Apuntala el INE su objetivo reaccionario
El país que tanto fascinó al creador del surrealismo, André Breton, se mantiene en esa corriente indescifrable y paradójica, como nos lo acaba de evidenciar el inefable Instituto Nacional Electoral (INE), al abrir la puerta para su legalización como partido a la organización tenebrosa conocida como México Libre, financiada por Felipe Calderón Hinojosa para que le sirva de parapeto ante los amagos de la Fiscalía General de la República (FGR) de ahondar en las pesquisas que lo involucran con Genaro García Luna.
La Comisión de Prerrogativas del INE fue el cauce por el que se validó una propuesta que parecía un salvavidas ponchado, pero ahora vemos que no fue el caso sino que permitirá, momentáneamente, que el espurio ex panista llegue a salvo a la orilla de un cauce proceloso, el cual aún sigue amenazando tragárselo junto con quien fuera su secretario de Seguridad Pública y su hombre de más confianza para asuntos extralegales durante su sexenio manchado de sangre y corrupción.
Bajo el más estricto sentido común es inexplicable que el INE haya dado un paso tan absurdo, tomando en cuenta el historial público de Calderón, cuyo papel fue decisivo para apuntalar intereses mafiosos y alianzas delictivas entre el PRI de Carlos Salinas de Gortari y el panismo liderado por Diego Fernández de Cevallos, con Vicente Fox como su operador en Los Pinos. La única explicación posible es que el INE tomó esta decisión con el fin de ofuscar aún más al pueblo y obligar al presidente López Obrador a enfrentarse abiertamente con la que bautizó como “la mafia del poder”.
El grupo que encabeza Lorenzo Córdova Vianello, siguiendo instrucciones, quiere aprovechar al máximo su última oportunidad de ponerle zancadillas al Presidente en los comicios del año próximo. Van con todo al darse cuenta que Morena no avanzó en su calidad de partido en el poder y corre el riesgo de perder su mayoría en el Congreso en la siguiente Legislatura. El inquilino de Palacio Nacional se quedará sin una fuerza política propia, y lo que quede de ella necesitará de alianzas para sobrevivir apenas el resto del sexenio.
La interrogante a dilucidar es qué hará el presidente López Obrador para evitar una catástrofe que anule la viabilidad de su proyecto nacional, la Cuarta Transformación (4T), pues como van las cosas todo indica que se avanza por esa ruta suicida. Al parecer, no le queda más opción que poner un potente respirador artificial a Morena, con una dirigencia con autoridad y fuerza que sume a todas las tribus en su interior, o que sea él mismo quien asuma la responsabilidad de dirigir el rumbo político de su gobierno, dejando en manos de Marcelo Ebrard las tareas administrativas del régimen.
Por ahora no se vislumbra otra salida, menos aun cuando la derecha y el conservadurismo reaccionario están decididos a poner punto final a los devaneos progresistas del mandatario, al percatarse que no corren peligro sus intereses fundamentales, como hace un año lo creían y se mostraban profundamente preocupados. Ahora el factor tiempo corre a su favor, pues el 2021 será un año perdido para la 4T, el año que sin duda es vital para la estrategia del Presidente. Pero con la pandemia y sus consecuencias lamentables se verá forzado a modificarla.
Como se ven las cosas, debería hacer a un lado su pragmatismo que lo debilita, y actuar conforme a lo que podría ser la salvación de la 4T, es decir con visión estratégica acorde al imperativo de apuntalar los avances progresistas de su gobierno, que sería muy grave perder pues las consecuencias las pagaría el pueblo. De ahí que el INE esté abiertamente decidido a cumplir su tarea de aprovechar al máximo toda oportunidad que se le presente de poner trampas a un mandatario que ofrece amplias facilidades para que se las pongan.
Por Guillermo Fabela Quiñones
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