Dentro de las diversas crisis provocadas por la pandemia que estamos atravesando, la sanitaria, la económica, la psicológica, una muy profunda y que es la que quizás tenga los efectos de más largo plazo es la educativa.
La pandemia que ha obligado a cerrar centros educativos en todo el planeta ha afectado a millones de estudiantes. En México los resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto de la Covid-19, publicada hace unas semanas por el Inegi, revela que más de cinco millones de estudiantes no se inscribieron al ciclo escolar actual por razones relacionadas a la crisis desatada por la pandemia.
Además de los millones de estudiantes que se quedaron fuera de clases en el actual ciclo, la encuesta muestra que 1.8 millones no concluyeron el ciclo escolar anterior (2019-2020).
La pregunta es ¿cuántos de estos alumnos volverán más adelante a clases? La respuesta en ese sentido no parece ser muy promisoria. Esto va a suponer un impacto de gran dimensión en el futuro.
Ésta es quizás la parte más grave, alumnos que han salido y que no regresarán al sistema educativo. Sin embargo, el problema completo no se limita a ello, sino que los alumnos que han continuado con la educación online desde casa están suponiendo también un importante retroceso en distintas capacidades.
Aunque no existe todavía un diagnóstico claro de lo perdido a través del modelo de educación online, se prevén retrocesos en las capacidades de los estudiantes que nos presentan nuevos desafíos.
Estos retrocesos sin duda nos van a afectar, pero ¿de dónde veníamos? Veníamos los últimos años de procesos de revisión sobre el modelo educativo en todo el mundo. Durante el siglo XX el paradigma que primó fue el de entender la educación como transmisión de conocimientos, de información útil que permitiera a los estudiantes desempeñarse adecuadamente en la praxis laboral.
Se trató de un enfoque utilitarista, que, si bien impulsó la alfabetización y preparación práctica, dejó de lado aspectos formativos que son relevantes en el desarrollo de las personas como la capacidad de resolver problemas, desempeñarse bajo presión, las actitudes y los valores.
Por ello el regreso a las aulas pasada la crisis del confinamiento va a presentar dos retos al modelo educativo en todo el mundo: El primero son los mecanismos para afrontar el ajuste que va a implicar el regreso presencial, tanto desde el punto de vista personal como social. Propiciar el regreso de los que han abandonado las aulas y cerrar la brecha que ha implicado la deceleración educativa. Deberíamos estar pensando ahora en la estrategia para conseguirlo. Esto es quizás lo más urgente al día de hoy.
Y el segundo es aprovechar la crisis para replantear el modelo utilitarista de educación, avanzar hacia uno integral, en el que además de los conocimientos se atienda la formación de habilidades, actitudes y cosmovisión. Las circunstancias actuales son ideales para ello y este tema debería ser centro del debate actual.
Ojalá los agentes que componemos el sistema educativo en el mundo comprendamos la gravedad e implicaciones de lo que estamos viviendo y el tamaño de la oportunidad que tenemos enfrente. Dedicarnos a preparar al claustro, los profesores es hoy la tarea más importante en el mundo.