Víctor Flores Olea
Resulta extraordinariamente interesante encontrar las reflexiones de ciertos filósofos “profesionales” como Slavoj Zizek o Noam Chomsky sobre la Pandemia que vivimos y que ha puesto de cabeza al mundo, y que a nosotros nos ha dejado por lo pronto en el encierro, incluyendo atisbos acerca del futuro que abre la enfermedad. Reflexiones que son siempre tentativas y provisionales, y que resultan a querer o no especulativas porque nadie tiene en sus manos el futuro. De todos modos la especulación profesional e imaginativa resulta muy importante, estimulante.
Por ejemplo, Zizek opina que la Pandemia del COVID-19 es una señal de que la humanidad no puede vivir más como de costumbre y que “es necesario un cambio radical”. Y agrega que quizá otro virus, pero de carácter ideológico, se esté propagando también y que será más benéfico que el sanitario.
Este sería el virus de pensar en una sociedad alternativa, “en una sociedad más allá del Estado-nación, en una sociedad alternativa que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global que ha sugerido fuertemente la actual Pandemia”.
Pero además de la Pandemia (enfermedad) nos encontramos inescapablemente con una crisis económica que Zizek ve golpeando en primer término a Europa, que ya pasaba antes por muy serias dificultades económicas. El también filósofo y sociólogo francés Bruno Latour nos dice, por su lado, “que la crisis del coronavirus es un ensayo general para el inminente cambio climático, que va a ser la próxima crisis, aquella en que la reorientación de las condiciones de vida se planteará como un reto para todos”. En una encuesta europea, para responder si la vida volvería a ser algún día como antes de la Pandemia, el 39.9% (13,436) respondió por el sí, en tanto que el 60.1% (20,239) respondió por la negativa.
Slavoj Zizek reconoce ser un provocador profesional, con el fin de incomodar al público y hacerlo reaccionar. Considera que la gente está “drogada, dormida” y que hay que “despertarla”. De modo que “la medida de la libertad de expresión es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. Sobre todo a la izquierda, con la que coincide, y a aquella con la que disiente: las libertades occidentales “serán falsas, pero las pretendidas libertades estalinistas ni siquiera eran a falsas”; o “no creo en eso de escuchar a la gente normal y corriente, como dice Pablo Iglesias, porque la gente normal y corriente está atrapada por la ideología, está en favor de echar a los inmigrantes”.
Zizek respeta a Marx y pretende entroncar con sus preguntas fundacionales, y se ríe de quienes lo tachan de “leninista loco”: “mis ideas”, dice, “son hegelianas”. “Su enfoque estriba en centrarse en cómo pueden salir mal las cosas, y luego preguntarse hasta qué punto era necesario que fuese así”. Todo lo anterior catapulta a Zizek a afrontar “los nuevos retos” que sintetiza en lo ecológico, en la renovación del Estado del bienestar, y en la “digitalización directa del cerebro humano”, ya que el ordenador “podrá detectar lo que piensas” y resultas vulnerable a cualquier dominación sofisticada. “No defiendo el viejo comunismo de ninguna manera”, se parapeta, sino que propongo un nuevo comunalismo globalista, porque “nuestro cerebro es nuestra herencia común”.
“¿Y si los representantes del orden capitalista global existente se están dando cuenta de lo que los analistas marxistas críticos llevan señalando hace tiempo: que el sistema se halla sumido en una crisis profunda? ¿Y si están explotando de manera despiadada la Pandemia para imponer una nueva forma de gobernanza? El resultado más probable de la epidemia será que acabará imponiéndose un nuevo capitalismo bárbaro (...)”
“Pero no perdamos el tiempo No deberíamos perder el tiempo con meditaciones espiritualistas New Age acerca de cómo ‘la crisis del virus nos permitirá centrarnos en lo esencial de nuestras vidas”. Por otro lado, le inquieta el “extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento”, por su cruce con la civilización digital. Nos abocamos a “una guerra digital, cognitiva”, que “influirá en los cerebros”.China puede ser el paradigma de la nueva tensión. Pero como durante décadas no ha experimentado su armamento sobre el terreno, a diferencia de Estados Unidos “necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra”. Es “la situación imaginable más peligrosa”, sostiene Zizek.
Nos referiremos ahora a la entrevista que concedió desde su casa de Tucson, en Arizona, Noam Chomsky, a donde vive después de abandonar la Harvard University.
¿Cómo interpreta lo que está sucediendo en Estados Unidos, que se ha convertido en el país más golpeado por el virus en el mundo? “Es que no hay un liderazgo mínimamente coherente, todo es caótico, responde Chomsky. La Casa Blanca está en manos de un sociópata megalómano que sólo está interesado en su propio poder, en sus perspectivas electorales, y al cual no le importa lo que pasa en el país, ni en el mundo. Por lo pronto se dedica a mantener el apoyo de su base electoral, que es la gran riqueza del poder corporativo. En la Pandemia hay ya más de 90,000 muertes (dijo a finales de mayo), y habrá más, porque no hay un plan coordinado para controlar el problema”.
Y siguió: “Cuando Donald Trump llegó al gobierno lo primero que hizo fue desmantelar toda la maquinaria de prevención de pandemias. Cancelar programas en que trabajaban científicos chinos para identificar potenciales virus. Estados Unidos estaba particularmente mal preparado. Ésta es una sociedad privatizada, muy rica, con enormes ventajas (…) pero dominada por el control privado. No hay un sistema de salud universal (…) absolutamente crucial ahora. Resulta lo máximo del sistema neoliberal”.
Con todo lo grave que es esta pandemia, no es el peor problema. Habrá una recuperación de la pandemia, a un gran costo. Pero no habrá ninguna recuperación del derretimiento de los casquetes polares y el alza del nivel del mar y los otros efectos letales del calentamiento climático. ¿Qué estamos haciendo sobre esto? Cada país está haciendo algo, no lo suficiente. Pero Estados Unidos está haciendo mucho. Concretamente está corriendo hacia el precipicio, eliminando todos los programas, todas las regulaciones que pueden mitigar la catástrofe”.
Varios países están utilizando tecnología para rastrear a los ciudadanos o archivando su ADN para luchar contra el virus. “¿Estamos entrando con la pandemia a una nueva era de vigilancia digital?”, preguntó la periodista? A lo que respondió Chomsky: “Hay compañías desarrollando tecnología para que los empleadores puedan ver qué hay en tu pantalla y vigilar lo que haces, qué tecla aprietas, si te levantas. Y será complementado con video. La llamada «internet de las cosas» está llegando. Es práctico. Implica que puedes prender la hornilla cuando estás conduciendo a casa. Pero también que la información está yendo a Google, Facebook y al gobierno. Una enorme cantidad de vigilancia, de control e invasión potencial. Si dejamos que las inmensas compañías tecnológicas controlen nuestra vida eso es lo que sucederá. Será como en China, donde algunas ciudades tienen un sistema de créditos sociales, hay tecnología de reconocimiento facial en todos lados y todo lo que haces es vigilado. Si cruzas la calle en el lugar equivocado, pierdes créditos. No es inevitable, así como el calentamiento climático no es inevitable. Pero sucederá a menos que la gente lo detenga.
“¿Pero está justificada esa invasión para contener el avance del virus?”, pregunta también la periodista. “Puede ser, en tiempos de amenaza. Pero nada es permanente. Se puede decir sí, tienes esta autoridad ahora, pero puede ser revocada en cualquier momento. Depende de la eficacia de la democracia en cada país. O no los dejamos pasar o nos arrollan”.