Por Francisco Reynoso*
Morena presentó en agosto pasado su agenda legislativa para el primer periodo ordinario de sesiones septiembre 2020-enero 2021. Como era de esperarse, la propuesta morenista incluye varias iniciativas que, en su conjunto, pretenden fortalecer a Pemex como figura central en el sector energético del país. De hecho, dichas propuestas son iniciativas de su “Agenda concurrente con el Ejecutivo Federal”, que ya ha señalado la posibilidad de llevar a cabo una contrarreforma energética.
La bancada propone una Reforma Integral en materia Energética y detalla cuatro iniciativas puntuales que avanzan en este sentido:
* Reformar a la Ley de Pemex con la finalidad de reforzar su papel rector o de liderazgo en el mercado.
* Reformar la Ley de Ingresos sobre Hidrocarburos con objeto de aliviar la situación fiscal de Pemex y consecuentemente mejorar su posición financiera.
* Reforma en parlamento abierto a fin de que el manejo de Pemex, como empresa productiva del Estado, y sus implicaciones en la economía nacional, estén centrados en el crecimiento económico y las bonanzas petroleras.
* Reforma a la Ley de Petróleos Mexicanos, con objeto de que Pemex desarrolle su atribución de generar proyectos de energía alterna, diferente a la de hidrocarburos.
La coyuntura actual de las crisis climática y sanitaria por la pandemia de la COVID-19 obliga a poner atención en esta última propuesta para que Pemex pueda responder responsablemente y con agencia a la transición energética.
Las grandes empresas petroleras que han dominado el mercado a nivel mundial se enfrentan (desde hace ya años) a una decisión definitiva: dejar de extraer el petróleo que se acaba para adaptarse a las nuevas demandas sociales en un contexto de crisis climática. Las empresas petroleras son, en su sentido más básico, empresas que comercializan energía, por lo que muchas de ellas, las más conscientes de su papel en el mercado, apuntan de manera lógica hacia esta transformación.
Uno de los cambios más emblemáticos a nivel mundial fue el de Statoil, la empresa petrolera estatal de Noruega, que ha planeado desarrollar un portafolio de energía eólica offshore con una capacidad de 12 GW para 2030, aproximadamente la tercera parte de la capacidad instalada de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). En consecuencia, con esta transformación, la empresa cambió su nombre en 2018 a Equinor en un acto simbólico para deslindar su imagen del petróleo sucio y contaminante. Sin embargo, otras empresas, las más aventuradas han incursionado en la electromovilidad, el turismo y las telecomunicaciones.
Pemex es una de las empresas petroleras más grandes del mundo con ganancias más o menos similares a las de Equinor. Sin embargo, la estatal mexicana, a diferencia de la noruega, no ha discutido cuál será su futuro como empresa energética a pesar de que su contexto no es muy favorable.
1- Sus reservas en descenso. A pesar de la reforma energética, la plataforma petrolera y su producción no han repuntado desde 2004, cuando la empresa alcanzó su pico histórico de producción en más de 3.5 millones de barriles diarios. Hoy, la empresa, a pesar de los miles de millones de pesos que le ha destinado el gobierno de la 4T, no logra repuntar y alcanzó una producción de 1 millón 595 mil barriles por día durante el mes de julio; una cantidad similar a la que se produjo en 1979.
2- Es uno de los principales responsables de la crisis climática. Pemex es una de las empresas con mayor responsabilidad en el agravamiento de la crisis climática. De las 100 empresas responsables del 70 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), Pemex ocupa el séptimo lugar con un acumulado de 2 mil 055 MtCO2e, que equivalen al 2 por ciento de las emisiones del sector.
3- Es la empresa petrolera más endeudada. Después de siete trimestres consecutivos de pérdidas en su operación, al cierre de junio pasado, Pemex tocó un récord de deuda al sumar pasivos que superan en monto el valor de sus activos: 2 billones 461 mil 400 millones de pesos (105 mil 200 millones de dólares).
La Ley de Pemex no le reconoce a la empresa otra actividad que no esté ligada a la exploración y extracción del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos, así como su recolección, venta y comercialización (Artículo 5). Esta realidad imposibilita a la petrolera misma para que, por Ley, se ponga a discutir al interior su futuro como empresa y la de sus más de 125 mil empleados que corren el riesgo de quedarse sin empleo en el corto plazo, si no se transforma.
Recordemos que Pemex tiene asignaciones por reservas probadas para no más de 10 años; pero además, que casi el 60 por ciento de esos recursos son no convencionales, por lo que requieren de la fractura hidráulica, una práctica que, en el discurso de esta administración, ha sido prohibido. De ser realidad la prohibición del fracking, México sólo cuenta con recursos probados para cuatro años. En otras palabras, urgen decisiones contundentes para impulsar las energías renovables y, en esta pandemia, el Gobierno demostró preferir pararlas.
Este contexto es el que dibuja la urgencia y la trascendencia de buscar una reforma que faculte a Pemex para que genere proyectos alternos de energía. Pero la discusión va a ser más profunda que la sola reforma a su Ley; va a requerir de interlocución intersectorial de alto nivel y del involucramiento de sus trabajadores, además de que la discusión tiene que empezar ya como un compromiso de la 4T.
Por ello, para comenzar a propiciar un debate amplio y diverso en este ámbito, desde Fundar, Centro de Análisis e Investigación, junto con Leave it in the Ground Initiative (LINGO) y la Fundación Bosch, les invitamos al primer diálogo sobre Pemex Post-Petróleo, el cual tendrá lugar el próximo 6 de octubre a las 12 p.m. (CDMX) y se transmitirá por el canal de YouTube de Fundar.
(Sin Embargo.mx)
*Investigador en el programa de Territorio, Derechos y Desarrollo de @FundarMexico.