Si interpretamos el sentido del voto de 2018 y la reiteración hoy expresada en las encuestas de intención de voto, ¿no podríamos colegir que en ellas existe una sentencia política y moral a los gobernantes del llamado periodo neoliberal? Y con una interpretación de este calibre: ¿qué sentido tiene continuar con una ruta jurídica incierta que busca sentar en el banquillo de los acusados a cinco expresidentes?
Acaso esta iniciativa presidencial, ¿tiene alguna posibilidad de que a vuelta de unos años los tengamos a todos ellos tras las rejas cumpliendo condenas por diversos delitos? o ¿de plano estamos ante una estrategia más de distracción para que los mexicanos estemos ocupados en éste, y otros temas, en lugar de estarlo con los temas de fondo que dicho por las autoridades sanitarias y hacendarias el 2021 será extremadamente difícil?
La imagen de los expresidentes del PRI y el PAN están deterioradas frente a la historia. Unas quizá más que otras. No es la misma de Carlos Salinas que la de Ernesto Zedillo. Uno es el villano del 88 que le robó la elección a Cuauhtémoc Cárdenas y toleró al menos los asesinatos de cientos de perredistas en todo el país, mientras el otro es el “Presidente demócrata”, que no fue obstáculo para la alternancia en el poder presidencial luego de que se planteó la “sana distancia” con su partido. Esa imagen de Zedillo se vendió bien en el mundo y sólo fue opacada localmente por la decisión de “convertir deuda privada en deuda pública” a través del Fobaproa.
Y esa imagen favoreció la de Vicente Fox, quien fue visto como el Presidente de la “alternancia democrática”, aunque también al final ha sido visto por millones de mexicanos como el traidor a la esperanza de cambio. Por su arreglo con el partido tricolor y la corrupción en su sexenio que alcanzó a su familia.
De la imagen de Vicente Fox, a la de Felipe Calderón, es la continuidad panista marcada por el fraude electoral de 2006 que impidió la llegada a la Presidencia de López Obrador. Ambos son la imagen del fracaso político del panismo. Y en el caso de Calderón, es el Presidente de la llamada “guerra contra el narco”, que costó decenas de miles de vidas, y ahora sabemos con la detención de Genaro García Luna en Estados Unidos, que el sistema de seguridad nacional operaba a favor del Cártel de Sinaloa y en perjuicio de las otras organizaciones criminales.
De Calderón a Enrique Peña, siguiendo el canon académico de las alternancias de segunda vuelta expresión de la “consolidación democrática”, pero la realidad es otra. Está marcada por ser la primera elección diseñada por Televisa para vender a un candidato presidencial como mercancía mediática con toda la frivolidad que es capaz una telenovela de Nicandro Díaz.
Sin embargo, no todo fue glamour, estuvo también el dinero sucio de Odebrecht que aceitó el regreso del PRI a la Presidencia de la República e inició el gobierno del llamado “nuevo PRI”, que se distinguió por los escándalos de corrupción que al final sentaron las bases para el realineamiento electoral que favoreció la llegada de AMLO a la primera magistratura del país.
Entonces, si a grosso modo hay este tipo de percepción histórica de cada uno de estos personajes, a los que les será muy difícil sacudirse ser parte del escarnio público, de nuestra tragicomedia nacional, con sus apodos y sus imágenes sobredimensionadas, ¿qué sentido tiene haberse metido en la recolección de firmas para llevarlos a un juicio con un destino incierto? Y, peor, ¿sin haber podido entregar en tiempo y forma el millón 600 mil firmas requeridas para iniciar el trámite legislativo de juicio a los expresidentes?
Sé que ahora se dice que no sólo se alcanzó esa cifra, sino que prácticamente se duplicó. Lo único real son las 800 mil firmas declaradas por el propio AMLO y la incapacidad de presentar en tiempo y forma las firmas requeridas. Habría que saber si ese resultado fue por desinterés popular o modorra en las filas de Morena. O ambas. La mayoría de la gente está ocupada en sacar el día a día y la militancia que ya saboreó las mieles del poder sienten que ya no están para esas tareas de tierra o, peor, que habiendo hecho ese trabajo en las campañas electorales han caído en desánimo cuando ven el desempeño de los cargos electos en el ámbito local.
Para tapar el fracaso un grupo de diputados morenistas, encabezados por Pablo Gómez, propuso a la Cámara de Diputados una Ley de Amnistía y de aceptarse en este órgano se lleve a cabo una consulta popular para que la población se pronuncie a favor o en contra de su perdón por ser “líderes de la corrupción nacional”, bajo la premisa de que “no pudo haber Estado corrupto sin la persistente conducción del Presidente en turno”.
López Obrador, por su parte, solicita al Senado de la República una consulta popular en el mismo sentido y su argumento es por el rol de los presidentes del periodo neoliberal. Señala en la iniciativa legislativa: “Entre 1 de diciembre de 1988 y el 30 de noviembre de 2008 México vivió un periodo caracterizado por la concentración desmesurada de la riqueza, quebrantos monumentales al erario, privatización de los bienes públicos, corrupción generalizada y procesos electorales viciados” por lo que tendrían que ser castigados quizá por “traición a la patria”.
Sin embargo, está la opinión de varios constitucionalistas que ven en la iniciativa un desacierto que no tiene futuro incluso, como lo señala Miguel Carbonell de la UNAM: “los expresidentes no tienen fuero”, por lo tanto, pueden ser indiciados como cualquier ciudadano por la comisión de delitos. Y en eso coincide el mismo Felipe Calderón, el único ex que ha salido al paso de la iniciativa presidencial, pero este personaje no necesita ser denunciado porque tarde que temprano será llamado a declarar a Nueva York en el juicio que se le sigue a Genaro García Luna, su Secretario de Seguridad Pública, que como sabemos estaba en la nómina del Cártel de Sinaloa.
Por lo tanto, no nos queda de otra que ver en estas iniciativas una intención política y una distracción ante los graves problemas que nos amenazan sean éstos por violencia criminal, los contagios y fallecimientos crecientes por la COVID 19 y el descalabro económico previsto dentro y fuera del país, por las autoridades de Hacienda y el FMI porque no se le ve por dónde pueda tener la conclusión feliz de poner tras las rejas a estos personajes que son ya parte de la tragicomedia nacional.
¡Al tiempo!
Por Ernesto Hernández Norzagaray
(Sin Embargo.mx)