momento de decisión– nos enseña muchas lecciones:

-se estrechan los lazos de solidaridad, se comparten bienes.

-se cuida de los vulnerables;

-se rescatan antiguos juegos para entretener a los niños…

-se descubre que podemos ser felices disfrutando del ámbito familiar sin muchas actividades fuera de la casa.

Aquí en Morelos, los ayuntamientos municipales de Zacatepec, Jiutepec y Jojutla han dado ejemplos muy destacados. Participan en estos quehaceres voluntarios –mujeres y hombres– con iniciativa de cooperación y conducta generosa.

En Jojutla, un grupo de panaderos ha estado distribuyendo a precios módicos muchos bolillos. En Zacatepec –por conducto de las ayudantías– se distribuyeron tapas de huevo y kilos de verduras también a precios módicos. Sólo se venderían una o dos tapas de huevo, no más, a fin de que alcanzara para varias familias.

Hubo personas que querían llevarse más de una bolsa de jitomates y más tapas de huevo y se molestaron aun cuando se les explicaron las razones. Más todavía, grupos de señoras han organizado compras colectivas de carne de pollo y de puerco, así como bolsitas de verduras, las más utilizadas: jitomate, chile, cebolla, tomate y ajo. Jiutepec organizó un tianguis de trueque solidario.

-Indígenas y campesinos en Bolivia y Guatemala reparten, donan, a las familias necesitadas parte de su producción agrícola. Igualmente en Chimborazo, Ecuador, en estos tiempos de pandemia, con esperanza vemos destellos no sólo de la solidaridad, sino también de la reciprocidad e intercambio de productos en territorios indígenas y campesinos.

-En Nápoles, Italia, se colocaron cestas con comida, pan, queso y otros alimentos en algunas calles con un letrero que decía: Si puede, meta. Si no puede, tome.

-En Brasil el Movimiento de los Sin Tierra está llevando despensas a gente necesitada y ofreciendo indicaciones para protegerse y conservar la salud.

“Depende de nosotros si consolidamos esta proximidad o si nos volvemos a alejar” como dijo Georg Batzing, Obispo de la Conferencia Episcopal Alemana.

Porque, no es posible “volver a la normalidad” de una sociedad donde unos viven a costa de otros;

-donde el pueblo mayoritario recibe salarios indignos y sobrevive endeudado;

-donde resulta una costumbre, la desigualdad y la inequidad en la vivienda, la educación y la salud;

-donde las adultas mayores sobreviven con pensiones miserables;

-donde la corrupción se aposenta en todas las instituciones;

-donde las cárceles se llenan de pobres mientras los delincuentes ricos permanecen impunes;

-donde el insaciable crecimiento económico destruye ecosistemas e invade de epidemias la casa de todos.

Nuestro futuro se edifica en el cambio con la capacidad de construir -laboriosa y acompañadamente- una nueva normalidad social. Otra normalidad que no sea más de lo mismo. Otra normalidad que genere el diálogo social y la solidaridad aprendida en esta crisis para que sea algo nuevo y mejor.

Hay mucho qué reflexionar, queremos una nueva y distinta forma de asumir esta realidad a la que hemos sido obligados a insertarnos. De nosotros depende.

 

 

 

Siguiente noticia

¿Se hace la carnita?