Opinión

La fórmula Putin / Lavrov

Por Esto!

La mala salud de Boris Yeltsin frustró los planes de Estados Unidos de anular a Rusia como actor fundamental de la política mundial. Consciente o no, Yeltsin iba camino de permitir que el poderío nuclear heredado de la URSS y consiguientemente la influencia política de la ex superpotencia fueran liquidados o debilitados drásticamente. No obstante, sintiéndose enfermo promovió a Vladimir Putin, una movida que salvó al país y con la cual occidente no contaba.

Al asumir el poder, Putin abrió el juego y sin renunciar a la aproximación a occidente, cosa que todavía procura, buscó ese cometido mediante la recuperación de la económica, el reforzamiento de las capacidades militares, principalmente en la esfera nuclear y en la producción de armas avanzadas, y no en las concesiones, como hacía su predecesor. 

Todo ello está machihembrado con una política exterior basada en firmeza y moderación, la cual conduce a una especie de “confrontación blanda” que, si bien no evita las sanciones, conjura los desbordes. En conjunto el enfoque político proporciona a Putin legitimidad y un extraordinario apoyo popular.

Ante las sucesivas tandas de castigos económicos impuestos por Estados Unidos y la Unión Europea por pretextos como Crimea, Ucrania, Siria, Oleoductos, el opositor Alexéi Navalni y otros casos, la cúpula rusa ejercitan una fórmula, según la cual: “Rusia responde apropiadamente, sin afectar sus intereses”. De ese modo evitan el clásico “tiro en el pie”.

Esa política, que se aparta de toda utopía y solo toma en cuenta datos de la realidad, asume que, aun cuando, por su potencia nuclear, la temible flota de submarinos, la producción de armamentos avanzados y por el asiento como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia es una superpotencia militar, su impacto en la economía, el comercio y las finanzas globales es limitado.

A ello se añade que, por razones históricas el país que heredó los prejuicios contra el comunismo y carga con los estigmas de la “rusofobia”, no cuenta con alianzas políticas relevantes en Europa ni en el Tercer Mundo y, excepto las bases en Siria no dispone de posesiones en ultramar y sus confrontaciones económicas con occidente son asimétricas.

De ahí el realismo de la diplomacia que trata de evitar la escalada de las confrontaciones y, sin ofrecer la otra mejilla, es portadora de “ramos de olivo”. Tanto Putin como su canciller, Lavrov impiden desbordes propagandísticos y retóricos, excluyen la improvisación y tratan a Estados Unidos y a los países occidentales de “socios” y, aun cuando se enfrentan en algunos escenarios como Siria, la noción de “enemigos” no forma parte de su práctica ni de su retórica.

Tal enfoque es sostenible porque entre Rusia y occidente no existen diferencias ideológicas esenciales. Según lo aprecio, la fórmula Putin / Lavrov consiste en (1) Evitar las respuestas excesivamente drásticas, no traspasar líneas de no retorno ni convertir en permanentes desavenencias circunstanciales. (2) Evitar los excesos retóricos y no “matar gorriones a cañonazos’’. (3) No apartarse de los hechos ni mezclar estrategia con táctica. (4) No involucrarse ni invertir capital  político en conflictos en el extranjero en los cuales su participación no sea significativa. (5) Reconocer la pertinencia de la coexistencia pacífica. 

La fórmula diplomática eslava me recordó la orientación que John F. Kennedy impartió a su hermano Robert cuando, en un instante de extrema tensión, durante la Crisis de los Misiles de 1962, partía a entrevistarse con el embajador ruso en Washington, Anatoly Dobrinin: “Presiona a Kruschev al límite ―le indicó―, hazlo retroceder cuanto puedas, pero no lo empujes un centímetro más atrás de donde debe estar…”

Por: Jorge Gómez Barata