Opinión

El embajador cubano informó de manera formal a la cancillería colombiana que tenía información de que el Ejército de Liberación Nacional –ELN- planeaba un atentado en Bogotá. Que, consultada la delegación de esa guerrilla estancada en La Habana luego de la ruptura de sus diálogos con el gobierno colombiano, ésta manifestó no tener conocimiento del hecho y que, además, podían garantizar que desde suelo cubano no podían tener comunicación con sus frentes de guerra en Colombia.

El gobierno colombiano, lejos de agradecer ese gesto leal, se fue lanza en ristre contra Cuba exigiéndole que revelara su fuente de información –algo imposible para cualquier gobierno serio- y, además, insistió en que extraditara a la delegación del ELN que se encuentra allá a petición del Estado colombiano para facilitar las negociaciones de paz, bajo la condición de que en caso de que estas se rompieran, como en efecto ocurrió, su traslado a Colombia sólo podía darse bajo el cumplimiento de unos protocolos diseñados al efecto. O sea, dos peticiones imposibles de cumplir por parte de Cuba.

El ministro de Defensa (el presidente Duque justificó su nombramiento diciendo que era hijo de militar, nacido en el hospital militar y educado en el colegio militar: extraordinario curriculum); el Alto Comisionado para la Paz ¡el funcionario encargado de propiciar la paz negociada! dijo que esos protocolos no son vinculantes porque los firmó el presidente y no el Estado. ¿Será posible que no sepa que el presidente es el jefe del Estado? y la canciller, opaca como siempre, actuaron como si estuvieran frente a un enemigo sin considerar que ese acuerdo del que se enorgullecen en el exterior y obstaculizan en el país se logró gracias al apoyo del gobierno cubano.

Por su parte el presidente Duque respondió así al aviso leal del gobierno cubano sobre el posible atentado: “nosotros, como Gobierno, y las autoridades judiciales de Colombia, hemos solicitado la extradición de quienes cometieron, ordenaron y sabían de esas conductas. Por lo tanto, no claudicaremos en esa solicitud de extradición…le decimos al gobierno cubano que privilegie la relación con Colombia y no la relación con el ELN”. Pero ese protocolo fue firmado por Colombia, Cuba y Noruega como garantes del proceso de paz y por los demás estados que lo acompañaron y por eso cuenta con el apoyo explícito de la comunidad internacional. El embajador noruego, el otro país garante, dijo que “es  muy extraño que Cuba no sea reconocida por entregar información” y dio total respaldo a la actuación cubana.

La irresponsabilidad y la falta de profesionalismo con que manejaron el asunto, llevaron al presidente cubano, que durante todo este tiempo de suspicacias colombianas, de insinuaciones de que apoyan a terroristas, de cabildeo en Estados Unidos para que lo declararan país paria (el Alto Comisionado dijo que esa medida de Trump era “un espaldarazo al gobierno colombiano”), ha guardado las formas diplomáticas, dijo en esta ocasión: "Observamos entonces con sorpresa que un asunto de seguridad, de la mayor sensibilidad, tratado con la mayor discreción y urgencia por parte de nuestro país, fuera entregado inmediatamente en manos a los medios de comunicación. Veinticinco minutos después de presentado el Memorando por Cuba, ya la prensa de Colombia utilizaba la información y publicaba una copia del propio documento".

El gobierno no ha entendido que no tiene que estar de acuerdo con el régimen cubano para tener relaciones diplomáticas cordiales respetando el principio de la libre determinación; aceptarlo o no es potestad sólo de sus ciudadanos. Su tratamiento a Cuba ha sido tan mezquino que en 2019, por primera vez en la historia Colombia se abstuvo de votar en la ONU pidiendo el levantamiento del bloqueo a Cuba alegando que apoya a Maduro, que aloja a terroristas y que incitó la protesta popular en Colombia como si aquí no hubiera motivos suficientes para protestar.

En cuanto al ELN, la solución negociada es inevitable y eso no implica un premio a la guerrilla ni parar  la acción de la fuerza pública, ni dejar de condenar sus acciones como tampoco se hizo en el caso de las Farc. Es simplemente el reconocimiento pragmático de que hay que parar el desangre y que en Colombia nunca una organización guerrillera ha sido exterminada. Y cuando eso ocurra, el apoyo de Cuba será indispensable como lo fue en el proceso con las Farc.

La realidad de 13.000 desmovilizados que estudian y desarrollan procesos productivos, que dejaron los fusiles para hacer política en democracia debería llevar a aceptar los beneficios de la paz. Pero el rencor hacia el gobierno anterior y su odio hacia todo lo que consideren de izquierda los ciega y les nubla la razón.

El gobierno está fuera de la realidad internacional: el nuevo presidente de Estados Unidos apoyó los diálogos de paz desde sus tiempos de vicepresidente y su relación con Cuba muy posiblemente retomará el rumbo que había marcado Obama, lejos de la macartización de Trump que tanto alegró a nuestro comisionado de paz. Por eso hace una semana el ex presidente Juan Manuel Santos pidió al gobierno de Estados Unidos que retire a Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo.

El gobierno, su mentor el expresidente Uribe y su partido el Centro Democrático quedaron en evidencia al romper nuestra tradición de relación bipartidista, tomar partido por Trump, tratar de influir en las elecciones en la Florida y vender el término de castrochavista para aplicarlo a Biden. Ya es hora de que reflexionen, asuman una actitud de responsabilidad política y con cabeza fría admitan que la correlación internacional ha cambiado, que en el gobierno de nuestro principal socio internacional ya no calan los gritos de guerra y se retoman las maneras al uso de la diplomacia y no del matoneo.

La Unión Europea y los cientos de países que han apoyado el proceso de paz seguramente acudirían gustosos a apoyar al gobierno colombiano si se decide a avanzar hacia la consolidación de la paz. Pero todos, sin excepción, rechazan el desconocimiento de acuerdos solemnes como los protocolos de ruptura firmados entre los estados de Cuba y Colombia y avalados por muchos de ellos porque constituyen una regla de oro de la diplomacia internacional. Por eso entienden que Cuba no pueda romperlos.

Por: Zheger Hay Harb