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Trump deja un país dividido, los racistas desatados. Biden deberá unir: demócratas

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En las últimas semanas, todo lo que ha hecho Donald Trump es romper con los protocolos y tradiciones históricos de la transición política en Estados Unidos. Desconoció los resultados electorales de noviembre pasado; trató de sabotear la ratificación en el Congreso de Joe Biden como Presidente electo, incluso ejerciendo presión sobre su Vicepresidente Mike Pence; y anunció que no asistirá a la toma de posesión de su sucesor en la Casa Blanca.

El comportamiento extremo y errático de Donald Trump a lo largo de los años lo empoderó con la fuerza popular de un sector de la sociedad estadounidense que no se siente representado, que está marginado con escasas oportunidades laborales y que, además, inmerso en un contexto de violencia social generalizada, echa culpas y busca desquitarse de las injusticias y de los agravios que lo identifican como comunidad.

“Lo que ha hecho Trump en ese sentido es remover [o atizar] el problema de una parte poblacional que no tiene trabajo, […] que no sólo busca nuevas formas de resolver sus problemas económicos y su falta de trabajo, pero también culpar a alguien o algo por sus problemas”, dijo Heidi Smith en entrevista con SinEmbargo.

Para la vocera del Partido Demócrata en México, Donald Trump representa viejos conflictos estadounidenses –como el racismo, la discriminación y la contraposición a una próspera democracia– que se exacerbaron a partir de la crisis económica de 2007-2008, cuando nació un sector de la sociedad conformado por hombres blancos que no han recuperado la posición social que alguna vez gozaron, y que culpan a extranjeros y migrantes de robar oportunidades.

Ahora que va de salida, Trump aún cuenta con el apoyo de las personas que lo han seguido por muchos años: “esa gente marginalizada que buscó a alguien que fingía querer apoyarlos y darles más voz y acceso a recursos para poder vivir mejor”, añadió el portavoz del Partido Demócrata en México, Daniel Stein.

El miércoles 6 de enero de 2020, mientras el Congreso estadounidense se preparaba para ratificar la elección de Joe Biden en el Capitolio de Washington, una turba irrumpió con la finalidad de agredir y detener el proceso de transición democrática en Estados Unidos.

“Manifestantes”, “terroristas” o “alborotadores” fueron los primeros calificativos que medios de comunicación y agencias de información utilizaron para llamar a las personas que irrumpieron en el Capitolio, inspirados o alentados por las acusaciones de fraude electoral de Donald Trump. Más tarde se supo, ya con videos difundidos en redes, que este grupo estuvo compuesto casi exclusivamente por supremacistas blancos.

De acuerdo con Heidi Smith, Donald Trump no es el único instigador de la serie de eventos que llevaron a la toma del Capitolio, porque la sociedad estadounidense es “realmente violenta con mucho poder de organización”. Para la también coordinadora de la Maestría en Políticas Públicas de la Universidad Ibero, “cuando tienes gente con mucha necesidad significa que vas a tener que buscar cambios”. En ese sentido, refirió que Donald Trump y su oratoria llenaron ese hueco y propiciaron un levantamiento que lo acerca a un segundo juicio político por incitar a la insurrección.

Sin embargo, Daniel Stein recordó que no es la primera vez que Trump hace que la gente se prenda y caiga en confrontaciones públicas. “Donald Trump ha sido una amenaza para la democracia o para el discurso democrático en Estados Unidos desde que comenzó su campaña [política] en 2015”.

Aunque la situación actual no es novedosa, el portavoz del Partido Demócrata mencionó que, en esta ocasión, Donald Trump logró “subir de nivel, o varios niveles”, la amenaza al sistema de transición o al sistema protocolario de transición política.

Tanto para Smith como para Stein, el derrotero de Trump aún es incierto, aunque por lo pronto existe la posibilidad de que sea llamado ante tribunales por diversos motivos, ya sean políticos o personales.

¿A dónde se dirige Trump? “En este momento hay juicios contra su persona, contra su familia, contra sus negocios… O sea, no solamente cayó en desgracia ante la Cámara Baja, pero también va a tener muchos problemas personales a partir de que salga de la Casa Blanca”, explicó la académica de la Ibero.

De acuerdo con Smith y con Stein, aún cuando hay encuestas como The Harris Poll que aseguran que el 47 por ciento de los votantes registrados de Estados Unidos apoyan la reelección de Donald Trump en 2024, su regreso a la política estadounidense dependerá de si el Senado aprueba el juicio político que más allá de juzgarlo por su desempeño como Presidente, buscará vetar su acceso a la silla grande.

Al respecto, ambos simpatizantes del Partido Demócrata explicaron que el impeachment tiene tres principales objetivos: evitar darle recursos del Estado a través de una pensión, porque los expresidentes tienen derecho a una jubilación de entre 200 y 300 mil dólares anuales; evitar que se le otorgue el beneficio de 1 millón de dólares para construir bibliotecas o monumentos que rememoren su periodo presidencial, porque buscan no hacer “un héroe de alguien que hizo tanta violencia contra el Capitolio y contra la Constitución”; y que sea juzgado para prohibir que tenga acceso a la Presidencia en un momento futuro.

POLARIZACIÓN Y GOBERNABILIDAD

Donald Trump exacerbó la polarización social en Estados Unidos, aunque “no es una cuestión nueva”, de acuerdo con Heidi Smith y Daniel Stein. Lo anterior coincide con el punto de vista del Centro de Investigaciones Pew, que refiere que “la vasta y creciente brecha entre liberales y conservadores, republicanos y demócratas es una característica definitoria de la política estadounidense actual”.

Inclusive, los datos del think tank con cede en la ciudad de Washington indican que sólo “un número relativamente pequeño” de votantes ve la posibilidad de generar cohesión social después de las “encarnizadas elecciones presidenciales” de 2020. “Aproximadamente –dice Pew– uno de cada 10 votantes de Biden (13 por ciento) y el cinco por ciento de los votantes de Trump expresaron esperanza de unidad y de superar el partidismo”.

Las tensiones sociales en el país vecino se vieron agravadas con la toma del Capitolio del 6 de enero. “Casi cuatro de cada diez adultos (37 por ciento) expresaron una fuerte emoción negativa en respuesta a los disturbios”, indica un ejercicio demoscópico del think tank estadounidense. Angustia, horror, conmoción, miedo y enfado fueron las reacciones más comunes, aunque hubo un 14 por ciento adicional que experimentó sorpresa y preocupación por su país, mientras que otro 13 por ciento culpó directamente a Donald Trump y/o a los líderes republicanos.

¿Cómo llegó la violencia hasta este punto? El motín en el Capitolio implica uno de los juicios “más grandes de la historia” estadounidense, de acuerdo con Heidi Smith. Las cifras hablan solas: más de 100 personas han sido arrestadas y casi 300 personas están involucradas directamente en el asalto a la sede del Congreso estadounidense, de modo que los autores intelectuales van más allá de los agresores que atacaron disfrazadas con pieles, cascos vikingos y ropa militar, armados con palos, puños y armas de fuego, en un acto de delirio patriótico apostado en un sentimiento de anarquía.

“Hubo republicanos que dieron tours el día anterior [al disturbio] para guiar a la gente a las oficinas” de los congresistas, dijo Smith a SinEmbargo. También hubo mapeos del Capitolio e inclusive militares señalados de haber participado en la planeación del infausto evento. Una situación que fue posible por los altos índices de segregación en Estados Unidos –en la opinión de Daniel Stein– que se desbocó gracias a un sentimiento de legitimidad impreso en el discurso golpista de Donald Trump, que busca silenciar las voces de la oposición.

En dicho escenario, las tensiones políticas entre partidos podríaN agravarse y dificultar el trabajo del Gobierno entrante. De acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew, “el 21 por ciento de los estadounidenses dice que las relaciones entre republicanos y demócratas mejorarán el próximo año”, mientras que “el 37 por ciento espera que las relaciones empeoren”.

Para el portavoz del Partido Demócrata Daniel Stein, más allá de los problemas del Gobierno entrante relacionados con la conformación del Congreso, la polarización social no implica necesariamente un problema de gobernabilidad para Joe Biden. Sin embargo, lo que haga Trump después de su presidencia podría complicar la situación.

“Si Donald Trump termina enjuiciado y termina en la cárcel, su poder va a ser mucho menor en cuanto qué puede hacer para dificultarle a Joe Biden su mandato. […] Si queda libre, puede empezar a intentar crear su propia empresa mediática y ahí llevar a todos sus apoyantes, tanto la gente que lo acompañó en las votaciones, como la gente que fue al Capitolio”.

Por su parte, la académica de la Ibero Heidi Smith comentó en entrevista que Donald Trump no le deja a Joe Biden un problema de gobernabilidad, ya que este último cuenta con mucho apoyo social y electoral, además de que tiene una estrategia y una plataforma política robusta que inspira confianza en cuanto que hará un buen trabajo.

Biden “llega con una idea de conciliación y de burocracia representativa, con una estrategia clara para resolver la pandemia de coronavirus y con un plan de rescate de 1.3 trillones de dólares para desempleo, escuelas y estados y municipios sin ingresos fiscales”. En ese sentido, Smith refirió que el cuadragésimo sexto Presidente de Estados Unidos es más progresista y tratará de negociar con los republicanos para sumar esfuerzos.

Asimismo, y según Stein, Biden “buscará usar el Poder Ejecutivo para movilizar a la ciudadanía en beneficio de la ciudadanía y ayudar a mejorar la confianza en el Gobierno”.

Por: Efrén Flores

SY