Opinión

La elección para gobernador de Guerrero del 6 de febrero de 2005 sorprendió a todos. Después de padecer siete décadas de aquel priismo rancio, represivo y autoritario que se enquistó en su estado, los guerrerenses, muy rebeldes en muchos momentos de su historia, se armaron de valor, se sacudieron el miedo, y echaron al PRI a punta de votos.

El empresario Zeferino Torreblanca, que previamente había sido alcalde de Acapulco por el PRD, le dio una tunda de trece puntos porcentuales a Héctor Astudillo: ganó con el 55% de los votos, contra el 42% que consiguió el priista.

Ese año, en el Congreso local, el PRD obtuvo 22 curules y el PRI solo 17. En los ayuntamientos sucedió algo similar: el PRD ganó 40 alcaldías y el PRI solo 33.

En Acapulco triunfó José Félix Salgado Macedonio. Este ingeniero, fundador del PRD, oriundo de Pungarabato, en la Tierra Caliente limítrofe con Michoacán, ya había sido candidato a gobernador dos veces: la primera, en 1993, perdió con Rubén Figueroa Alcocer, priista de alcurnia (hijo del ex gobernador del mismo nombre, Rubén Figueroa Figueroa) que le dio una paliza: 228 mil votos contra 98 mil sufragios.

La segunda, en febrero de 1999, cayó contra René Juárez Cisneros, por una pírrica diferencia: apenas 14 mil 242 votos. Salgado Macedonio y el PRD clamaron fraude. Ese fue el momento en que se hermanó para siempre con Andrés Manuel López Obrador, quien lo apoyó sin reservas en sus denuncias, ya que él era ni más ni menos que el presidente nacional del PRD. Un año después, el tabasqueño ganó la Jefatura de Gobierno y el guerrerense una diputación federal.

Salgado Macedonio le respondió con creces y lo acompañó en sus desventuras electorales de los comicios presidenciales del 2006 y del 2012. Eran las horas más oscuras y Félix siempre estuvo ahí para él, apoyándolo cuando un solitario López Obrador peregrinaba por los municipios de Guerrero, en tanto llegaba una nueva oportunidad electoral.

Y sí, a la hora de los nuevos comicios presidenciales, le ayudó generando cantidad de votos: en 2006, cuando López Obrador perdió la Presidencia por primera vez, en Guerrero ganó con el 51.3%, una zarandeada al PRI, que fue el segundo lugar en ese estado, y que solo logró el 26.5% de la votación. En el 2012, cuando Enrique Peña Nieto triunfaba con comodidad en la elección presidencial, en Guerrero volvió a ganar López Obrador con el 46.9% de los votos, contra el 37.9%.

En 2018 se generó la paliza de las palizas: López Obrador logró el 63% en Guerrero, contra el 17% de José Antonio Meade. Un millón de sufragios del amigo de Félix, contra 285 mil del priista.

Hoy, amor con amor se paga: al respaldar la candidatura de Salgado Macedonio en sus mañaneras, a pesar de las imputaciones de violencia sexual que carga, López Obrador prácticamente lo ungía como gobernador cada día. Con lo que no contaba López Obrador, era con una sorpresa mayúscula, consumada la noche de este viernes que a lo largo de los días varias mujeres de Morena, y algunos hombres también, se iban a armar de mucho valor, como los guerrerenses de aquel 2005 que mencioné, e iban a presionar durísimo, tan duro, como para tumbar su inadmisible e impresentable candidatura en Guerrero. La Comisión de Honestidad y Justicia de Morena, por unanimidad, le quitó la noche del 26 de febrero la candidatura a Félix Salgado Macedonio e “instruyó” (no pidió, ni suplicó, ¿eh?) a las comisiones nacionales de Elecciones y de Encuestas “la reposición del procedimiento de evaluación de perfiles para la selección de candidata o candidato a la gubernatura del estado de Guerrero”.

¿Qué va a hacer el Presidente ante esta elegante e implacable insurrección? ¿Va a defender más a su “toro sin cerca”, y va a aplastar a esa Comisión y a todas las senadoras y diputadas que disintieron? ¿O, aliviado, va a entrar en razón? ¿Usted qué dice?

Por: Juan Pablo Becerra-Acosta

SY